David Lurie tiene dos matrimonios fracasados y una hija de uno de ellos, que ya no vive con él.
Es profesor en la Universidad y tiene una prostituta a la que acude regularmente. Hasta que intenta acceder a otro nivel de relación con ella y todo se va al traste. Atraviesa una frontera.
Entonces se lía con una alumna veinteañera y, cuando no acepta que la relación se acaba, ella le interpone una denuncia por acoso ante la autoridad universitaria. Lurie se niega a pedir disculpas o a considerar su comportamiento inapropiado. Por orgullo, sacrifica su empleo antes que reconocer un grado de culpa y arrepentimiento que no aprecia en sí mismo. Otra frontera atravesada.
Hay películas algo cabronas, de esas que te gustan casi hasta subyugarte, pero a las que les reconoces giros distintivos que te resultan, como mínimo, incómodos. Dogville o American beauty son dos clásicos ejemplos que siempre pongo. Bien, pues hay libros así también. Y Desgracia es uno. Desconfío de los premios Nobel, no tengo claros sus criterios salvo cierta excentricidad militante y cierto gusto por el despiste. Coetzee tiene el Nobel, y debe ser el único sudafricano en tenerlo (ahí tenemos otra opción para los Nobel: el exotismo del origen). Tuli me recomendó este libro y Cercles me lo cambió por unas monedas. Literal. Supongo (he de cumplir el decálogo autoimpuesto) que más adelante buscaré más libros de Coetzee: aquí os emplazo para consejos. Desgracia (mi mujer me ha recriminado que ande leyendo un libro con un título tan poco halagüeño) es un fuerte golpe a la conciencia. Primero, recordando a Houellebecq, acerca de los actos que marcan la vida. Después, acerca de esa especie de encefalograma plano en que entra la vida de ciertas personas, superada (si se puede decir así) la cincuentena. Ese dejarse llevar pensando que lo gordo está atrás y vale más una emoción fuerte y puntual que la rutina que se vislumbra en el horizonte. Entonces Lurie ha elegido una emoción pura (por eso no confiesa, porque él busca pasión, y manifiesta que ha sido "enriquecedora" y de ello no puede arrepentirse) y resulta que no tiene fondos para pagar su enorme factura. Se pasa todo el libro huyendo y pronto, de sopetón, encuentra emociones en los lados opuestos. O sea, no en el placer sino en el sufrimiento y la sordidez. Una novela dura y nada autocomplaciente, el enorme mérito de Coetzee es llevarnos de la mano de esta historia y enseñarnos cosas por el camino. Sudáfrica y sus fracturas sociales y el conflicto del apartheid, cuya onda sísmica aún perdura en ese péndulo de acción y reacción que parece no querer parar. Por debajo. Sin apenas mencionar la palabra "negro". Un gran novelista: en el fondo, con el contrapunto de palabras en alemán y, supongo, en afrikaans, Coetzee nos enseña por qué, a pesar de su lenguaje universal, lo que pasa está pasando justo ahí.
Bueno ahora arranqué con Murakami, ya van cuatro libros que dejo en el camino, no servían ni para dormir, o talvez no era el momento para leerlos. Me agendo a Houellebecq y a Coetzee, me encantan sus apellidos.
ResponEliminaNo sé cual es el problema con Murakami. Le pasa a unos cuantos. Con Coetzee he empezado por éste, y probaré alguno más, seguro. Houellebecq es un escándalo: no se calla una.
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