¿Qué, aparte de la existencia de divinidades, hace que vuelva a casa en coche hacia las once de la mañana, hoy sábado y pase lo siguiente?.
Pongo un CD con MP3. Pero sale un grupo llamado Future Islands del cual he decidido que me irrita mucho, demasiado, la voz de su cantante (no es la del cantante de Manos de Topo, más bién me recuerda a la de Captain Beefheart). Apago la música y dejo que suene la radio. Un insoportable programa para que la gente aburrida acabe de adormecerse ha invitado, lo hace cada semana según luego leo, a Ricard Robles (casi oficialmente la persona a la que más envidio su trabajo en este planeta), y éste recomienda un par de canciones decentes para una eventual fiesta de fín de año. It's alright , cover del clásico house de Sterling Void por los Pet Shop Boys (la versión maxi llena de cuerdas, no la algo seca incluída en Introspective. A continuación, Pull up the roots, de los Talking Heads. Es entonces cuando todo cambia, y yo decido que abrazaré alguna fe. Claro que lo haré. Tras tanto tiempo, Robles especula sobre el final de los Talking Heads. Habla de conflicto de fuertes personalidades ( a uno le sorprende que alguien que edita bajo el nombre The Tom Tom Club algo como el Wordy rappinghood tenga personalidad, pero vamos), y también de algunos aspectos sentimentales a dilucidar entre los miembros (miro las fotos de Tina Weymouth en 1990 y decido que sí está algo shaggable). Entonces no paro de pensar hasta que me siento aquí, pues los que me leéis sabéis lo de las señales y las casualidades, y 2011 llega hoy a un estúpido final, en sábado, con los samoanos eliminando días de su calendario (qué pasa con los 500 cumpleaños del 30 de diciembre, eh??), con el ridículo flequillo de la triple S cimbreándose al son de las subidas de impuestos. Debo encontrar un Dios, y pienso en este chico entrado en carnes, que parece un niño de cinco años apretando los morritos, a punto de hacer pucheros porque alguien ha cogido el último trozo de mazapán (un mazapán norcoreano, coño, nadie lo ha probado?) de la bandeja a la que le había echado el ojo.
Llama estúpidos a los líderes del mundo, les dice que nada va a cambiar, y tiene un botón (seguramente rojo) que puede hacer que unos cuantos salten por los aires. Sus súbditos lo adoran, y su padre, el fallecido Kimg Sung Il, nunca hizo popó.
Y al final Hernán Casciari decidió responder uno de mis comentarios.
Fechas que, si la nueva organización del calendario orientado a la PProductividad no altera, seguirán siendo año tras año objeto de otra más de las divisiones de opinión a la que parece irrevocablemente destinada nuestra cultura.
Y resulta curioso que quienes las defienden usan prácticamente los mismos motivos que quienes las detestan.
Trabajar menos.
Pasar más tiempo con la familia. Voluntariamente o por compromiso.
Recordar a los que no están.
Darse algún capricho.
Gastar más de la cuenta.
Comer más de la cuenta.
Beber más de la cuenta.
Salir a ver la ciudad iluminada.
Pasar frío.
Hacerse propósitos.
Parece que todo esté hecho a la medida del tipo de cosas en las que no conseguimos ponernos de acuerdo, algunos. Porque todo puede lo que es entrañable puede ser cursi y todo lo que es relajante puede ser aburrido. Simplemente dando un paso más.
Sobre mí.
No puedo decir que esté definitivamente a un lado o a otro. Dependería del año. Pero porcentualmente siempre he estado más cerca de estar a favor. Si resulta que no nos gusta disponer de nuestro tiempo y estar con nuestra familia, no sé que hemos hecho de nuestra insistencia, salvo esa enorme hucha de esfuerzo y sacrificio que tanto les gusta idealizar a las derechas (pues siempre hay algún beneficiado de ese esfuerzo y ese sacrificio). Fiestas que se han vuelto laicas, lo que seguro las ha mejorado, pues las despoja de ese regusto sórdido con el que el catolicismo lo pringa todo. Este año me gustan las fiestas, por supuesto, y me costaría recordar cuándo no me gustaron. Qué coño, quitémonos la máscara y dediquémonos a los que aún andamos por aquí, aunque sea tocando los cojones. Mariah Carey y los Wham le dieron sentido a sus carreras por popularizar nuevas canciones de Navidad. Sólo eso, no nos pasemos.
Por si mañana no toca, ya sabéis. 2012. Que nos dure un tiempecito medio presentable.
Mientras sufro la penosa travesía por el desierto que supone no poder concentrarme en la lectura de un libro, a pesar de serios intentos, veo un poco lo que últimamente ha nutrido este blog.
Los Talking Heads.
Corea del Norte.
La cuestión política del estado.
The Office.
La web de Orsai.
Todo tan deslabazado e inconexo que me da hasta apuro. Menos mal que la realidad política me echa una mano, me da tantos motivos para deprimirme que luego todo es alegría a su lado. Eso evita que 1. vaya al médico a que me recete algo que favorezca mi concentración y 2. que someta a los incondicionales a una serie de monográficos sobre músicos que han llamado mi atención, que empezaría por A reminiscent drive y acabaría por las Zhané. A la altura de la letra C, o antes, todo el mundo abandonaría entre quejas y recriminaciones y menciones a la Enciclopedia y otros improperios.
Ayer fue el día de los Inocentes, y eso constituye otra pequeña ayudita. Entre noticias de falsos fichajes y falsas bajas de jugadores (parece que sólo la prensa deportiva se atrevió con las bromas - la prensa general parece estar llena de ellas prácticamente cada día), me llama la atención la broma radiada por RAC1 a eso de las 11 de la mañana, cuando invitaron y entrevistaron a David Bustamante, que presentaba su última flatulencia, y a lo que se ve tenía cosas que alguien consideró interesante oir sobre ella.
Señores de RAC1 : aguanté, porque es posible que fuese lo más prudente, el silencio otorgado al tema del 15-M. Comprendo, dinero manda, los progresivos acercamientos al poder (lo del sol que más calienta). Pero igual que (espero) nadie se plantea tertulianos al estilo telecinco a primera hora, uno tiene que tener cierto criterio y no arrastrarse por el lodazal. OT es el lodazal, es el estercolero, y ya ha habido demasiados deslices con insufribles musiquillos que se insertan con calzador en eso que llamáis Racústic. Cuidado conmigo, RAC1, jugáis con fuego porque puedo hacer mucho daño desde esta trinchera.
Justo esta es la frontera que no franquearé (pues incomprensiblemente encuentro fascinante esa intro con cuerdas y guitarra ligeramente cinematográfica). Aparte de esa extraña fascinación respecto de la chica, que nunca sé si es guapa o no. Ésta y Bebe, de la que parece que ya haga muchísimo tiempo.
A la espera de un siguiente post, y como ya sabes (me niego a emplear el Vd.) que cuando uno tiene palabras dentro de sí hierven y hierven hasta que salen como una olla a presión...empiezo a redactar un primer borrador de lo que ando pensando que debo decirte, para que me repliques, o para que me digas que sí que tengo razón (el tono condescendiente o no tú lo eliges), o para lo que surja. Primer borrador que en mi caso casi siempre es el último y definitivo.
Después de ir leyendo cosas que has escrito, tanto algunas concretas y públicas como otras más intimas y abstractas, debo confesarte mi admiración por tu determinación y voluntad a favor de la cultura como gran valor de la humanidad. Aunque comparto alguno de los planteamientos de Antonio Tello (los escritores comen, sus familias también, y eso), sí que estoy de acuerdo en que la red, o la crisis, o el colectivo de gente que creamos lo que sea con nuestros blogs, o mejor todo eso y muchas cosas más sumadas, hemos generado poco a poco una realidad diferente, que puede crecer y ser una alternativa, o no, aún es pronto para decirlo. No sé si hablar de mundo nuevo o viejo es como yo lo definiría. No sé si extrapolar lo que parece que puede ser un éxito en ciernes con orsai a toda la estructura de la industria cultural, o a otras, es muy acertado. Que la cultura debe poder intercambiarse y difundirse con plena libertad es algo que comparto. Cierto tipo de cultura que admita cierto tipo de soporte, por eso. Que quién arriesga su dinero o su tiempo o lo que sea que podría emplear en otra cosa para crear cultura, debe contar con alguna seguridad de que eso no va a ir al río, hay que tenerlo en cuenta. Haces mucho énfasis en la eliminación de los intermediarios en los procesos, y el nuevo mundo sí permite que haya un canal directo entre quién crea y quién disfruta/consume/usa/prueba su creación. Los intermediarios en ese proceso no aportan gran cosa. Pero este mundo viejo, que aún durará un tiempo pues todo está demasiado bien montado, los intermediarios, o los comisionistas, o como quieras llamarle, todavía son un elevado porcentaje de la masa laboral que, si fulminamos, habría que emplear en otro sitio. No sólo hablo del especulador que pega la mordida en cualquier transacción de dinero, hablo también de la recepcionista de la oficina de la naviera que permite que en Barcelona pueda comerme un mango de Costa de Marfil o un plátano de Ecuador, hablo de la cajera a salario de mierda que te cobra las cosas en el Dia o en el Caprabo, que no son otra cosa que empresas de distribución, pues no vas a la fábrica a comprar un paquete de macarrones o a la huerta a llevarte los tomates. Por no mencionarte al pobre desgraciado que, tras quedarse en el paro, va tirando de cargar la furgoneta con cosas para llevarlas de un lado a otro.
De acuerdo con que el que todo eso nos haya llevado a un mundo de bancos y aseguradoras y auditores y consultores no es el mejor de los argumentos. De acuerdo con lo nocivo de las acciones de los encorbatados.
Así que Hernán, creo que mientras se junte el dinero para garantizar ese 2012 de la revista es bueno que retozemos en ese modelo y se insista en las bondades, pero en algún momento se habrá de volver a la realidad de la creación. Que creo que es lo que se espera.
Odio esos libros de autoayuda que casi siempre firman autores hindúes o nepalíes. Los odio porque engañan a la gente y le hacen pensar que su vida será perfecta sólo con cumplir los preceptos y tener siempre una reacción sosegada y tranquila hacia las cosas. Porque pretenden convencer a todo el mundo de que la felicidad está en su interior, y no en el interior de una limousine rodeado de bellezas dispuestas a todo y champagne del caro. Ni en un sitio, ni en el otro, opino. Pero, donde quiera que esté, estará alejada de esas patrañas que lo único que hacen es suministrar frasecitas estúpidas disfrazadas de trascendentales, frases que esconden consuelo para las derrotas y modestia para las victorias. Frases que sólo hacen que agrisar la vida en vez de iluminarla, pues los mismos remedios rara vez sirven para las mismas enfermedades. Veis, tan perniciosos son, que a uno se le pega lo de las frases lapidarias. Eso sí es markéting viral: Tagore, Rampa, todos los demás. Mi desprecio no es gris. Es de un negro definido sobre el blanco ligeramente luminoso de una pantalla.
Entonces cómo empezar si descartas frases como aquella de llorar por el sol y salir las estrellas??. Porque esa es justamente la sensación en The Office ahora que, visto el décimo episodio de la octava temporada, me doy cuenta de que el enorme vacío dejado por Steve Carell/Michael Scott (aún espero verle aparecer, aunque sea por teléfono, haciendo un cameo más adelante), podría ser suplido, de una manera diferente, compleja, algo turbulenta, por James Spader/Robert California. Un ejecutivo seguro de sí mismo, arrollador, cultivado, que parece contar con un turbio pasado. Que aplasta al comité de tres que le entrevistan, con su chulería que no es altiva, con sus máximas a las que no son capaces de responder, con un magnetismo que les hipnotiza.
Quizás en el fondo quiero pensar que Spader es el camino que salva la serie de su desaparición, aunque uno sea consciente de que sin Scott todo sea diferente, que puede ser que empiece otra serie con planteamientos distantes del inicial. Como si esto fuese una alegoría de que en el mundo ya no hay sitio para jefes escasamente cualificados que dirigen con un alto porcentaje de una teórica y temida trilogía intuición/improvisación/emoción, para dejar todo en manos de los tecnócratas. Spader aporta matices diferentes a los de Carell, por su perfil de actor ligeramente de culto (no tanto como Norton pero más que Damon), se le ve incapaz de trufar los diálogos de cuchufletas y otros efectos vocales, incapaz también de los patéticos intentos de hacerse querer propios del Scott más delirante. Los matices del personaje lo alejan de ese arquetipo, lo convierten más bién en quien es capaz de abstraerse de largas reuniones anodinas mientras calcula cualquier otra cosa. Lo importante, para los sumisos fieles: hay una puerta a la continuidad, no a una continuidad patética y arrastrada, si no a una especie de nuevo florecimiento. Para que esa oficina en medio de un polígono de una pequeña y fría ciudad americana del estado de Pennsylvania pueda ser, por algún tiempo más, un sitio donde algunos nos sintamos en casa.
Pero ahí acaba la poesía. A veces uno quiere pensar que las cosas más extrañas pueden partir del comportamiento individual (hoy: un tío vestido de Papá Noël se carga a toda su familia), pero qué hay del comportamiento colectivo. Estas son justo unas cuantas imágenes al azar de todas las que circulan por la red, supongo que convenientemente analizadas y seleccionadas mostrando las espontáneas reacciones del pueblo norcoreano ante la muerte de Kim Sung Il. Imágenes prácticamente uniformes que muestran lloros, cabezas gachas, expresiones de tristeza y desesperación y pesadumbre infinita. Lejos del cava que puso mi padre en la nevera cuando lo de Franco.
Impresiona la escenografía de todas estas imágenes, que me recuerdan ineludiblemente a varios pintores, Velázquez, Goya, y algunos de la escuela holandesa. Como en una coreografía, siempre en primera línea mujeres, a las que les corresponden los gestos más expresivos. Llanto, cara descompuesta, cabeza ladeada, manos en la cara. Expresión de desamparo infinito, tan orquestada y ajustada a lo que cualquiera esperaría que atufa por todas partes. Parece que el hombre de la corbata roja que se aprecia al fondo, en el centro de la fotografía, no acabó de entender las instrucciones. Se debió despistar pues no es fácil componer una estampa así como así. Preguntad a los que van a hacer fotos a los niños para los anuarios del colegio. Pienso un poco en este comentario antes de escribirlo. Parece ser que una de las máximas expresiones democráticas de este país consiste en la depuración más indiscriminada de todo aquel que no siga estrictamente las férreas instrucciones. A ver si alguno de los 3 norcoreanos que visitan Internet va a dar parte de un comportamiento tan sumamente anti-patriótico.
Poderoso estimulante para la creación de muchos sería simplemente imaginar lo que es la vida en un entorno tan hostil. Curioseo en la página web (sorprendente que exista, en un link del delegado especial en Tarragona que mencioné hace días) y me leo el pliego de condiciones en las cuales uno puede acudir allí a hacer turismo. Se permiten 20 personas que deben cumplir con el papeleo (diferente, por cierto, si eres de USA, demonio absoluto para ellos, de Japón, o de la otra Corea, las condiciones se endurecen), junto a requisitos bastante fascinantes (ser ajeno al mundo de la prensa, p.e.). No se responsabilizan de los daños que puedas sufrir tú o tus pertenencias. No puedes acceder con teléfono móvil, cámara de video, o nada que te localice vía GPS.
Puedes entrar un ordenador pero no debe tener acceso a redes. Naturalmente inspeccionarán todo lo que entres (lo harán, seguro). El viaje lo hace una delegación integrada por visitantes y, seguro, unos simpáticos, relajados y nada escrutadores guías que se encargarán de que no podamos ver nada inadecuado.
O si lo vemos, que podamos olvidarlo. Motu propio o con su ayuda.
O si lo hemos registrado, para no olvidarlo, que ese registro se volatilice.
Muy curioso, que China sea el estado que da cobertura a Corea del Norte en este aislamiento único en el planeta. Que tienen la Bomba, y que parece que a nadie le preocupa tanto como a Iraq hace unos lustros. Podría tener algo que ver con el hecho de no estar sentados sobre ingentes cantidades de petróleo.
La señora del kiosco de la esquina testificará si es necesario: mi post sobre los Talking Heads fue anterior a que viera el editorial de Santi Carrillo en RDL. Casualidades de la vida, esas que tanto enervan a 6Q. Ni por asomo esperaba que RDL sacase ya su número de enero, que si la memoria no me traiciona era más de salir en la última semana del año. Da igual.
Así tengo una semana más para ponerme al día en ese gusto particular (con mala leche diría peculiar) de una revista de indudable referencia, la mejor obviamente de las pocas especializadas en música en castellano, pero que siempre parece hacer sus votaciones de final de año mirando con el rabillo del ojo a otras. La web de Pitchfork, por ejemplo, que se despacha con un suntuoso cúmulo de información de esa que nos vuelve loco a los enfermos. Artistas favoritos, o no, da igual, hablando de sus favoritos del año, sean discos, programas de televisión, platos, o frases de canciones de Morrissey. No digo que RDL no tenga su propia personalidad (en los tiempos que corren, más les vale: la revista cada vez tiene más contenido y menos publicidad), pero me desorienta algo ese vaivén entre la excentricidad absoluta y la obviedad, esa ley no escrita de compensación entre locura y previsibilidad.
Que este año se ha decantado por lo segundo : el disco del año para RDL es Let England shake de PJ Harvey. Lo cual revela un merecido respeto, pues PJ Harvey es una gran artista de un prolongado recorrido que no ha tenido apenas errores (corrijo: su único error fue cantar a dúo con Björk un archisobado cover de Satisfaction), y que de vez en cuando publica algún disco magnífico, aunque dudo que sus discos hagan cambiar la historia de la música. Me extraña en la elección de RDL que el disco sea del mes de Enero. Once meses son mucho tiempo para olvidar ciertos discos a favor de ciertos otros. Pero eso debe significar algo bueno a favor de la Harvey, con lo cual deberé revisar el disco con la misión (con el cargo de conciencia) de encontrar ese algo que lo ha hecho tan especial.
De hecho, si me he fijado aún más en el disco es gracias a la inclusión de una de sus mejores canciones en la compo de regalo de John Self. Todos se me adelantan, mierda (ves, 6Q?).
Pues empiezo a notar que la situación económica repercute en la música. Mucho folk de laptop, producciones que suenan planas en su efectividad, pero a las que les falta ese lustre de los grandes discos de la era pre PDP: las orquestas de 70 miembros que se contrataban para meter cuerdas en un minuto de un tema secundario de un álbum, las portadas desplegables, los estudios en las quimbambas a los que se acudía porque el entorno natural favorecía a los músicos en el proceso inspirador. Lo que son las cosas, ya se pueden hacer discos dignos con cuatro duros, y, como consecuencia, ya sólo se dispone de cuatro duros para hacer un disco.
No sé por qué, por eso, la voz algo gatuna de Harvey me resulta algo similar a la de Björk (como me pasó con Joanna Newsom). Eso, hace años, era una garantía. Ahora, con esa Björk (muy pesadita por el facebook, como con conciencia de culpabilidad del regalo que ha hecho al universo) contando ya como ex-artista, puede que sea un hándicap.
El libro del año para RDL fue Libertad de Jonathan Franzen. Tomo nota, pero ya no caben más en la pila.
Cuanto tiempo hay que alargar una excelente serie para que no deje de serlo?. En qué punto exacto es oportuno decir "basta"?. Tengo dos cosas claras : los ingleses se pasan de pronto, los americanos se pasan de tarde (las series españolas se pasan de tardísimo, especialmente las que causan severos daños). Los ingleses se sacuden las series en dos temporaditas de escasos y cortos capítulos en las que apenas llegas a intuir ciertos personajes.
Las dos referentes inigualadas en series de perfil dramático (The Sopranos y The Wire) se saldaron con 6 y 5 temporadas respectivamente, abandonando (qué otra palabra lo describe mejor) a sus audiencias en sus cúspides totales de calidad.
En el pelotón de la comedia las cuentas no están cerradas: de mis absolutas 4 favoritas, tres permanecen en antena aún (Modern Family, 3, The Big Bang Theory, 5, The Office, 8) y Entourage ha echado el cerrojo con una octava temporada de ocho capítulos, como si de un equipo de producción supersticiosamente chino se tratara. El final de Entourage quizás no fue todo lo apoteósico que uno hubiese esperado (sin spoilers : pensé que algún último giro lleno de crueldad acabase con la vida de uno o más de los protagonistas). The Office parece que pueda acabar también en una octava temporada que actualmente estoy viendo, de una manera desordenada y anárquica (mezcla de la impaciencia que tengo por verla y el caprichoso orden en que se completan las descargas en mi emule). The Office sin Steve Carell no acaba de ser lo mismo. El binomio de personajes Michael Scott/Dwight Schrute era un centro de equilibrio en la trama que costará restablecer, por empaque que tengan los actores (p.e. James Spader, Kathy Bates) con que se pretenda compensarlo. La séptima temporada, con la despedida del personaje, fue tan desmedida en lo bizarro de algunos capítulos como en el tono emocional. Imposible abstraerse de ello para los muy fieles. Siete temporadas son muchas, y no hablamos de las escuetas temporadas británicas, hablamos de cerca de 200 capítulos conviviendo con el personaje creado por Carell. Jefe patético, poco ortodoxo, de salidas extravagantes y reacciones emocionalmente esquizoides, cualquiera relacionado con el mundo del trabajo en un despacho encuentra en los personajes de The Office patrones fácilmente reconocibles en el mundo de las corporaciones de tamaño mediano, esas que tienen centrales y sucursales rentables y no tanto: el compañero trepa, la compañera que trabaja para no aburrirse a pesar de tener la vida resuelta, aquel cuyo talento compensa su escasa formación, aquel cuyo formación convierte en el iluminado de turno, el chalado que vive intensamente la empresa, aquel de la punta que nadie sabe a ciencia cierta qué hace, aquel en la otra que se sabe a ciencia cierta que no hace más que esperar plácidamente su jubilación, el topo que todas las centrales sitúan con efectos intimidatorios. Comerciales escaqueados, comerciales apoltronados, comerciales desesperados. Casi 200 episodios dan para mucho, y hay que disculpar que en medio de toneladas de mala gaita (porque hay mucha mala gaita volcada) se haya escapado alguna cucharada de azúcar en la relación de Pam y Jim o en la propia historia de Michael y Holly (detonante con el cual los guionistas parece que finalmente cuadran la salida de Carell).
Steve Carell, actor al que el tardío triunfo ha llegado pasados los 40, supongo que ha optado por no quemar definitivamente su carrera, aunque sus pinitos en el cine (Little miss sunshine, Vírgen a los 40, y Superagente 86) han sido recibidos a un nivel más bién minoritario. No sé que es lo que ha pasado por su cabeza, pues la desaparición de su personaje hará, casi seguro, que la serie precipite su final. El mismo Ricky Gervais se lo ha recriminado, consciente de los pingües beneficios que la serie reportaba a su cuenta corriente. No podemos saberlo, como él mismo diría, no disponemos de la tecnología necesaria.
Debo pedirle a 6Q que no deje de poner esa foto que tomó ayer en la Bonanova con la BB. A pesar de que la calidad de las fotos que las BB toman es infumable. Adelante 6Q, pon esa foto y escribe ese post. Y ten en cuenta que el que yo te chafe los post responde a una mera cuestión matemática. Somos del mismo año, compartimos ciertos gustos, en esa carrera por la acumulación de experiencias para prácticamente nada que es la vida humana, andamos empatados, o parejos (va, es Navidad, tú vas algo adelantado). Así que con mi ritmo de deglución de posts, que es de unos 20 o así al mes, abordo esos temas antes que tú, que, sin mi insana manía, andas por los 2 0 3 a los que nos has (mal)acostumbrado. Así puedes hacer el rondinaire, entrañable palabra intraducible en catalán, pues la que más se le parece, gruñón, no tiene nada que ver. Rondina el niño al que le da pereza que le saques de delante de la PS3 para llevarlo al Tibidabo, y luego se lo pasa de fábula. Rondina el amigo que no encuentra una hora para tomarse una cerveza, porque tots anem de cul, y luego esa hora se harían tres, o hasta las tantas, que la mujer me mata. 6Q, por último, antes de desearte felices fiestas, a tí, y a los pobres incautos que siguen viniendo aquí a observar neuras o brotes psicóticos... a mí también me chafan algunos posts, qué puedes hacerle, ésto es algo global y, series, películas, libros, sensaciones de mareo, modalidades de dolor de muelas, siempre, alguien, estuvo allí antes.
Sin ir más lejos, lo que me pasó con John Self y los Talking Heads.
Yo iba a hablar algún día de los Talking Heads, que quizás, desestimados los Pretenders, los Fischer-Z, o los Cars, fueron la primera banda adulta con la que me sentí identificado. Debía ser 1981 y no paré hasta tener sus primeros 4 discos hasta entonces, hasta hacerme una composición de lugar.
He buscado (media hora, no creáis que más, escribir es, últimamente, lo primero) para averiguar qué coño hizo que la banda se disolviera, unos diez años después. Si fue un petardazo o una traca. Si hubo un sólo tiro en la nuca o impactos múltiples de metralla. Si fue un accidente o una muerte natural. No pude sacarlo, mucho escrito, poca chicha.
A partir de aquí mi relato se nutrirá básicamente de conjeturas.
David Byrne acude una mañana de 1990 al estudio en el que hace tiempo grabaron Naked. Están metidos en las sesiones del siguiente álbum. Es 1990 y aún se hacen álbumes. Esta vez lleva una pila de varios discos. Chris, Tina y Jerry ya están acostumbrados, siempre hay algo que le ha llamado la atención en algún disco extraño, y que quiere incorporar al work in progress del nuevo disco. Un ritmo, un instrumento, una armonía vocal, un cierto efecto sobre un cierto sonido. Pero ese día no llega, ni de lejos, a tanta concreción. Habla del espíritu de una canción, de una fuerza que fluye desde la segunda estrofa. Se sorprende de que nadie lo perciba, se echa las manos a la cabeza.
-Vamos David, no sé qué podremos hacer para conseguir algo parecido, pues no sé a qué te refieres.
-Ves? Así es como yo lo veo, no sabes por qué, pero la canción sufre un cambio, y se nota un cierto misterio que rodea el sonido, que lo envuelve.
Los otros tres se miran. Tina toma la palabra. Con ese acento neoyorquino de clase media, y mirando de reojo a Chris y Jerry, adelanta algo la cabeza, detalle que muestra una cierta contundencia, y sube algo el tono, detalle que confirma la contundencia, para dirigirse a David.
-No lo veo claro. No sé oírlo, y entonces no sé tocarlo. Sigamos con lo que teníamos ayer y ya veremos si después encontramos algo que se parezca entre lo que ya hemos hecho.
-Lo de ayer no sirve. Para nada. Ni un segundo.
-Vamos !! Algo debe funcionar ahí. David. No toda la música que te gusta puede encajar en lo que hacemos. Perdemos nuestra identidad entonces. No la perdimos con Brian hace años, no debería pasarnos ahora.
David Byrne baja unos milímetros la cabeza. Agarra firmemente la botella de agua empezada que hay sobre la mesa, parece que se apoye en ella para levantarse súbitamente y girar la espalda a su grupo. Da un pequeño trago mientras mira por la ventana del estudio.
-Esto se acaba.
-No, David. Tú acabas esto. Que es muy diferente. Qué hay de ese tema para Something wild, qué de tus discos en solitario con todas esas estrellas de la world music. No entendemos nada, David. Hicimos esas canciones, invitamos a esos músicos exóticos con esos extraños instrumentos para, cinco, diez segundos de canción. Los vientos, David, no sabemos qué pintan tantas trompetas en nuestras canciones, nada te dice que de aquí unos años un grupo con nombre de archiduque austríaco vaya a imitarnos, (ellos dirán inspirarse), por nuestros primeros discos, pero, los vientos ??. Hace falta que ese espíritu regrese, David. Guitarra, bajo y batería, y tú, David, cantando. La gente ya no encuentra tu voz irritante, lograste domesticarla, y luego todo ese funk nervioso estuvo bién, el rollo africano de Remain in light, la gente se volvió loca, los críticos nos pusieron por los cielos, pero aún éramos cuatro de NY con pinta de estudiantes, con unos vaqueros y camisas de cuadros, hasta detras de esas fotografías del efecto térmico. Joder, no puedo llevar una camisa de cuadros, o una t-shirt, si toco música latina !!. Deberé ponerme una de esas horribles americanas con un ribete en la solapa, y quizás aprender unos pasos de baile. Dios, el baile !. Era apenas pogo cuando estábamos cantando Psycho Killer en el CBGB, con los Ramones andando por ahí, o con Television, madre, Tom Verlaine se llamaba así por un poeta francés, él lleva ese peinado tan europeo, y nosotros acabaremos tocando vestidos como Pérez Prado ??.
-La gente evoluciona, chicos.
En algún punto de ese silencio los tres pensaron lo mismo: que la evolución excesiva en una banda puede ser casi peor que el inmovilismo. Que una palabra puede convertirse en otra completamente diferente cambiando una sola letra cada vez.
Que la portada verde sobre negro de Fear of music, la frialdad calculada de canciones como Mind, Air o Electric guitar, no tenían nada que ver con el estúpido chimpancé en la portada de Naked y sus canciones llenas de secciones de viento fuera de lugar. Sin contenidos subliminales, sin aspectos levemente insanos.
Que el nombre de esta banda aún era Talking Heads pero que ya no se sentían aludidos.
Tiempo más tarde, sacarían, en la banda sonora de una película de Win Wenders su última gran canción.
13 ministros más bién veteranos, algunos ya muy vistos. Un ministro de economía que estaba al mando de la prestigiosa Lehman Brothers. Una portavoz que se pasa por el forro el permiso maternal, dando ejemplo de conciliación. Ministros con voz de no-do (Montoro: espectacular). Ministro catalán, nacido en Fachadolid, de nombre Jorge. Ministro vasco, relacionado con la industria de armamento. Mas, que se cree el gran hombre por votar en contra. Amaiur, absteniéndose. Adiós cuarto de ESO (O=obligatoria, por tanto gratuita o concertada). Hola, tercero de bachillerato (opcional, de pago). Adiós semanitas que se hacen cortas entre tanta fiesta, hola puentes oficializados.
En seis meses, nueve a lo más, las maletas.
Si algún día me voy, al margen de familia, amigos, conocidos y saludados, puede que eche en falta algunas cosas.
La Rambla de Catalunya, que ha acabado siendo más cálida que el Passeig de Gràcia.
Las calles de Gràcia (quizás las de Sants y las del Raval también) que me quedan por investigar, que no conozco en absoluto ni intuyo apenas.
Las casitas de Horta que nunca tienes tiempo de pararte a contemplar.
Las de la Bonanova que se han convertido en clínicas (abortivas, estéticas, de desintoxicación).
Las manzanas del Eixample llenas de carteles con pisos y locales en alquiler, para pasar por delante y pensar cómo viviría uno allí, qué montaría uno allí.
Un letrero en uno de esos locales, que decía Adiós. Una palabra que, en aquellas circunstancias, estimula poderosamente la imaginación.
Muchas bibliotecas donde siempre encuentras ciertos libros, porque seguramente nadie más los lee.
El regusto canalla del Paral-lel, del cual, oficialmente, sólo queda apenas un par de metros cúbicos de aroma. La esquina del Studio54, dónde alguien me pispó, en 1982, un pin (qué coño pin, se llamaba chapa) de los New Order. Oficial: el primero de Barcelona en llevarlo (que alguien me demuestre lo contrario).
El regusto, no canalla sino parisino, de la calle Trafalgar a primera hora. Cerca del cruce con Girona o Bruc.
Los parques a los que hubiese ido si mis hijos no hubiesen crecido tan rápido.
Las rutas por las que uno puede cruzarse corriendo a 6Q, algún día, incluso aunque juegue el Barça.
Y compré, porque si uno espera sabiamente siempre llegan ciertas ediciones de bolsillo, De qué hablo cuando hablo de correr, de Murakami. Del que espero, quizás ingenuamente, que me empuje a un renacimiento.
Bloggers del mundo, uníos !! No somos capaces, uno a uno, de matar una mosca, pero a ver quien se atreve contra nosotros si decidimos unir nuestras fuerzas. El proceso es fácil: todos debemos comentar cada día los posts de los blogs que visitamos, todos, y cada día. Comentarios escuetos, o largos, o torrenciales, pero de alguna manera, que serán respondidos pues quien reciba un comentario debe contestarlo o hacer referencia, y esa será una telaraña que atrapará nuevos acólitos, y todos nos demostraremos respeto mutuo, por el hecho de observar y comentar el trabajo de los demás, y de aportarle nuestro parecer.
O puede que nos pase lo que a Lucía Etxebarría, a la que lo de comentar públicamente su decisión le ha costado un serio disgusto pues, amparados en el anonimato, ha recibido comentarios y reacciones de lo más agresivo. Analizo lo que dije ayer de ella y no lo veo insultante. No es de mi estilo y se recrea excesivamente en temas de cierto perfil. Quizás le sugeriría que investigase el proceso que le lleva de ganar un premio Planeta a no sacar más de 18000 euros en tres años por su último libro, si eso tiene algo que ver con la calidad de su obra, o con el interés que suscita, tal pérdida de lectores. Si más que quejarse de que muchos han descargado su libro no es más conveniente intentar averiguar si a esos muchos les ha gustado hasta el punto de pagar por él. Porque ciertas recriminaciones hablan de escribir (o de componer, o de pintar) como gestos altruístas, a cambio de los cuales es casi indecente esperar una retribución (pero legítimo recogerla cuando te la entregan). Una vez más, me faltan piezas en el puzzle. Si alguien más docto puede pronunciarse, lo agradecería.
Guardiola decide que ciertos jugadores que han ganado un mundial de clubes con tal superioridad y gusto estético (ergo: objetivo cumplido), merecen unas vacaciones, especialmente aquellos que deben acometer largos viajes en avión para regresar a sus países de origen. Que un club de fútbol no es ni una empresa ni una institución pública es bastante obvio. Pero que, una vez cumplido un objetivo, uno puede descansar o hacer lo que le plazca, es algo justo y loable. La cultura del esfuerzo entroniza aspectos que me parecen estúpidos. En el intercambio que es, en esta sociedad mercantilizada, una relación laboral, los límites deben establecerse claramente. Creo que muchos de los errores que se cometen parten de no cumplir esta premisa. Qué debo hacer, y de cuanto tiempo dispongo para conseguirlo. Si lo encuentro razonable lo hago. Si me sobra tiempo, tú tienes tu objetivo. Puedo quedarme en la oficina perdiendo el tiempo o puedes decirme que vaya a casa. Si lo haces, mañana puede que vuelva más contento y motivado, y piense en como cumplir mi próximo objetivo más rápidamente. Si te das cuenta que me exiges poco, puede que me exijas más en el futuro. Entonces hablaremos de las nuevas condiciones y, si las aceptamos los dos, estaremos otro tiempo con ellas.
El modelo de Guardiola es loado unánimemente (salvo por los de siempre), pero nadie se aplica al cuento.
Todo lo contrario, el nuevo presidente no hace más que exponer tristes panoramas, no hace más que emplear la palabra todos y la palabra unidad, no hace más que buscar las cosquillas a Amaiur (con una nutrida representación parlamentaria producto del más transparente ejercicio de voto), de mostrarles poco o nulo respeto (Juancarlitros más de lo mismo), en fín, corto y pego una opinión absolutamente centrada que leo por ahí.
Si no tuviera una familia extremadamente catalana, volvería a vivir a Argentina ahora mismo. No me había pasado nunca en estos once años de vivir afuera. Pero resulta que ahora el contraste es inmenso. España se prepara para cuatro años horribles (no hablo de crisis económica, sino de aburrimiento monumental, de ausencia de ideas, de gente con corbata tomando decisiones en todas partes) y Argentina en cambio está explotando de pibes con los ojos brillosos.
Entre sueños que se desvanecen, me despierta a muy temprana hora la noticia de que Lucía Etxebarría va a dejar de publicar libros ante el hecho de que las descargas ya superen las ventas. Pues su último libro sólo se ha publicado en formato físico. Tengo algunos de sus libros por casa y les he dedicado muy escasa atención, en cualquier caso sí he leído muchos de sus artículos para el suplemento dominical de La Vanguardia. Me parece monotemática, algo egocéntrica, y no recuerdo una sola de sus frases en tanto artículo, esas que otro subrayaría o anotaría al margen. Pero me sorprende que haga pública esa decisión, que tiene un cierto regusto de pataleo. La red la ha aplaudido, más bién irónicamente, lo cual debe parecerle muy cruel. Puede que ella pensara en algún momento que su rendido público fuese a pedirle que reconsiderara tan tajante medida. Pues también se queja de los escasos ingresos que recibe como escritora por cada unidad vendida. No puedo pronunciarme: escribo gratis, me leen muy pocos, nadie paga por mí por lo que nadie puede exigirme en un sentido de la reciprocidad (sí puedo recibir estirones de orejas, pero son simbólicos y por lo tanto indoloros). De Lucía Etxebarría no sé que puedo esperar a estas alturas. Sé que no es tan recatada como Amélie Nothomb, sé que es prolífica, recuerdo que ganó algún premio. Pero ahora no voy a escarbar en su obra a ver si el mundo podrá recuperarse de tal pérdida.
Hace muy pocos días conversaba casualmente sobre Corea del Norte. Sobre que allí ministros que cometían errores de gran repercusión acababan siendo fusilados. Iba a emplear la palabra ajusticiados, pero hubiera inducido a equívoco. También hablamos de la aplicación de la pena de muerte en China, silenciada en todo lo posible, pero una clara realidad para cualquier chino con tentaciones, por ejemplo, de malversar caudales públicos. Esto es así, y yo (que conozco un par de cagadas judiciales de mucho cuidado) no puedo abogar por la pena de muerte. Pero igual los europeos continuamos pensando en nuestros perfectos (sobre el papel) sistemas políticos mientras Asia prefiere gobernar el planeta desde la discreción y la ausencia de boato. En cualquier caso Kim Sung Il ha muerto, dicen los partes oficiales que cansado y estresado de tanto trabajar para su pueblo. Leo que en Corea del Norte hay 3 internautas. Entre más de 25 millones de habitantes. Hace años que sé de un tal Alejandro Cao, tarragonés que ejerce de delegado especial, comunista convencido por lo que veo. Visito su web, veo noticias algo curiosas, como la apertura, hace más de un año, de un restaurante italiano en Pyongyang, gracias a la formación de sus cocineros en Italia (con escasa modestia manifiestan que sus cocineros ya son tan buenos como los italianos: no sé). El mundo tiene esos rincones (no pequeños rincones: Corea del Norte es un país de unos 120.000 km2.
Quizás esa es la imagen: sentado en una avenida desierta en Pyongyang, en la pose oficial establecida por las leyes del país, leyendo un libro de Lucía Etexebarría, o lo que de él haya dejado la censura norcoreana. Mientras las cuerdas sintéticas parece que quieren volver a acercarse, pero se alejan.
Pensaba en una de esas plazas cuadradas de los pueblos, con sus arcos y sus soportales. En ventanas con marcos de medio punto tras cuyos cristales se irían asomando los curiosos, a medida que oyeran la música y comprobaran lo idóneo de aquel cielo estrellado, progresivamente más fascinados.
Sonó el teléfono y recordó que le dijeron que le llamarían, cuando pudiese recoger el certificado de defunción que había solicitado. Descolgó y oyó una voz femenina fría y templada :
-Esperábamos que mostrase arrepentimiento, pero no de esta manera.
Colgó de inmediato, aunque, a los pocos segundos, le resultó algo confuso recordar si no había sido ella quien lo había hecho antes.
Se quitó la corbata y se puso rápidamente unos tejanos.
En el ascensor, notó otra vez el olor de aquel perfume que no soportaba.
Aguantó la puerta del edificio para que el cartero pudiese entrar, y cruzó la calle sin mirar.
En el último párrafo de mi post Como una cursi canción de Alphaville se narraba tal vez demasiado esquemáticamente (no pasaba de las diez líneas) la historia de Hernán Casciari y el blog orsai.es. Esta historia salió en La Contra de LV del pasado miércoles y he conservado la entrevista con este hombre para releerla un par de veces antes de ponerme sobre el tema. Ya dije que LV del miércoles era jugosa, y no sería justo ni aprovechar tema por tema para aportar mi punto de vista, ni ignorarla por completo para hacer peligrosos alardes de imaginación sin sentido. Punks indonesios rapados por autoridades islámicas (que les facilitaban adicionalmente ropas más bonitas que las que llevaban). Quim Monzó diciendo que els bombin a los que no quieren leer. Lucía Extebarría sugiriendo si no es mejor prohibir a nuestros hijos los libros que queramos que lean. Pero lo de Hernán Casciari no puede zanjarse de modo tan breve.
Casciari es oriundo (parece que sólo a los argentinos o a los uruguayos les pegue ser oriundos de los sitios) de Mercedes, Argentina, y reside en Sant Celoni, que, muchos sabréis está a los pies del Montseny. Llama a su pueblo de residencia "la montaña". Habla de la web y de cómo publican una revista sin publicidad de ningún tipo, para la gente que está suscrita, pero que, una vez se venden los ejemplares, pasa a ser de acceso gratuito en la red. Intercala la pequeña historia que hace que viva en Sant Celoni. También la trayectoria de cómo la web empezó siendo un mero blog para que siete (siete!) amigos argentinos leyesen de sus andanzas. Los premios que obtuvo. Que el crecimiento le llevó a publicar en prensa hasta que se hartó de los imperativos de la prensa comercial. Visitar sus colaboraciones en la web (reseñas entusiastas de series, su propio blog que se vuelve otoñal a medida que amigos argentinos afincados en Catalunya van decidiéndose a regresar a Argentina) es un gusto y, para los que escribimos con cierta ilusión neo (o post) adolescente, un estímulo. Buscad por su nombre y trieu i remeneu. Todos conocemos argentinos afincados aquí. Que sabemos que se pasan el día hablando, que se sientan alguna tarde de verano en el parque con su termo y el cacharro ese del mate. Siempre pensamos que son psicoanalistas o de alguna especialidad médica. Que cuesta distinguirlos de los uruguayos, y que unos y otros arquean una ceja en disconformidad si llegas a confundirlos. Quizás pensemos que vinieron por fortuna y ahora vuelven con un chasco bajo el brazo. No todos. Otros vinieron huyendo de esas décadas no tan lejanas donde las dictaduras hicieron daño. Tampoco, otra vez, no todos los argentinos son Andrés Calamaro, no todos son Martina Klein. Nosotros pensamos que nunca pierden su acento, ellos piensan que lo perdieron demasiado. Pocas veces aprenden el catalán, algo habrá que recriminarles. No sé si Hernán Casciari habla o no catalán pues Sant Celoni no es Barcelona. Tampoco atino a interpretar si su obra en internet (obra, sí: inteligente contestando sospecho que soy periodista, como si de un oficio sobrevenido se tratase), es la de un argentino global desde Catalunya o la de un castellanoparlante catalán hacia Argentina. Todo es mestizo, todo es bastardo, a freír espárragos la sangre azul. Reseñaba libros (volveré a hacerlo; dadme un tiempo), también películas, pero cuesta encontrar alguna que estimule lo suficiente. Las grandes series habidas (para tranquilidad de 6Q), con la excepción de Deadwood, son como una lista cerrada con siete candados. Me da vergüenza colgar más links con canciones anteriores al 1996. O sea que alguna salida, aunque sea transitoria como el área de descanso donde paras a repostar, debía buscar. Reseñar webs y otros blogs?. Claro, cómo no.
Aquí somos unos cuantos los que pasamos de los cuarenta. Que fuimos niños, aunque la perspectiva nos engañe y haga que parezca luminosa, en una época muy oscura. La dictadura tenía muchas cosas absurdas, difícil decir cuales lo eran más. Las trabas a los productos de otros países, por ejemplo, fueran coches, publicaciones, o productos de alimentación. De manera que los bienes de importación acababan siendo exclusivos de ciertos privilegiados. Recuerdo ciertas marcas de queso francesas, quizás suizas, pues aquellos anuncios llenos de verdes prados y de vacas perfectamente bicolores nos hacían pensar, al menos a los niños que entonces éramos, que un simple mordisco nos elevaría por encima de aquellas montañas nevadas.
Ahí podría estar oculto el motivo primigenio por el cual me cae tan bién Ricky Gervais. Porque ya superé mi filia de hace décadas por el humor inglés, esa especie de filón que TV3 explota hasta la saciedad, como si nadie supiera decirles que ya hay bastante Mr. Bean. Son pocas las series inglesas que me fascinan, en parte por cierto razonable uso de la contención (rara vez pasan de dos o tres temporadas, que siempre son bastante parcas en número de capítulos), pero en definitiva por que siempre me parece que conservan cierta tendencia feísta, algo histriónica, una especie de dirty realism que no acaba de convencerme. Quizás Inglaterra necesita su California, véte a saber. Pero Ricky Gervais (sin olvidar a su socio Stephen Merchant, que parece una especie de ideólogo en la sombra, una especie de tipo de los teclados de los Pet Shop Boys) empieza a fascinarme.
The Office, la inglesa, no porque haya sido superada por la americana (van ocho temporadas, en la última de las cuales tiene que enfrentarse al hándicap de la baja de Steve Carell) debería olvidarse su condición de producción seminal, casi anticipándose al terrible malestar que la jodida palabra que empieza por c ha extendido sobre las oficinas y las empresas que tienen filiales y sufren procesos de fusión y absorción. O mostrando todos los tópicos de la aburrida vida en los despachos, con todos los submundos capaces de generarse (sabemos de qué hablamos). Con los rumores, las charlas de café, las reuniones a puerta cerrada, las reuniones a puerta abierta, los silencios cómplices y los silencios culpables. La genialidad de la producción americana (de la que estoy disfrutando su séptima temporada: para aullar) sólo es posible porque Gervais concibió esas dos cortas temporadas de la inglesa, con otros personajes, otros actores y, dijo Gervais, peores dentaduras. Sólo que Gervais plantara esa semilla hizo posible que, años más tarde, Rainn Wilson diese vida a Dwight Schrute, impecable secundario que acapara escenas, personaje arquetípico y demencial, ante el que la veneración más absoluta queda como la única de las opciones. The Office, la inglesa, data en una época valle en la cual las empresas están entregadas a sinergias, economías de escala, mejoras en el mapa de costes, y optimización de recursos. La cosa está cruda pero se adivinan otras opciones. La americana, de la sexta temporada en adelante (muestra de la rabiosa contemporaneidad de los guionistas), ya es una serie puramente de terror. Terror a la incerteza. Terror a la depuración. Habrá quien recrimine el pequeño exceso de almíbar en la relación del matrimonio de Jim y Pam, que no deja de ser el pequeño oasis de normalidad y voluntarioso american life style reservado como guiño a las mayorías. No sé que pasará sin Steve Carell, alma absoluta de la serie. Los zombies que le rodean dan suficiente de sí para sostener suficientemente las tramas, pero cualquiera que entre en ese despacho ha de saber a lo que se expone. Basta de mantequilla.
Extras cambió completamente el registro de Gervais, si bién se dirá que sólo cambia el hábitat en el cual la mediocridad sobrevive. Llena de personajes escandalosamente célebres interpretándose a sí mismos (Kate Winslet, Daniel Radcliffe...), sus dos escasas temporadas dejaron ya claro que Gervais se atreve con todo, que tiene una agenda bien nutrida de gente haciendo cola, o esperando su llamada para colaborar con él, que apesta a talento por los cuatro costados. Su presentación en la gala de los Globos de Oro, hace cerca de un año, hizo trizas los anquilosados shows llenos de correcciones en guiones y chistes políticamente correctos tan propios de las celebraciones americanas orientadas a todos los públicos. Life's too short, su última creación, será, seguro, tan genial como incómoda. Estrella en ciernes o no, Ricky Gervais ya es una influencia tan omnipresente como casi desconocida para el gran público.
Primero he pensado en lo que me llamaba la atención una de las sastrerías donde Camps obtenía los trajes por los que está siendo juzgado. Cuando uno pensaría en Armani y en Boss y en Zegna el hombre obtiene sus uniformes en una sastrería que se llama Forever young que, por estúpidas preconcepciones (supera ya los prejuicios, Francesc), sería un sitio que yo evitaría escrupulosamente. Quién le pone un nombre así a una sastrería, cómo lo justificas.
Trajes para hacerte parecer siempre joven? (porque hay que parecerlo, sentirlo ya lo sabemos que te sientes). Como esos trajes marengo o azul marino que acostumbran a llevar todos los auditores jóvenes que envían a hacer trabajo de campo a las empresas, hasta que se presenta el pez gordo, el senior al que te toca explicarle que no se la estás metiendo doblada, que es jodido que las perspectivas no mejoren y que has tenido que ajustar algo las cosas para que a los socios no les entre el pavor, pero aún menos a los bancos, a esos ni el pavor ni el aire frío de la calle puede entrarle, que si me quitan las líneas de crédito, anda, echa un vistazo por la rendija de la ventana, ves todos esos, pues la mitad,o más, a la puta calle. Va echa la firmita y si acaso ya vemos el año que viene.
Pero cualquiera puede ponerle un ridículo nombre a un negocio y salir triunfante.
Podría seguir por la cuestión del sentimiento de la juventud, pero 6Q ya estuvo allí, hace bien poquito. Para que vea que él también nos pisa las cosas a los demás. Navidad, tiempo de reciprocidad.
Y tiempo de listas también. Tardaré pocos días en enterarme de que no me ha gustado tanto el que muchos dicen que es el mejor disco del año, que ni tan siquiera me he fijado en la mejor canción del año (desde Girls de los Animal Collective, parece que no entiendo nada), no digamos de la mejor película, puede que la mejor serie (que seguro que sólo está en V.O.), a ver si el mejor libro (yo ya puedo decirlo, a 15 de diciembre, mi mejor libro del año es El mapa y el territorio de Michel Houellebecq). Comprobaré que no todos mis gustos coinciden con críticos o listas de ventas o publicaciones, cosa que me hará sentir cómodo con mi escasa sintonía con lo mayoritario. Me miraré simbólicamente en el espejo y diré que soy único. Como seguro que hace más de uno antes de coger un subfusil y unas cuantas granadas para llevarse por delante a unos cuantos inocentes. Tranquilos, no soy (aún) de esos. Visitaré bananity.com y comprobaré que si tras varias semanas sigo siendo el único ahí al que le gusta Villoro, Almond, o Sylvian, es ya muy cercano al 100 el porcentaje de que yo no pinte nada ahí, a pesar de que mis gustos iniciales llevasen a proponerme a gente mucho más joven que yo. Que he dicho que el tema de madurez y vejez es un tema que 6Q ha bloqueado, de momento.
Los gustos nos definen, a la gran mayoría del planeta que somos los que no tenemos tanto tiempo ni tanto dinero para que nuestro ocio sea siempre activo y nosotros seamos los protagonistas de los libros y las series y las películas. No puedo poner más veces el clip de Common people, no. En un requiebro (en un meandro) de las coincidencias pienso en Jarvis Cocker y en las canciones que compuso para 5:55 de Charlotte Gainsbourgh. Pensamiento que me recuerda la portada de Go-mag, cosas de LV de hoy que me inspirarán para otros días, y una magnífica web, orsai.es, de un magnífico tipo, Hernán Casciari, de esos tipos hiperactivos a los que hay que seguir y contactar como sea, porque tienen ese dón, que me despierta envidia (nunca es sana, la envidia, no dentro de este estado), de pisar la nieve antes que ningún otro.
Nieve que aún no cae, pero de eso aquí apenas se trata.
Para los que se empalagan con la gordura light de Adele, ésta si es la auténtica !!.
Fases en avance de cierta auto-terapia inflingida, cortesía parcial de 6Q : no manifestar aversiones, no destilar vitriolo, no supurar bilis, evitar el ensañamiento.
Avance no significa superación, para nada. Igual que existen los atajos, tal como en el juego de la oca, existe esa casilla cerca del final, la que te envía al principio. Así que sin hacerse ilusiones.
Camps. Urdangarín. Juancarlitros reprobando comportamiento poco ejemplar. Rajoy. 759 millones. Mourinho. Merkel. El aparatoso despliegue navideño. El nuevo sistema operativo de BB. La Esteban.
Dios mío, dame paciencia pero ya.
No sé que traman The XX. Puede que su segundo disco, por la cuestión de las reglas no escritas (las que tienen excepciones como The bends), acabe siendo un bluff insufrible, a medias entre dos situaciones previsibles, fans que quieren más de lo mismo contra fans que esperan evolución razonable. Yo tardé en comprender Black Cherry. Lo confieso, tardé demasiado en comprender que también hay discotecas en la alta montaña. A las que ir a ver qué tal se baila sin tacones, con las UGG Australia. Pero el blog, la web, lo que sea que se han montado en, repito xx-xx.co.uk, que no sé que hacéis aquí cuando allí está todo, la gelidez y la sensualidad, el vicio y la candidez. Las fuerzas y las debilidades. Las amenazas y las oportunidades.
Cierto es que voluntad y actitud no me faltan: pero otra cosa es que esos dos sean los componentes necesarios para compensar el talento. Siempre pongo el mismo ejemplo: tengo unas ganas inmensas de ser neurocirujano, una vocación absoluta, pero eso no hará que nadie me deje operarle el cerebro. Entonces cuando me bloqueo, como hará unas cuantas semanas, necesito empujones, collejas, pescozones, lo que sea. De gente que es inconsciente de que me los da?. Es igual, la reacción se produce y hay un tímido despertar. Porque odiaría dar la sensación de que me atribuyo importancia alguna.
John Self publica un excelente post donde, telegráficamente (precisión quirúrgica), analiza un poco algún que otro hecho del mundo que nos rodea. Me tiro encima a comentar, ganas me daban de ser tramposo y copiar ese comentario, aderezarlo y alterarlo hasta convertirlo en un post propio con todas las de la ley. Una especie de autoplagio inspirado externamente. Pero no. John Self tiene su blog, tiene sus comentarios que gana con su escritura, y es educado agradeciéndolos, cosa de la que yo, quizás porque la emoción me embarga, muchas veces olvido.
Casi a la par, 6Q (al lado de cuyo nombre debería aparecer culpable de una cierta parte de esto a establecer entre el 20 y el 30 por ciento), reemprende tímidamente hablando de Tarantino, de Jobim, de James Last y de la vejez, o no. Otro comentario mío, para demostrar que andaba con hambre.
Finalmente Lydia, que ya sería hora de revelar, y lo haré sin consultas previas, porque si estamos en un país donde los yernos se cascan seis, o más, millones de los nuevos, sin consultar al suegro, yo podré decir que Lydia es madre de 6Q, pues Lydia empieza a sobreponerse a los impedimentos técnicos y cuelga comentarios, que son doble alegría, por recibirlos (ahora sí me acuerdo, gracias !), y por el hecho implícito de saber de ella. Aunque se justifica (no hace falta, éste es aún, de momento, un país libre) por su escasa producción.
A lo que le respondo. Busca esa primera frase. O haz como yo, que ahora podría dar un triple salto mortal y escribir sobre lo que escribo para justificar que no escribo, para, con toda la barra, pretender dar ejemplo. Alguien no muy querido, pero no vendría al cuento explayarme, me hablaba un día de un relato de Cortázar sobre un tío poniéndose un jersey. Yo no voy a llegar a eso. Primero el cuello (lo aprendí de niño), luego una manga y la otra y ya te apañas. Pero se puede encontrar una primera frase, la de una canción que te evoque (luego ya ves que clase de sentimientos prefieres evocar y cuales mejor que no), un título que te equívoque, un anuncio, algo sacado de contexto, un pensamiento puro o impuro, la mirada de alguien sentado en una cafetería, o en como se parece la del coche de al lado a cualquiera de la televisión.
Pues me he quedado con las ganas de calentar el partido del sábado para, a posteriori, alzar los brazos mesiánicamente. Todos sabréis que no podía desear ni pronosticar (conozco gente que pronostica lo que no desea) otra cosa que un triunfo del Barça. Pero ni mis sueños más fantasiosos son capaces de predecir desenlaces más fascinantes y espectaculares que los que está produciendo la realidad. Todo es tan idíllico que uno acaba dándole la vuelta al contador y termina preguntándose si tal cúmulo de unanimidad no acaba por imponerse en exceso y empieza a generar algún tipo de rechazo entre los más propicios al esnobismo. Pensamiento que descarto rápidamente. No tengo porque amargarme a mí mismo este disfrute, por mucho que se prolongue, nunca se prolongará por tanto tiempo como aquellas décadas (74 al 84, por ejemplo), donde lo único que nos esperaba a los barcelonistas era el pobre consuelo de alguna victoria aislada de tanto en tanto.
Y si me quedé sin hablar de ello fue por unos afortunados días de relax, tan reales que ni siquiera me atribulaba el arrepentimiento de no escribir, esa sensación de culpa que a veces me altera los sábados o los domingos. Ni eso. Lo cual no significa que renuncie a ello. Simplemente encontré un placebo que mitigaba la angustia, no había motivo para renunciar a él, y, libre como soy, descansé.
Ya de vuelta, y evitando caer en el ventajismo del ya lo hubiese dicho, observo el follón que se monta en Inglaterra entre los socios de gobierno por las decisiones sobre Europa. No quieren aislarse. Pero no son ya una isla ??. Aún debiéndoles la gran mayoría de mis grandes iconos de la música (lista interminable, pero que en mi caso no empieza con los Beatles), los ingleses, con su sistema de clases y sus extrañas formas de ser, no son un colectivo que acabe de resultarme demasiado simpático. Se me pasó lo del humor inglés y la fascinación por la BBC, y no soy lo bastante alto para llevar chaquetas tan cortas. Todo el mundo se siente bien solo (incluso Adán) hasta que se da cuenta de que necesita compañía. La peculiar situación de Inglaterra (aferrados a su moneda) en Europa me recuerda el constante interrogatorio de mis hijos sobre el lugar en el que hemos estado. Por qué hablan en catalán y no usan la bandera catalana, por qué su nombre es de origen euskaldún, por qué dejan fumar en los bares, por qué están ahí en medio, ni Francia ni España, por qué es tan pequeño. Yo ya no puedo mentirles y decirles alguna de mis absurdas teorías (como que los catalanes queremos tener nuestra propia Suiza bien cerquita, o un lugar donde escondernos si las cosas se complican), por lo que tendré que mirar qué pone en la red, y decirles la verdad. Una verdad que no duele, como pasa con algunas.
Cada cierto número de días, se paraba delante de la pila de libros, y cambiaba el orden en que se encontraban amontonados. Buscaba el itinerario perfecto para salir del laberinto en que se encontraba. Así que, mientras mentalmente elucubraba sobre el número de combinaciones posibles en que podían ser ordenados, sostenía en una mano los libros mientras empezaba de nuevo la pila.
De manera que los días que el arrepentimiento se apoderaba de él, el libro que quedaba colocado en primer lugar era Cuadernos de la velocidad, autobiografía ligeramente novelada de Hermann Waldburg, piloto alemán de rallies de los años 90 que decidió llevar un diario de sus experiencias. Libro que le parecía sumamente sencillo de abordar, dado su estilo ágil y asequible. Le gustaba la idea del espíritu de triunfo y superación que parecía destilar la historia. Pero ignoraba (porque tenía la mala costumbre de desprenderse de los fajines autopropagandísticos que llevaban a veces los libros muy vendidos) la cuestión que había hecho famoso al piloto a posteriori, cuestión capital tanto para que el libro hubiese agotado 23 ediciones en alemán, como para que hubiese sido traducido a 11 idiomas (de entre los cuales sorprendía el turco): un significativo y prolongado epílogo donde, de una manera enigmática, usando acrósticos y anagramas, el autor describía al detalle como había planeado ejecutar el asesinato de toda su familia, a la cual culpaba del stress que sufrió a lo largo de su carrera, que lo convirtió en una persona triste y depresiva.
El estado peligra por nuestra mala costumbre de los puentes y las fiestas entre semana. Hay que celebrar el jueves santo en lunes, el 1 de mayo en 4 de mayo y el 1 de noviembre en 29 de octubre. Primero de año será el 3 de enero si cae en lunes. Todo unificado y cuadriculado, en aras de la planificación que la industria requiere para ser productiva.
La papa reina en mí.
La productividad es la nueva religión, el nuevo canon que ignora circunstancias particulares.
El dislate reina en mí.
Hay que unificarlo y homogeneizarlo todo : los tipos de IVA, las prestaciones, los horarios de las comidas, el número de besos al saludarse, la temperatura ambiente en las viviendas, el color de los cables de la electricidad, el número de páginas de los libros, su tipo de letra. Los campeones de liga, las tallas de la ropa y el calzado, el espesor de las capas de pintura, la composición de los quitamanchas, el calibre de los limones y el grueso de la rodaja que pones en tu copa. El número de cubitos. Los años de cotización, el porcentaje de dinero negro. Los dedos que se levantan para mostrar el tres.
El aturdimiento reina en mí.
Después de tanto tiempo, lo hemos descubierto: es nuestra mediterránea manera de ser, la de defender el ocio como algo integrante de la naturaleza humana, la de alargar la vida en verano, la que nos arrastra al infierno.
El caos reina en mí.
A los ingleses y los americanos les da igual que los iraníes o los afganos les insulten en su idioma, o en cualquier otro. Pero no les caen más simpáticos si lo hacen en su idioma.
La desorientación reina en mí.
Los ministros también lloran, aunque alguno dirá que lloraba porque era una mujer.
El desorden reina en mí.
Quedémonos en casa pensando como producir más. En silencio.
Si uno no quiere sonrojos (y cierto nivel de sonrojo a veces provoca efectos coercitivos), es bueno abstenerse de mirar hacia atrás en lo escrito anteriormente. Pero a veces la cuestión estadística lo requiere. Entonces, uno debe despojarse de devaneos nostálgicos y apreciar el criterio que aporta disponer de cierta perspectiva. Por una parte, para comprobar que se acerca la entrada publicada número 500 (con cierta trampa por la presencia de entradas en dos idiomas), por otra, porque ese breve vistazo me permite constatar un hecho avergonzante: llevo tres semanas y dos días sin reseñar nuevas lecturas.
Cuando, apenas hace cinco meses, me planteaba prácticamente un ritmo de libro diario (planteamiento tramposo, por eso, con libros de menos de 200 páginas). Que era una cosa de locos, lo sé, un sinsentido que solo lleva a la confusión (palabra que hoy me trae de cabeza), pues es humano reconocer que, sobre todo en la ficción, tantas lecturas seguidas acaban por enredarse como la hiedra, y las tramas y los personajes terminan, en ese enigmático lío que es el cerebro humano, por sentarse en las sillas que no les corresponden.
Un tímido indicio que indica que esta fase puede acercarse a su final es que, por fín, he vuelto a alcanzar el nivel de concentración necesario para una lectura algo exigente. Y ese modesto renacimiento está a punto de producirse (muy apropiadamente pues Bolaño prendió la mecha que encendió esta hoguera, por lo cual él revivirá las ascuas) gracias al magnífico, pero curiosísimo, falso ensayo titulado La literatura nazi en América. Obra aparentemente primeriza (publicado inicialmente por Seix Barral en 1993, reeditada por Anagrama), pero en la cual ya está presente el desbordante potencial creativo del escritor chileno. Que se manifiesta de una manera suntuosa, en muchas vertientes. Nombres. Títulos de libros. De capítulos. Evoluciones de la obra de escritores imaginarios. Vínculos entre ellos, imaginería, circunstancias biográficas. Maneras de morir. Alternativas al final de la II guerra mundial. La imaginación y el talento de Bolaño trabajan en este libro a pleno rendimiento. Ahí está la semilla que más adelante es el frondoso árbol de Estrella distante. Está, descarado, ese sencillo disfraz con el cual Bolaño viste a la trascendencia. La literatura nazi en América parece, a primera vista, un ameno divertimento con el cual Bolaño juega a crear un universo literario virtual. Pero en esas descripciones, más sintéticas a veces, más detalladas otras, está oculta la realidad más oscura y temible de la ideología de ultraderecha. La que debe alimentarse de sangre y violencia para crecer. La que no puede celebrar sus ritossin que existan trastiendas de horror y de sordidez. La que precisa del odio como combustible que pone en marcha la maquinaria.
Debo reconocer que alguna de las primeras novelas de Bolaño (Amuleto, Amberes) son recomendables solamente para fans rendidos. No es el caso de este libro. Aquí los grandes trazos de su estilo están presentes. Por encima de todo está su portentosa imaginación, casi abrumadora para los amateur (otra palabra que hoy me desorienta) que nos vemos incapaces de penetrar tan hondo en unas escasas líneas. Resplandeciente como un espejo en medio del desierto y, otra vez, la tabla que me engancha al fragor literario más inmisericorde: el que te obsesiona y te impide conciliar el sueño.
Pocos meneos le he dado desde este blog a nada como el que le propiné a Soldados de Salamina, la película, tanto por las licencias argumentales contrarias a un mínimo sentido de la coherencia, o de respeto a la obra escrita, como por la pérdida implícita de la puesta en escena de una trama tan calculadamente ambigua: las imágenes tan clarificadoras se sacudían despreocupadamente (como las empleadas de la limpieza de los museos que nombra Monzó en su artículo) cualquier atisbo de misterio y especulación. Adicionalmente, un libro del director de la película, David Trueba, anda hace años por mi casa, fruto de una tómbola escolar, sin que exista intención alguna por mi parte de ir a abrirlo: ni ser editado por Anagrama le ayuda. Con todo eso, queda claro que David Trueba es un personaje por el que no siento un especial interés. Aunque sea por el injusto motivo de parecerme un hermanito que florece a la sombra de un más exitoso Fernando Trueba.
Pero resulta que el sábado oigo un resumen de la semana en RAC1. Basté entrevista a Trueba y él, madrileño y residente en Madrid, se expresa en un correctísimo y afanoso catalán (afanoso compensa, completa y complementa cualquier pequeña tara que aleje a correctísimo de la perfección). Cosa que no debería ser tan extraña: ha convivido largo tiempo con Ariadna Gil, es amigo de Pep Guardiola, y parece formar parte de una élite intelectual ligeramente escorada a la izquierda que, desde el centro del estado, desmiente que los catalanes comamos niños o abandonemos ancianos o seamos colaboradores en la sombra bien de la internacional sionista, bien, según el día, del integrismo islámico. Entonces automáticamente su figura pasa a interesarme algo más, con lo que pienso si Cercas no dio el beneplácito a los cambios de su obra, en aras de un mayor alcance comercial, si el libro en los estantes no se merece al menos una lectura de sus primeras páginas, si lo que yo he sido con él no ha sido injusto basándome en prejuicios.
Entonces ayer me pasa lo mismo (no tres cuartos, como dicen los catetos: lo mismo) con Feliciano López. Que lejos de publicar libros en Anagrama o adaptar películas de escritores favoritos es, elegid el orden, tenista (el deporte más aburrido de ver del planeta, tras el golf) y popular de las revistas del corazón más cutre, por sus constantes cambios de pareja. Tenista, pichabrava, merengue. Nacido en la meseta. Con, se entiende, un nulo interés por atraer a la gente por nada que no sean sus méritos deportivos. Lo oigo también en RAC1, comentando la final de la copa Davis. Y habla, él también, en un excelente catalán. Eso me deja, ya, estupefacto. Porque uno podría decir que Trueba es una persona de un entorno culto en el que se aprecia el plurilingüismo, y una pareja catalana, aunque ya se haya separado, es una poderosa influencia. Pero Feliciano López. No le veo ningún motivo para que se haya tomado la molestia de aprender mi idioma, que no sea el más puro y altruista, pues, aunque los del PP se obstinen en negarlo, es perfectamente posible (muchos casos lo demuestran) sobrevivir en Catalunya sin hablar una palabra de catalán, siendo un deportista de élite, siendo cualquier profesional de élite. Sabes que la masa se adapta a tí y a tus caprichos. El conde de Godó no recuerdo que haya dicho una palabra en catalán en su vida, públicamente, por ejemplo. Pero Feliciano López. Que ahora tiene una novia catalana, pero que eso puede durarle tres meses. Porque Iniesta también tiene pareja catalana y pertenece al Barça donde eso es especialmente visible (Begiristain, Bakero, Salinas lo hicieron más tarde o más temprano; Cruyff, nunca). Pero Feliciano López. Que se arriesga a que los de siempre le recriminen que emplee ese dialecto o que se rebaje de esa manera. No mentaré aquella frase de la letra de Pedro Navaja. Hasta eso me ha dejado enmudecido. Puede que luego vuelva a cogerle manía, porque se exceda en alguna celebración merengue (veo lejos las celebraciones merengues, pero eso no toca hoy, toca esta semana, pero no hoy). Puede, pero la realidad es que hoy este tipo me ha caído bien.
Lo cual es triste, en el fondo. Los catalanes vivimos tan resignados y tan retozones en nuestras propias miserias de la realidad, que ya no puede ni ser mencionada en nuestro propio parlamento. Resignados ante la perspectiva de un rodillo que se acerca girando hacia nosotros, un rodillo que nos dirá que tanta gente mandando sobre cosas parecidas no tiene ningún sentido (a lo que diremos que sí) pero que los que dejarán de hacerlo no serán los de allí si no los de aquí (a lo que CiU dirá que sí, que claro, que cómo no). Y encontramos consuelo en estas tonterías, el mismo consuelo del niño que quería ir al cine y comer palomitas, y luego ir a los futbolines para acabar cenando en cualquier lugar de comida basura donde le regalan un muñeco inútil made in Vietnam, para acabar conformándose con ver una copia pirata en DVD en casa.
Triste consuelo, coño, que tres personajes que no son ni la punta del iceberg, porque apenas hay más, decidan sacrificar algo de su intelecto en usar un idioma que no les simplifica la vida, como el inglés que es tan necesario hoy en día, que más bien se la complica, con tanto talibán que se erige en policía del gusto de la mayoría absoluta, que está a solo unas letras de ser absolutista.