Como pido ayuda y no la recibo, me busco la vida: persigo en los estantes de la biblioteca (de ficción, debería sobrar decirlo) lomos delgados, preferentemente amarillentos o grisáceos. Los cazo, los devoro, les doy un par de miradas, recriminadoras, condescendientes, o cualquier otro pentasílabo, y ahí vuelven.
También dejo que los desconocidos me aconsejen. Me zampo La leyenda del Santo Bebedor, de Philip Roth, a expensas de una reseña en un blog amigo. No tardo más de unos tres cuartos de hora. No llega a las cien páginas, en una letra digna de Rompetechos (me pregunto cuántos ya no captan estas bromas): me salto el prefacio pues opto por no enturbiar mi criterio cuando me enfrento a esos clásicos que se consideran obras cumbre. Lo hice con La presa y lo hice con Bartleby el escribiente, y esta manera mía de ser, dice que ya me enteraré yo porque el libro es tan bueno, que los autobuses guía son para los turistas comodones; yo cojo mi cámara y me adentro por los callejones donde a uno nadie le llama. Pérdidas de tiempo en la mayoría de los casos: maná de los dioses en algunos otros.
Joseph Roth ha sido definido por toda una autoridad como mi prima Adriana como el bueno de los Roth, por contraposición a un Philip Roth ya excesivamente obstinado en centrar sus obras en lo que se viene a llamar el otoño de la vida. No es que no me guste Roth, pero desde La conjura contra América, todavía no he sentido ningún irresistible empujón por hacerme con sus obras. El Roth autor de este libro es un emigrante polaco que murió en París antes de los 45 devastado por el alcohol, en medio de episodios de delirium tremens, y ésta es su última obra, hecho que supongo que empuja a muchos críticos a considerarla referencial. La temática parece otro más de esos delirios, en clave levemente autobiográfica, pues ese alter ego que es Andreas, un clochard tocado por casualidades perversas de la fortuna, se cierne precipitadamente hacia el mismo fin.
Sin el prefacio, que al final he olvidado leer, he de decir que no le he encontrado al libro ese sentido que muchos le atribuyen. No veo la identidad y la desorientación de la Europa de entreguerras ahí. Puede que un precedente de esa curiosa turba de escritores algo trastocados, los Bukowski, Burroughs, Thompson, quizás Escohotado. Pero el libro, con su prosa clara y ágil y sus puntuales accesos de fantasía algo ingenua (a no ser que esa ingenuidad forme parte del propio delirio), no llega a parecerme que aporte tanto como para considerarlo algo más que una especie de carta de suicidio alargada a base de dramatizarla. Una voz en off parece advertirme del ligero descarrío de mi hábitat natural. La ficción situada no más atrás de los años 60 o 70, novelas donde hay música, televisores y medios de comunicación que nos convierten, a la mayoría, en individuos repletos de salpicaduras de nuestro entorno. Individuos que roban al ritmo de canciones de los White Stripes o asesinan según los leves cambios de ritmo de temas de ocho minutos de los Global Communication.
Marranada de filia que restringe mi mundo a 40 0 50 escritores. Para acabar de joderlo todo.
Puto asco.
No me veo sugiriendo nada a un depredador de libros como tú. Además, mis gustos en general tienden a la evasión más que al debate interno, salvo breves periodios de efervescencia. Aun así me atrevo a decirte que cuando me vinen amagos de desmotivación en la rutina lectora busco algo "nuevo" en "los clásicos". Y con ese término no me refiero a Shakespeare, Platón o Dostoievsky. Me refiero a Agatha Christie, Conan Doyle, Julio Verne, Jane Austen, Robert Graves (Yo claudio y Claudio el Dios me siguen pareciendo estupendas) o para poner algo menos rancio, pues Henning Mankel ("Asesinos sin rostro", evitando "los perros de Riga").
ResponEliminaSiempre te queda buscar lo que te falta en las listas de los 100 mejores...
http://www.papelenblanco.com/premios-y-concursos/los-100-mejores-libros-de-todos-los-tiempos
No me riñas, pero tal y como está el patio al que me toca salir a jugar a diario (y que dure), busco pensar poco y distraerme mucho. Por mal que suene. Tras los objetivos de ventas del segundo trimestre, ya veremos.
6Q