Delicado, leer un libro del que sabes ya, por la reseña en su contraportada, lo difícil de su temática. El hijo que habla del padre fallecido. Que rememora su relación. Un terreno plagado de minas. Por un lado, el azúcar y la lágrima fácil. Por otro lado, el resentimiento y el conflicto generacional. Los halagos y los reproches, siempre tan injustos ambos. Más que injustos, marcados por la más absoluta de las subjetividades posibles: la del código genético. En un país donde una parte sustancial de la población obtiene el mayor de los placeres chupando vampíricamente la sangre en los conflictos ajenos. Que si esta es mala madre, pero lo es porque el otro es mal hijo. Que si llevan tanto tiempo sin hablarse. Los cuatro esquemas en los que es sencillo caer : papá te odio/te amo/debería odiarte pero te quiero/debería quererte pero te odio. Porque, simples como somos a veces, parece que, sabiendo que va a pasar al final, queramos también detalles más profundos. Queramos algo de esa pornografía sentimental que se extiende nada más poner en marcha un televisor.
Giralt Torrente lo sabe y encauza el rumbo en el momento en que la cosa se acerca a una rendición excesiva de sensaciones y sentimientos. Pero sabe también que una crónica fría y distante sería poco creíble, Es una crónica, sí, pero que se vuelve ensayo de vez en cuando. Un ensayo que se poetiza de alguna velada manera, que toma profundidad entonces. Está fresco en mi recuerdo el sutil homenaje a la figura paterna que es Anatomía de un instante de Cercas. Un homenaje basado en pocas menciones pero certeras. Giralt no lo hace así. El libro es una autobiografía escrita a cuatro manos, o una doble biografía escrita solo por dos. Extremadamente hábil en la evitación de la sensiblería, cualidad que aquí se sitúa al borde del equilibrismo. Giralt Torrente retrata una relación, pero, como buen escritor, como buen hijo de pintor, no sólo el retrato es importante. También el fondo en el que se pinta. El de un país en una transición, el de una comunidad, la artística y creativa, cuyo modo de vida queda sujeto a los caprichosos vaivenes de mercado y compradores. Parece que ese escenario justifique los motivos de la ausencia del padre: los viajes, las estancias en el extranjero, la falta de compatibilidad con la madre. La búsqueda inconsciente de experiencias que aporten a su condición artística.
Repito: es difícil trazar 200 páginas sobre la relación padre e hijo sin pringarse los pies en el barro de lo almibarado y lo previsible. Del lagrimeo exagerado y del ay cómo te echo de menos y cuántas cosas pudimos hacer y ya no. El padre de Giralt no es un ejemplo y encadena decisiones erróneas: de hecho, todas las siguientes son pura consecuencia de una primera. Eso nos pasa a demasiados. Tampoco es una historia, con final feliz, de la redención de esos errores. De la celebración del perdón y el abrazo que todo lo cura. No. Las circunstancias cambian, a peor, y ahí se produce el acercamiento. Que es convergencia y es casi solapamiento. No todo el mundo disfrutará de este libro. Que es un libro triste, pero no melancólico. No todos se verán reflejados, aunque la mayoría seamos hijos de padres y algunos seamos padres de hijos.
Repito: es difícil trazar 200 páginas sobre la relación padre e hijo sin pringarse los pies en el barro de lo almibarado y lo previsible. Del lagrimeo exagerado y del ay cómo te echo de menos y cuántas cosas pudimos hacer y ya no. El padre de Giralt no es un ejemplo y encadena decisiones erróneas: de hecho, todas las siguientes son pura consecuencia de una primera. Eso nos pasa a demasiados. Tampoco es una historia, con final feliz, de la redención de esos errores. De la celebración del perdón y el abrazo que todo lo cura. No. Las circunstancias cambian, a peor, y ahí se produce el acercamiento. Que es convergencia y es casi solapamiento. No todo el mundo disfrutará de este libro. Que es un libro triste, pero no melancólico. No todos se verán reflejados, aunque la mayoría seamos hijos de padres y algunos seamos padres de hijos.
Cuando terminé de leer me sorprendí diciendo: Acá no pronuncia Franzen ni una vez. JE! Bromeo, Mister Bon.
ResponEliminaLos libros autobiográficos, y mas aun los que tienden a tristeza, hay que saberlos manejar. Porque a la mayor parte de gente le gusta lo sensiblero, que es lo más fácil de escribir.
Muchas veces, cuando escribo, noto que meto cosas personales; eso hay que borrarlo o depurarlo para que sea un análisis y no una foto intrascendente. Ya aprenderé a hacerlo, eh, no se pierde la esperanza.
Saludos.
Franzen ?? Quién coño es Franzen ??
EliminaHuyo de la mitomanía excepto casos aislados (pronto saldrá uno de esos). Un libro tapa la pila donde hay otro.
Sí: las autobiografías se pueden tintar de cualquier color. Hay que andar con cuidado al hablar de uno mismo. Falsa inmodestia, divismo, falta de amor propio. Muchas minas en muy poco espacio.
Gracias por los comentarios !!