No se ha podido dar cuenta, porque deben ser las cinco de la mañana o así, y aún está oscuro. Y yo no he hecho ningún ruido, ningún movimiento. Primero, porque no creo que, en mi estado, pueda usar ni un músculo de mi cuerpo. Segundo, porque si algo he aprendido rápidamente, nada más entreabrir los ojos, es que no debo demostrar que aún estoy vivo.
Pero el primer chorro de su orina, el que ha caído justo sobre la herida que tengo al lado del ojo derecho, hacia la sien (los médicos lo llaman abrasiones), me ha hecho despertar. Por la sensación del impacto del líquido, y por el escozor de lo salado contra mi herida abierta. Y ahora, quieto, pienso si esas gotas calientes que resbalan por mi cara son de orina, o de sangre, o de ambas cosas mezclándose. Lo pienso sin un ápice de asco. Porque todas las sensaciones, por repugnantes que sean, quedan en segundo plano frente al instinto de supervivencia.
Él vuelve al coche. Arranca el motor, y se dirige al fondo del callejón, donde un ensanchamiento, que hace las veces de patio de la casa que hay al final, le permite maniobrar, para cambiar el sentido de la marcha. Cuando vuelve a pasar, la orina ya ha tenido tiempo de formar un pequeño charco frente a mí. La rueda delantera izquierda del vehículo da justo en él, y el líquido, que ya ha empezado a enfriarse y a mezclarse con arena, salpica en mi cara. Pero él frena cuando su ventanilla está a mi altura en el suelo. Y me escupe.
Pasa un rato. Aunque percibo algo de luz, aún estoy mejor con los ojos cerrados y en silencio. Oigo mi corazón, aunque no noto una palpitación: es algo así como un zumbido, con una ligera secuencia algo más grave, que suena por debajo. Oigo también mis tripas que, supongo, claman por algo sólido que acompañe a tanto alcohol. Porque también voy recordando detalles, muy poco a poco, de lo de anoche.
Empleo mis pocas fuerzas en reconstruir la secuencia de los hechos que me han llevado a estar tirado ahí, cuando oigo pasos. Con la cabeza en la tierra, debo ser como los indios que oían el suelo en las películas. Los pasos llegan a mi altura. Debe haber ya bastante luz para ver, pues los pies que los dan han evitado pisar el charco y volver a mojarme la cara.
Son dos, y me están palpando la ropa. Todo me duele, pero soy un puto muñeco de goma que se mueve dolorido y maltrecho, sin posibilidad de queja alguna, con la capacidad justa para decidir que tampoco quejarse es muy conveniente ahora.
Han sacado cosas de mis bolsillos. No voy a abrir los ojos. No voy a echar nada de menos. Estoy sobreviviendo por un hilo, y el dinero que lleve en la cartera, o el teléfono móvil, no van a ayudarme a sostenerlo.
Se van. Espera. No. Los putos pasos vuelven, y se aceleran. Noto aire, lo noto una centésima de segundo, una milésima quizás, una jodida foto-finish entre ese aire que me alcanza y una patada, que me alcanza también, en algún lugar indetectable del dolor. Porque es ésto lo que ahora soy: un dolor en forma de persona, en forma de fardo inerte tirado en media calle mal asfaltada, de un pequeño pueblo de mierda, en medio de la nada. Los dos: el pueblo y yo, haciéndonos mutua compañía en el medio de la nada. Dicen que la espalda tiene pocos puntos sensoriales. Cuántos tendrá mi torso. Ha sido el hígado, o el estómago, o los intestinos. No lo sé. Dolía todo, antes, y parecía no poder llegar a doler más. Pero no: sí podía. Einstein: añádelo a la lista, junto al universo y la estupidez humana.
Se han ido ya, ahora sí.
Debo haberme dormido, pero no creo que haya sido mucho rato. Es mi impresión, en todo caso. No soy capaz ni de alcanzar a ver como se desplazan las sombras de los edificios para aventurar la posición del sol. Lo que tuviera en la cara parece haberse secado. Pero ya llevamos días con un calor de mil demonios. Ese calor y ese desespero nos hace beber. Sí, igual va a ser eso.
Cuando un tipo me arrastra hasta cargarme en la parte trasera de la camioneta, estoy a punto de abrir los ojos para intentar ver su cara. No lo he hecho, igual que no lo hice hace un rato, cuando un par de niños detuvieron sus bicicletas a mi lado, y siguieron tan tranquilos, con sus risas y su juego y su conversación.
Algunos días llevo ya, en esta cama que no es la mía, vestido con ropa que no es la mía; y he oído dos conversaciones:
Una
-Mamá: papá está de vuelta por unos días, a ver si estás más calmada.
-¿Qué le ha pasado en la cara?
- Ha tenido un accidente en la mina. Pero se curará.
La otra, más corta aún, parece que por teléfono
-No sé lo que pasará cuando se despierte, pero al menos estaré unos días más tranquilo. Después, ya veré.
Ya es de noche ahora. Sigo sin abrir demasiado los ojos, pero me han dado de comer varias veces. Ella llega, y se acuesta a mi lado. Vuelvo a notar su mano fría y temblorosa en mi entrepierna.
Qué buen relato, Francesc! Con ese escenario distante, olor a tierra. El instinto de supervivencia liberando a la mente del asco, el sol y el ruido de los niños como extras en la escena desgraciada. Estar presente en tu vida pero evitar existir, negarselo a uno mismo.
ResponEliminaGracias, Ronny, aunque espero haberle cambiado alguna cosilla cuando leas esto.
EliminaPero bueno Francesc!! Esto está muy bueno! No pares de escribir, que con la tontería te van saliendo cada vez mejor..
ResponEliminaGracias, debía estar muy abajo para que ésto denote mejoría. Cada vez me pongo más rojo, eso seguro.
EliminaTu tírate abajo todo lo que quieras, pero de las primeras cosas que escribiste a esto hay un buen avance.. falsa modestia!! :P
ResponEliminaBueno !! Es que lo de los primeros meses del blog era de niño de P3. He pasado a primaria, justo eso.
EliminaOtra vez rojo, coño !!
Me gusta ésto, espero que continúes con la historia que es atrapante! No te sonrojes cada vez que te halaguen porque pasará seguido. Beso!!
ResponEliminaMe temo que estas historias quedan así. A más toqueteo más se lía y yo estoy muy verde en ésto.
EliminaIntento exprimir más, lo prometo.
Qué buen momento!
ResponEliminaJusto que hablábamos del realismo sucio !!
Bueno: la etiqueta del post y el guiño del título son suficiente referencia para los de este micromundo.
EliminaPereira se pone de pie y aplaude enérgicamente.
ResponEliminaGracias !! Knockemstiff me inspiró completamente, Pollock tiene la culpa. Y Germán Ynoub, también.
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