- Empieza a dolerme la cabeza.
- Ya estamos.
- Me duele, joder, que es verdad.
- Es esa posición tuya que te acaba fastidiando las cervicales: de ahí vienen muchos dolores de cabeza y la gente no lo sabe: se piensan que son sólo los dolores de espalda, pero no.
- Puede. Si no os importa: me levanto un rato a estirar las piernas.
- ¿Y qué os parece si descansamos ya por hoy?
- Igual es lo mejor: son casi las dos de la mañana.
- Mañana es domingo, ¿no?
-¡Nos ha jodido! ¿Pero como puedes ni saber el día que es?.
- No le preguntes: le ocurre como a muchos, que todos los días les parecen iguales.
- Los de verano, al menos, casi lo son. Sol. Sudor. Alcohol. Duchas que no sirven para nada. Chicas con shorts para mirar y no tocar. Los tipos de los descapotables, casi todos con la gomina. Y vuelta a empezar.
Todos se miran, primero entre ellos. Luego las miradas se pierden. El que se ha levantado, con los brazos en jarras, rompe la inmovilidad haciendo una extraña torsión con el cuello, inventándose una mueca de dolor que, en realidad, no siente.
-¿Alguien sabe algo de Jesús?
Los dolores de espalda son pasos hacia la joroba del sedentario. La barriga grande es un estado intermedio. Y así, los que hacen nada o a los que poco les interesa lo que pasa, terminan por enterarse de que todos los días son el mismo. Sino, pregúntale al Crnl. Aureliano Buendía.
ResponEliminaP.D.: Quiero saber donde está el calvo Jesús.
Aún no me he reunido con el coronel Buendía. El calvo Jesús piensa en voz alta: yo he podido recoger alguno de sus pensamientos, que escribiré un buen día.
EliminaAins los dolores de espalda...
ResponEliminaLas timbas tienen consecuencias aún peores. Pero ya se verán.
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