No debería tratarse de una novedad, pero lo es. Un canal privado perteneciente a un gran grupo ha decidido dedicar un programa a los libros. Un canal secundario, no de esos que salen en los primeros números del dial, pero una hora, las ocho y media de la tarde de los domingos, que podríamos denominar como "importante" en términos televisivos. Lo presenta Mercedes Milá, periodista que ha pasado los últimos quince años asociada a Gran Hermano, eso que ella llamaba experimento sociológico y los demás pornografía moral. Lo presenta en una especie de juego de compensación o pataleta o reivindicación de un pasado anterior más o menos asociado a cierta intelectualidad chic. Lo presenta si esa tarde no tiene ninguna corrida de toros a la que acudir. Mercedes Milá ha aprendido, a base de relacionarse con personajes tan profundos como los que concursan en Gran Hermano, a comportarse con un notable desparpajo. Ha enseñado las bragas y ha dicho palabrotas y se ha dirigido a todo el mundo con un contundente tuteo, pero no creo que hablemos de una persona que se rebela contra su origen aristocrático: pongamos que su éxito económico la ha elevado al status de persona a la que muchos le ríen las gracias. Podría recordarle que el elogio es el único relato que empobrece a quien lo recibe.
Yo estoy algo disgustado porque el programa no me haya gustado nada. Bueno: me ha gustado la sinopsis de alguno de los libros y he soportado el diálogo con un invitado particularmente expresivo. Unos dos minutos sobre treinta. La cosa va de que un lector se presente con un libro que recomienda y con otro que desaconseja. Por eso el programa se llama ConvénZeme y lo de la Z va por Zweig, que justo es la clase de escritor al que yo tildaría de algo burgués, pero que indudablemente queda la mar de bien. Queda mejor que Zafón, por poner un ejemplo. Cuesta mucho decir nada original sobre este programa. Las redes sociales lo han hecho de forma inmediata y han agotado los superlativos a ambos extremos. Así que no podré usar mi diccionario de sinónimos. Tongoy le ha dado un exhaustivo repaso y hasta a Olmos le ha irritado hasta el punto de sacarle alguna de sus frases más brillantes.Todo el mundo está muy punzante porque, con la salvedad de un gris programa en La2 y el programa de Anna Guitart, la gente, eso que llamamos "la escena" había depositado sus últimos gramos de esperanza en esa atractiva posibilidad: una presentadora de gran repercusión intentando dignificar un grupo mediático y consiguiendo atraer a unos miles de personas hacia un hábito que empieza a contemplarse como una rareza. Ejemplos: en la zona de mi despacho soy el único entre diez personas que ha visto el programa, a pesar de su promoción previa. Y en un campo de fútbol, al revisar la mochila de una niña de diez años y encontrar un libro, el tipo de seguridad dice "vaya, alguien que lee".
Y esa esperanza, aunque un programa sea demasiado poco para decidir, tiene la pinta de ser en vano. Porque, como dijo Jorge Carrión, no se puede partir de la premisa de que toda opinión es respetable, y mejor prueba de ello no hay que el hecho de que, de apenas una decena de libros comentados, para bien y para mal, haya un ostentoso peso del nauseabundo género de la autoayuda, y lo más notable sean sendos varapalos a dos clásicos como Rayuela y El principito. Todo parece indicar que esa será la senda: el condenado buenismo que considera que ya es bueno leer lo que sea. Pues no. Los libros malos son los primeros responsables de que no se lea más. Porque son libros que no aportan lo que se espera de ellos, y esa decepción afecta a cualquier decisión posterior. Y en esto este programa es miedica y ventajista.
Ah. Y los abrazos: Milá arrastra el deje sensacionalista de sus prolongados y fructíferos paseos por la telebasura y se dedica a abrazar a la gente por el mero hecho de que reconozcan cierta influencia de una lectura en su vida. Y los abraza: porque un libro ha ayudado a sobrellevar una enfermedad o porque ha ayudado a aceptar la condición sexual de un familiar. Ese es el aporte, hasta ahora, y me gustaría saber si en eso va a consistir todo, para pedirle con amabilidad y buenas maneras que nos deje en ese ghetto auto-inflingido del que hasta ahora nos quejábamos, justo hasta que empezamos a temer que aún se podía estar peor.
Ah. Y los abrazos: Milá arrastra el deje sensacionalista de sus prolongados y fructíferos paseos por la telebasura y se dedica a abrazar a la gente por el mero hecho de que reconozcan cierta influencia de una lectura en su vida. Y los abraza: porque un libro ha ayudado a sobrellevar una enfermedad o porque ha ayudado a aceptar la condición sexual de un familiar. Ese es el aporte, hasta ahora, y me gustaría saber si en eso va a consistir todo, para pedirle con amabilidad y buenas maneras que nos deje en ese ghetto auto-inflingido del que hasta ahora nos quejábamos, justo hasta que empezamos a temer que aún se podía estar peor.
Con Rayuela no se metan che.
ResponElimina