Me encanta decir "Ouyé". Lo digo con cierta reiteración y un tonillo chulesco como de tipo francés que vive en una calle de Nueva York de esas que tienen escaleras de incendio que se bajan si eres un poco alto y das un salto. Cuando lo que pasa es que vivo en Barcelona, ciudad que cumple con la norma no escrita que yo atribuiría a todas las ciudades, con la excepción de dos o tres de Irak que no he visitado.
Y es que ves las luces de los edificios y los faros de los coches en bonitas fotos hechas de noche y piensas en qué bello es el mundo y qué grande es tu amor. Pero en el interior de los edificios cuyas luces nos alucinan y tras los volantes de esos coches hay gente trabajando hasta tarde o gente impaciente por llegar a casa. Para que nosotros nos quedemos fascinados por esa imagen unos cuantos se sacrifican gratis. Uy. Cosas de estar unos días alejado. Se me derrama el azúcar y digo cosas que es que no. Decía lo de "Ouyé". Pues eso dije cuando oí el otro día el anuncio de Bankia por la radio. Bankia es una palabra horrorosa: suena a nombre de payaso de circo de origen balcánico. Suena a artista dedicado a los graffitis que se acuesta cada noche pensando que ojalá le llamen de una oficina para trabajar que tanto spray de pintura le está aburriendo ya. Suena a marca de refresco de esas que se presentan con un sabor innovador y lo único innovador es el sonoro fracaso y el inhumano descuento que aplican a su precio los tenderos con tal de liquidar el stock que compraron tras una mala decisión.
Bankia es el nombre que se han inventado para agrupar bancos malos. De esos que han sido horrorosamente gestionados por políticos puestos a dedo y que lo único que sabían de números se limitaba a la negociación de su contrato, de su cláusula de protección y de sus bonus en acciones convertibles. Bankia ha sido rescatado (iba a ponerle un nombre femenino: basta ya de ternura) por una inmensa inyección de caudales públicos que, en la práctica, por la cuestión de los vasos comunicantes o porque el dinero no crece en los árboles, ha supuesto que haya severos recortes en sanidad, en educación, en cultura. El equivalente en dinero que, a través de los impuestos, han entregado los cuatro miembros de mi familia es de 2.400 euros, más de 3.000 Usd, señores del cono sur. O sea, para que Bankia siga adelante yo no tengo unos 160 libros, o tres buenas TV de plasma, o he dejado de comer 100 veces en McDonalds, o he dejado de comprar 4 laptop, o he dejado de ir dos semanas de vacaciones en julio a un hotel de la costa de los de brazalete de todo incluido. Eso sí, sin que nadie me preguntara qué me parecía la decisión.
Por eso creo que tengo el derecho de pedir que, encima, el banco no emita un anuncio con la intención de recuperar clientela, en el que reconocen sus errores y la ayuda que han recibido y dicen que van a volver a empezar por el principio, y ahora, "desde los principios". Los que se pasaron por el forro para llegar a la situación actual. Las segundas oportunidades, esas que todos nos merecemos, ahora nos las pide un banco de mierda. De rodillas, cabizbajo, fui malo, pero he cambiado. Joder. Los hay con cara.
Siempre negativo. Nunca positivo.
ResponEliminaTu segundo apellido había de ser ése: justamente.
Eliminalo siento mucho no volvera a pasar. :) es la frase que te aquest país per fer un reset a les nostres memòries i pensar en quina nova qüestió ens pot fotre una nova òstia.
ResponEliminaSeñores Bankeros: los pasamos por la guillotina precipitadamente. Lo sentimos, no volverá a pasar. Seguro.
EliminaLo de Bankia tiene un nombre: desfachatez.
ResponEliminaNo sé si el anuncio lo dan en otros sitios. En la radio catalana lo dan, en catalán, y me amarga cada vez que lo oigo. Una rabia de apretar los puños y mascullar improperios. Menuda chusma.
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