Cielos de Barcelona, vol III |
Menos mal que los políticos de aquí (de los dos "aquí" con los que potencialmente puedo jugar) no se dedican a lo que los de otros países. Los políticos españoles y catalanes parecen programados por sus respectivos enemigos políticos y a la vez parecen programados para fastidiar a su enemigo colectivo que son sus potenciales votantes. Si una de las actitudes lógicas y naturales de cualquier trabajador es odiar a su jefe queda muy claro que los políticos consideran a la gente que podría votarles como sus jefes, habida cuenta del denuedo con el que se granjean un odio mutuo que no presagia nada bueno.
En España ese cadáver llamado PSOE (no me hagáis recordar a que corresponden sus cifras: la vejiga anda floja) se dedica a sus guerras internas que, seguro, se recrudecerán ante su más que previsible batacazo en las elecciones municipales, donde ya voy vaticinando que no va a obtener más de una o dos alcaldías de las áreas metropolitanas de grandes ciudades que habían sido su feudo.
Su alternativa por la izquierda sigue más pendiente de despejar dudas que de avanzar. Sus líderes han de lidiar con mil y una acusaciones en distintos grados de concreción, todas ellas agudizadas desde que el triunfo de sus equivalentes en Grecia se produjera y, también previsible, el estado griego se enzarce en una especie de lucha a varios bandos que, salvo colosal sorpresa, tiene perdida de antemano.
Y por la derecha el PP, corrupto y putrefacto hasta la médula, se limita a ver cómo sus rivales se debilitan.
Y en Catalunya nada está mucho mejor. Pero ya he escrito mucho para lo que merece esa chusma.
La lectura que marcó la anterior semana y parte de esta fue El huérfano de Adam Johnson, extensa y algo forzada novela dedicada a la cuestión norcoreana, lectura dura en muchos pasajes por cuanto a todo lo que sugiere en torno a la realidad de esa críptica sociedad. Curiosamente, más me reafirma en pensar que hay algo muy oscuro en ese país el leer el mundo de Yupi descrito en el panfleto de Cao de Benós que la lúgubre letanía descrita por Johnson, que a ratos parece obsesionado en incluir a cualquier precio una descripción de todos los posibles métodos de maltrato, represión y coacción a una sociedad por parte de sus gobernantes. Donde Cao de Benós parece el clásico vividor que ataca para defenderse (de lo reprobable que es ganarse la vida a través de sus exclusivas y sus acuerdos comerciales), Johnson debería moderar no su prosa sino su obsesión. Hasta hubiera quedado mejor si hubiera convertido El huérfano en una especie de trilogía multigeneracional. Porque estamos en una sociedad muy hipócrita y muy enfrentada donde es fácil meter en el mismo saco a Stalin, Cuba, Corea del Norte, Chávez, Irán y Pol Pot, donde la Ley de Godwin impera a sus anchas. Yo me creo a Johnson: se me clavan en la mente esas torturas y esa crueldad y esa frialdad perpetradas desde un aparato maquiavélico y desquiciado.
Leyendo ahora mismo: Nos vemos allá arriba de Pierre Lemaitre, novelón ganador del Goncourt en 2013, tremenda y fascinante historia gris muy oscuro.
Americanah de Chimamanda Ngozi Adichie, que tiene más de 600 páginas pero unas críticas bastante unánimes.
Un holograma para el rey de Dave Eggers: tercer intento de comprobar si Eggers es un escritor como el Spórting de Gijón de hace unos años. O sea, intentando acceder a primera división constantemente pero sin capacidad para consolidarse.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada