Vayamos al grano. Si habré insistido veces sobre la condición narcisista e inmodesta que acarrea presentar un blog bajo las señas auténticas no os iréis a sorprender de que el acto inaugural de esta suerte de fase de renacimiento se sostenga firmemente sobre cuestiones personales más de lo que solía sostenerse.
Porque, además, no es que la cuestión pública haya hecho méritos esta semana para eclipsar lo personal con la menor relevancia. O es relevante que un endeble líder de un supuesto partido opositor en caída libre haya posado solemne, firmando al lado de un individuo de la calaña de Rajoy una ley que viene a reincorporar la cadena perpetua al sistema judicial. Para proclamar que la derogará en cuanto acceda al poder. O es relevante contemplar que una situación meteorológicamente excepcional como que nieve en una gran parte de Catalunya acabe siendo, otra vez, un pretexto para mostrar lo precaria que es la unión forzada entre las formaciones políticas partidarias de la independencia. O quizás sea relevante hablar de otro de esos programas basura que acaparan la atención de mayorías tan sustanciales que me hacen acabar deprimido, angustiado y desesperado respecto ya no al futuro de la oferta cultural, sino a la posibilidad de la existencia de su demanda. Más relevante es, lo reconozco, la cuestión del piloto jordano quemado vivo por la turba del Estado Islámico. Aunque seguro que en sus enfermizas mentalidades cabía el pasar a una season 2, toda vez que el espectáculo de las decapitaciones de rehenes empezaba a ser repetitivo. Soy de los que opinan que no hay que hacerles caso. Hay que presentarse allí donde estén y acabar con ellos. No vamos a pasarnos la vida huyendo de una religión absurda para abrazar otra.
Pues no: mi semana está marcada porque me han dicho (me han repetido) que tiendo a imitar a Tongoy. Tongoy es otro blogger dedicado a la cuestión del comentario literario. Este es su blog. Otro devorador de páginas sin ningún sentido de la mesura. Un tipo que abre un libro, avanza en él, muy rara vez lo suelta para dejar correr lo de acabarlo y, en cuanto acaba (a veces compartiendo sus impresiones iniciales o un avance de éstas a través de redes sociales) corre a reflejar sus sensaciones en su blog. Sin recato ni pudor, ni demasiada contención suelta lo que le ha parecido la novela o el ensayo o la colección de relatos y ahí queda eso. Emplea un tono confidente, irreverente y poco académico, un lenguaje coloquial y, aunque ha leído lo suyo, no le duelen las prendas en sustentar sus opiniones, que suelen ser contundentes y tienden al extremismo, en argumentos que más de uno de esos obsesionados en el seguimiento de cierto método crítico calificaría como peregrinos, erráticos, caprichosos o hasta inconsistentes. Lo que quieran: leerle es un placer, y leerle rara vez disuade de seguir leyendo. Su contumacia le ha acarreado no pocas polémicas y desencuentros con figuras de distinto rango del mundo editorial. Cómo no. Como el del dicho, Tongoy no sabe cómo se triunfa pero sabe que queriendo gustar a todo el mundo seguro que se fracasa. Así que no me siento insultado porque se sugiera que lo que escribo recuerda a él.
Pero señores: yo iba primero. Y por mucho que algunos de ellos me causen vergüenza ajena, algunos de mis escritos iniciales aquí contenían justo eso: mala gaita, socarronería, entusiasmo bien o mal encaminado, y ganas de convencer por las buenas o por las malas. No sé si tiene sentido reivindicar ya no haber sido primero (antes estuvo el personaje de Hornby en Cómo ser buenos), sino el ser uno de ellos. Pero cada uno segrega su propia bilis. Seguro que contiene ADN, y éste es el mío.
Ah. Y ya que se trata de aceptar ser hasta cierto punto inspirado por alguien, mencionaría a Rodrigo Fresán y su colaboración semanal en Página 12, que cierto amigo se ha encargado de recordarme puntualmente cada martes.
Lecturas en las que ando:
La gran marcha, en la que tomo contacto por primera vez con Doctorow, uno de esos (cientos de) autores norteamericanos adorados por la crítica. Me gusta, aunque no acabo de comulgar al cien por cien con una narración tan sujeta al clasicismo narrativo.
El huérfano, de Adam Johnson, novelón por encima de las 600 páginas sobre la sociedad norcoreana (sobre las cloacas de la sociedad norcoreana) que, aparte de abrumarme por su algo excesiva duración, me tiene sometido a una especie de dilema. Creérmelo o no, y en qué porcentaje. Algo de Solzhenitsyin flota por ahí, algo de denuncia, algo de desmedida crueldad casi grotesca. Incómodo, lo cual no es malo.
La inmensa minoría, de Miguel Ängel Ortiz, novela barcelonesa cuya solapa menciona a Candel y a Casavella, lo cual es mucho mencionar, y cuyo avance algo tímido aún no acaba de decantarse con claridad. Puede ser Manolito Gafotas en la Zona Franca o puede ser Junot Diaz pasa unas semanitas en Europa.
En la Patagonia de Bruce Chatwin. Inferior a Los trazos de la canción por lo visto hasta ahora. Pero Chatwin es mucho Chatwn.
La ruta del tabaco de Erskine Caldwell. Solo he leído la contraportada, joder. Es un melón por abrir.
Ah. Y ya que se trata de aceptar ser hasta cierto punto inspirado por alguien, mencionaría a Rodrigo Fresán y su colaboración semanal en Página 12, que cierto amigo se ha encargado de recordarme puntualmente cada martes.
Lecturas en las que ando:
La gran marcha, en la que tomo contacto por primera vez con Doctorow, uno de esos (cientos de) autores norteamericanos adorados por la crítica. Me gusta, aunque no acabo de comulgar al cien por cien con una narración tan sujeta al clasicismo narrativo.
El huérfano, de Adam Johnson, novelón por encima de las 600 páginas sobre la sociedad norcoreana (sobre las cloacas de la sociedad norcoreana) que, aparte de abrumarme por su algo excesiva duración, me tiene sometido a una especie de dilema. Creérmelo o no, y en qué porcentaje. Algo de Solzhenitsyin flota por ahí, algo de denuncia, algo de desmedida crueldad casi grotesca. Incómodo, lo cual no es malo.
La inmensa minoría, de Miguel Ängel Ortiz, novela barcelonesa cuya solapa menciona a Candel y a Casavella, lo cual es mucho mencionar, y cuyo avance algo tímido aún no acaba de decantarse con claridad. Puede ser Manolito Gafotas en la Zona Franca o puede ser Junot Diaz pasa unas semanitas en Europa.
En la Patagonia de Bruce Chatwin. Inferior a Los trazos de la canción por lo visto hasta ahora. Pero Chatwin es mucho Chatwn.
La ruta del tabaco de Erskine Caldwell. Solo he leído la contraportada, joder. Es un melón por abrir.
Breve repaso de las lecturas recomendadas por Francesc a las que fui sometido:
ResponElimina-Roberto Bolaño
-Michel Houellebecq
-Ryszard Kapuściński
Todas un 10 (y algunas de las cuales tal vez no me hubiera acercado nunca)
Saludos!
Devuelve a Francesc Bon, impostor.
ResponElimina