El mayor Tom, sin encontrar Strepsils |
Sí: este es uno de esos posts. Lo que quiero decir es que se sabe por dónde se empieza pero no por dónde se acaba. Talita quiere más gente aquí: yo no sé qué hacer al respecto. Insisto: no es que no sepa qué más hacer al respecto, es que no sé qué hacer al respecto. Hace un año, algo más, unos catorce meses, hice aquello de colgar links en Orsai. Qué pájaro descarado era yo entonces. Y funcionó: pero no sé si es porque yo no soy el mismo o porque pienso que Orsai puede que no sea la misma, es una opción que no me siento seguro de repetir. Qué sé yo. Alex, y algún otro, me han sugerido (aunque quizás la palabra animado definiría mejor el tono en que lo hicieron: muchas gracias) que escriba algo. Bueno, han dicho una novela. Yo ya he explicado muchas veces lo de mi inseguridad con la ficción. Si no es muestra de ello ese faux finale, acrónico y borroso, que le dí al cuento de Jesús y el comisario. Si no es muestra eso de lo torpemente que me conduzco imaginando vidas y circunstancias ajenas, ya me diréis. Pero bueno, sí que hay algo que recuerdo con mucho afecto sobre esos amagos aislados y esporádicos, que son los dos experimentos de taller literario virtual. Sobre eso he pensado y tengo dos propuestas.
Pero una de ellas es una propuesta que me hace sentir algo culpable, y por un mecanismo de recuerdos y enlaces de referencias me ha llevado a una curiosa manifestación previa que tiene que ver con un post anterior. Sobre el disco de Bowie. Me estoy dando cuenta de porqué ese disco no llega a convencerme, de porqué a pesar de que algunas canciones están bien construidas y tienen buenas melodías no pasan de eso en mi valoración como oyente: es la voz de Bowie. El sonido se ha respetado para que parezca el de las mejores épocas: pero la voz de Bowie está envejecida, y ya no emociona. Me siento mal diciendo eso. Si pensara que los nazis se arrepentían diría que me siento como un puto nazi. Pero no, me siento mal de verdad, porque es como negarle a Bowie cierta capacidad emocional con su música por una cuestión física y de edad. Quizás se pasó con el tabaco, creo que dije. Pero su voz se sienta sobre esas bases y ya no las domina. Apenas hace lo justo para acompañarlas. Y eso aleja emocionalmente las canciones de su mejor versión.
Decía eso porque venía con dos propuestas, pero una tiene un lado perverso. Siempre he pensado que la mejor manera para probar en la literatura sería empezar con relato corto. Leer un mal relato corto no hace enfadar a nadie. Es como una cuestión de proporción matemática: me enfado si me haces perder mucho tiempo para nada. Así que pensé en dos estructuras para un experimento narrativo, que someto a vuestro juicio:
A) la que implica perjudicar a terceros: alguien se apunta con datos falsos a una de esas webs para los que buscan pareja: con un perfil de esos que atraen. Joven pero asentado en la vida, triunfador pero solidario, culto pero deportista, sensible, algo tímido. Y trazar un cuento con cada una de las personas que se acercan a él, con sus motivaciones claras y las ocultas.
B) la que es inocua: una señora mayor enviuda en plena crisis económica. No ve otro remedio para poder seguir adelante económicamente que alquilar una de las piezas de su piso, fiándose de su intuición para elegir a los inquilinos sucesivos. Cada uno de ellos trae su historia, y habrá una historia final cuando uno de ellos entre un día en la casa y se encuentre que la señora ha fallecido ante la televisión.
Adelante.