El Muy Grande Steve Carell |
Claro que da pena cuando una serie que te ha gustado llega al agotamiento. Aunque es justo el momento en que yo me decido a ver algunas, la manera de finalizar una serie forma parte también de su valoración. No es que The Office acabe mal; de hecho aún no ha acabado, aunque yo diría que todas las pistas de cómo va a hacerlo han aparecido ya. Para los más puristas, The Office acabó el día que Steve Carell se fue. Un planteamiento cruel, sin duda, pues es como decir que todos los demás componentes del reparto son, en el fondo, accesorios de su personaje y de su figura. Bueno, lo que es cierto es que, igual que el despacho de Michael Scott, la serie ha deambulado a lo largo de dos temporadas sin llegar a llenar el hueco de este soberbio comediante, y los productores se han cansado de optar por la vuelta de tuerca hacia la opción más freakie, reconduciendo la serie con una especie de sentido del yin y el yang. The Office empezó siendo una serie de situaciones absurdas dentro de un entorno normal para acabar siendo justo lo contrario: situaciones normales en medio de un escenario desquiciado. Nadie espera un final de gran envergadura, y de hecho el rumor más extendido es que su máximo atractivo será un regreso puntual de Carell. Lo cual ya dice mucho por sí solo. Carell la dejó huérfana, punto.
Lo crea o no Horacio, no recuerdo cada cosa que he escrito. Sé que escribí sobre The Office en algún momento, y seguro que repito aquí conceptos. A mí The Office me parece el paradigma del humor moderno. Un humor de muchos colores, y sabemos que cuando se mezclan tantos colores suele salir un feo color parduzco y oscuro que todos solemos asociar con cierta sustancia residual humana. Claro que ha habido detalles algo reblandecidos: pero si nos damos cuenta las historias y affaires personales que han tomado cuerpo a lo largo de las nueve temporadas han sido convenientemente trituradas por la cruel torpeza de las relaciones humanas. La serie desaparecerá sin parejas felices comiendo perdices. Esto es América, pero no para todo.
El reguero, el rastro que deja(rá) tras de sí es tan demoledor como memorable. Seguramente The Office acabe con la delegación de Dunder-Mifflin cerrada por su baja rentabilidad, o vendida a un agresivo grupo financiero que ponga a la mayoría de su personal de patitas en la calle con el mínimo coste posible. Si no entra un ex-empleado hostil y los ametralla a todos plantando un trípode en la recepción, para suicidarse a continuación. The Office mostrará mejor que cualquier máster de RRHH el contenido tendente a putrefacto de una oficina en que conviven especímenes humanos. No hay por qué dar más detalles de los necesarios: desde la señora entrada en kilos que usurpa el puesto de cualquiera necesitado realmente de un trabajo hasta el empleado tan especializado que nadie acaba de entender cual es su función y qué aporta. Desde las recepcionistas con ilusión por progresar en el mundo empresarial hasta los directivos cuya labor consiste en estropear todo lo que funciona para justificar que su sueldo y su creatividad no conocen barreras.
The Office es la serie más moderna del mundo porque ha crecido junto a una crisis que, seguro, ha incidido en muchos de sus guiones. Su apuesta por la mezquindad como modo de vida es tan firme y acertada que da escalofríos. Su ficción es mucho más real de lo que nos parece, pero no podemos taparnos los ojos. La veremos hasta el final, no habrá lágrimas ni episodios de vómitos. Tragaremos saliva, y la encontraremos más amarga que la última vez.
Lo crea o no Horacio, no recuerdo cada cosa que he escrito. Sé que escribí sobre The Office en algún momento, y seguro que repito aquí conceptos. A mí The Office me parece el paradigma del humor moderno. Un humor de muchos colores, y sabemos que cuando se mezclan tantos colores suele salir un feo color parduzco y oscuro que todos solemos asociar con cierta sustancia residual humana. Claro que ha habido detalles algo reblandecidos: pero si nos damos cuenta las historias y affaires personales que han tomado cuerpo a lo largo de las nueve temporadas han sido convenientemente trituradas por la cruel torpeza de las relaciones humanas. La serie desaparecerá sin parejas felices comiendo perdices. Esto es América, pero no para todo.
El reguero, el rastro que deja(rá) tras de sí es tan demoledor como memorable. Seguramente The Office acabe con la delegación de Dunder-Mifflin cerrada por su baja rentabilidad, o vendida a un agresivo grupo financiero que ponga a la mayoría de su personal de patitas en la calle con el mínimo coste posible. Si no entra un ex-empleado hostil y los ametralla a todos plantando un trípode en la recepción, para suicidarse a continuación. The Office mostrará mejor que cualquier máster de RRHH el contenido tendente a putrefacto de una oficina en que conviven especímenes humanos. No hay por qué dar más detalles de los necesarios: desde la señora entrada en kilos que usurpa el puesto de cualquiera necesitado realmente de un trabajo hasta el empleado tan especializado que nadie acaba de entender cual es su función y qué aporta. Desde las recepcionistas con ilusión por progresar en el mundo empresarial hasta los directivos cuya labor consiste en estropear todo lo que funciona para justificar que su sueldo y su creatividad no conocen barreras.
The Office es la serie más moderna del mundo porque ha crecido junto a una crisis que, seguro, ha incidido en muchos de sus guiones. Su apuesta por la mezquindad como modo de vida es tan firme y acertada que da escalofríos. Su ficción es mucho más real de lo que nos parece, pero no podemos taparnos los ojos. La veremos hasta el final, no habrá lágrimas ni episodios de vómitos. Tragaremos saliva, y la encontraremos más amarga que la última vez.
Es que hay días en que no dejas mucho que decir, amigo. Y luego está esa manía tuya de no actualizar hasta que haya por lo menos un comentario en el último post, una manía que me pone de mala hostia, la verdad, pero ahí no eres tú, soy yo, que soy un ansioso.
ResponEliminaNo va así la cosa. Pasa que estoy tan liado que la gente se harta de leer lo mismo y acaba comentándolo para ver si reacciono. Tu ansia es sumamente bienvenida.
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