Un día, pronto hará dos años, escribí unas cuantas frases que ahora, muy benévolamente, considero estúpidas y avergonzantes, a la vez que avergonzadas, y dije a algunos allegados: tengo un blog. Pensar que entonces me extrañaba de que no me visitaran o no me dejaran comentarios. Bastante piadosos que fueron, de no decir lo que yo diría a cualquiera: sacúdete la tontería chaval, y si vas a someternos a la prueba de leerte, primero abandona el instituto de secundaria, ese instituto mental en el que aún estás confinado. No es que ahora escriba sin miedo: escribo con me la sopla.
Lo puse bien claro, poco a poco, en mi perfil: hombre heterosexual, no para disuadir a los gays, ni para alardear de machote y conquistar desde aquí a las chicas. Porque pensé que debía ponerlo. Y antimonárquico e independentista y todo lo demás (aún dudo si poner anticlerical, pues son muchos antis), lo fui añadiendo, conforme perdí, más que el pudor, el motivo para esconder declaradamente lo que ya supuraba en mis textos. Cuidado, digo, puede que leas algo cuyo contenido no te guste, aunque intente colártelo con la forma.
Al poco tiempo puse un absurdo tríptico con un piedrapapeltijera, que sustituí con un cuadro de Klee a la primera que pude. Un segundo cuadro de Klee lo reemplazó: el actual. Y otro cuadro de Klee sirvió para ejemplificar, en un post, como el arte podía ser arte-facto (preciosa combinación) político. Como el segundo cuadro de Klee, que aún está, tiene una especie de coartada sentimental, me temo que se quedará, bastante tiempo.
Apenas he visto cuadros de Klee de cerca. Un día iré a su museo en Berna, supongo. Aunque sea sólo para eso, lo debería intentar. Hay algo en ver esas magníficas obras de cerca. Dice mi mujer que me hago el entendido y me acerco demasiado al cuadro. Que esa cercanía "tensa" al personal de seguridad, que puede que piense en algún momento si soy de esos zumbados que pretende pasar a la celebridad rajando lienzos, y, dice también, que me interpongo a los que primero se ponen lejos, tomando perspectiva. Y que doy explicaciones algo cargantes a mi hija: que si la veladura, que si la intención abstracta del fondo, que si el uso de la luz. Yo necesito ver el rastro de las cerdas del pincel. El vigor y el pulso del pintor, y si ese pulso denotaba pura precisión técnica o tras él se vislumbraba miedo o emoción o conciencia de su trasvase a la eternidad a través de su obra. Si el detalle es minucioso para alardear de técnica o simplemente para ser fiel a una idea concreta de mostrar algo por encima de otra cosa.
El domingo vimos los cuadros de Goya en el CaixaFórum. Que pertenecen al Museo del Prado. Me pregunto tan a menudo como estarían repartidas esas obras de no haber existido una dictadura de 39 años, más 37 de propina, barriendo todo hacia Madrid. Hacía unos 30 años que no estaba delante de un Goya. Esa vez yo era el niño y el explicado. La penumbra de la exposición era parecida, y algunos cuadros debieron coincidir con una exposición a la que nos llevó el colegio allá por los años 70. Reconozco mi escasa sensibilidad para con los clásicos, a veces. Pero hay que recordar qué es lo que convierte algo en clásico. Generaciones y generaciones encontrando algo disfrutable en una obra. Universalidad. Unanimidad. Ejemplaridad. Sé que es jugar con ventaja, pero hay que ponerse delante de una de sus obras y buscar los matices en los pliegues de las ropas de los personajes. Los tratamientos a capas de los fondos. Los miles de pequeños cuadros abstractos que contiene el detalle de una nube, o del follaje de un árbol, o un simple pedazo de suelo con unas briznas de hierba. Doscientos años antes, o más. Antes que muchos otros, Goya estuvo allí, donde otros se aventurarían tímidamente.
¿Cómo están repartidas las obras? Pues como siempre se han repartido y custodiado. Las Obras están en Londres, en Nueva York, en París, en Berlín, en Moscú y en Barcelona también. No están en los cinturones industriales de las ciudades de países tercermundistas y no están, en muchísimos casos, en sus lugares de origen. Las Obras salen de pintores atormentados, viviendo por un mecenas o en medio de la pobreza y algo desesperados, y sus obras terminan donde se acumula el dinero. Madrid no está tan lejos de aquí
ResponEliminaLO fascinante de Goya (que es mucho) es como emite una crítica social incluso cuando está al servicio de los mecenas. Los retratos de los nobles los muestran estólidos y recargados: la vida está en los cuadros corales de tema social. Y la última poca, casi arte satánico: cómo se ríe de todo.
EliminaEstán, creo, hasta el día 24 de Junio. Dependiendo de lo fascinado que quieras quedarte, no es más de una hora de una exposición que, encima, es gratuita. Delante de uno cualquiera de esos cuadros acabas aceptando que el auténtico arte no tiene precio.
El 3 de mayo de 1808... quizás tenga suerte y esté
EliminaJusto ese no estaba. Pero los que estaban ya merecían la pena, ya.
EliminaHermoso post, un poco de envidia siento porque ustedes están tan cerca de las obras de arte más increíbles de la historia. Espero algún día verlas con mis propios ojos. Beso!
ResponEliminaRealmente acercarse hasta sentirte el propio pintor trazando minuciosamente sobre la tela es fascinante. No me gusta demasiado el arte puro figurativo (la escuela holandesa, por ejemplo) pero es que Goya parece el primer abstracto.
EliminaReconozco que cada vez que leo el "hombre heterosexual" pienso en un machote.
ResponEliminaGoya me angustia, que supongo era lo que pretendía el muy cabroncete.
Goya pitó muchos de sus cuadros directamente con sus ideas.
EliminaObviamente "pintó", no "pitó".
EliminaAdoro a Goya - bueno, tengo que reconocer que adoro a muchos, pero Goya es uno de mis predilectos- y si, demasiada centralidad artística en la capital del "Reino"...
ResponEliminaP.d. Mira por donde, hoy también he escrito sobre arte. ¿Telepatía? ;)
Besos.
Bueno, telepatía... yo no creo en esas cosas... más bien la sintonía en la que se van moviendo las lecturas y las referencias, nos hace confluir en lugares comunes, a unos cuantos. Como dice Bolaño, lugares físicos o mentales.
EliminaBesos !!
supongo que como bien dice Germán las obras de arte terminan donde esta el dinero, las cortes y los mecenas...en cuanto a estar repartidas, creo que es mucho mejor que esten reunidas para darles un contexto y una linealidad que permita admirar en todo su conjunto una trayectoria vital y asi mismo sirvan de guía, de camino a otros, Picasso o Bacon han pasado miles de horas escudriñando, robando, copiando, arañando ideas....Abrazo!
ResponEliminaBueno; si se trata de mejorar el mundo de alguna manera, esa sería una premisa interesante: que Occidente no tenga semejante concentración y que se reparta entre todos. Lo de admirar en un conjunto es un planteamiento lógico: pero no todos pueden acudir a donde ese conjunto se reúne.
EliminaHace ya demasiados años, cuando llegué a Madrid y me dejaron en el alojamiento que teníamos reservado (a dos minutos de la Cibeles, cinco de la Puerta de Alcalá, y diez del Museo del Prado), les dije a los otros integrantes del grupo -era una gira- que se olvidaran de mí por un par de horas: yo iba a dejar las maletas en el apartamento y saldría disparado hacia el Prado, para pararme al menos una hora ante El Jardín de las Delicias. Ninguno de los otros músicos me acompañó, pero sí el representante del grupo, a quien le dije que recorriera tranquilo las otras salas, que yo iba a quedarme únicamente allí, frente al tríptico. Así fue; volvió una hora más tarde, y le pedí que me dejara allí otro rato. Y lo mismo ocurrió otra vez, y otra, y otra. Cuatro horas y cuarto estuve allí, doblándome por sobre el cordón color borravino que separa al visitante de la obra (unos tres o cuatro metros, creo recordar), estirando los músculos del cuello para ganar un par de centímetros de acercamiento. Y poniendo extremadamente nerviosos a los guardias, como vos relataste, Francesc (este detalle menor fue lo que me decidió a contarles esto).
ResponEliminaTuve que irme, arrastrado por mi acompañante, quien ya dudaba de mi integridad psicofísica. Ya cerraba el Museo, y se acercaba la hora de cenar. Pero volví (solo, esta vez) al día siguiente.
Como dice Germán y ratifica Mr. Blue, esta obra (y otras del mismo autor) no está en los Países Bajos, donde fue gestada y realizada, porque a Felipe II le gustó, y la compró -con el fruto del trabajo ajeno, claro- después de la muerte de Bosch, un monstruo surrealista del S. XV...
Tiene razón Germán: así era como se distribuía, repartía y custodiaba el Arte. Con la Revolución Industrial y la aparición de la burguesía como clase social, iría a aparecer la frutilla de la torta: la Galería de Arte, ya transformado éste, por el capitalismo, en una mercancía más.
Y todavía hay gente (muchísima) que defiende al Sistema...
Iba siendo hora de ajustar cuentas con otras modalidades artísticas. El arte se ha convertido en mercancía porque lo tiene todo para ser el sueño húmedo capitalista. La obra de arte es única. Casi siempre. Qué hay mas abyecto que el ricachón que se encierra a contemplar algo sabiendo que es el único en el universo que lo hace?
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