dissabte, 31 de març del 2012

RADIOS Y DIAMETROS

Cuando las multinacionales asociadas al mundo de la cultura (ellos lo llaman la producción cultural porque sólo entienden de vender objetos, les dan igual las sensaciones) se quejan de la progresiva desaparición de sus negocios, ni en un momento encuentran el alivio de pensar que, a pesar de eso (y de la perniciosa programación de muchos canales de TV), la gente cada día es más culta. O al menos tiene esa intención. Pero son incapaces de contabilizar otra cosa que no sean cifras de ventas. Con lo cual si antes conocían a Bolaño 400 y ahora 800 pero antes compraban libros de Bolaño 400 y ahora 200 para nada les consuela que los conocedores se hayan duplicado. Las ventas se han reducido. Putos piratas, podrían ser todos chinos o japoneses, haríamos leyes a su medida (no, convenceríamos a amiguetes políticos para que las hicieran) y decretaríamos su pena de muerte.
Para nada piensan como han contribuido ellos a esa decadencia. Recuerdo en la lejana apertura de Virgin Megastore en Barcelona: ilusionado como me presenté ante la perspectiva de la que había visitado en Champs Elysées, me fui con el chasco de que la mayoría de los que allí trabajaban no conocían uno solo de los discos que yo les pedía. La escasa especialización de los trabajadores en esas tiendas (cuyo efecto colateral, agradable para el empresario, es poderles pagar sueldos de mierda, pues con que pasen el lector de códigos, y repongan libros en los estantes como si fuesen sobres de bacon envasado, ya tienen bastante) fue otro de los factores que incidió en ese deterioro. Qué gusto tan añorado (y que ya pertenecerá pronto al pasado, como las ensaimadas que Horacio comía), el de un librero que sabe de lo que habla, porque se ha interesado en conocer detalles sobre lo que vende. Un mínimo de detalles, aunque sea para que quien pague el mínimo precio que cobra por ellos, no se sienta engañado.
Es Gustau, está en Cercles, ya sabéis, Bailén, 201 en Barcelona (al lado de Gràcia). No me paga por que lo diga, faltaría: lo digo porque me da la gana. Y porque pone Estrella distante en el escaparate, aunque no sea un best seller ni cueste 25 euros ni se haya publicado esta semana.

divendres, 30 de març del 2012

LA VUELTA DE TUERCA

Aunque sea para contradecir a Galileo, todos somos el centro del universo. En algún momento de la vida, y para alguien, todos lo hemos sido o lo seremos. Quizás no valga el presente, porque es tan breve que, si eres el centro del universo, no vas a perder el tiempo escribiendo cómo te sientes. Vívelo y ya escribirás sobre ello luego. En pasado. Cuando nacemos, cuando hacemos el amor, cuando nos mostramos satisfechos leyendo algo que cala en nosotros. En ese momento, que alargaríamos, no hay nada que importe más. Es el big bang, es el momento cero en la aceleración, el del impulso infinito. 
No sé, entonces, si ayer Barcelona fue el centro del universo, a esa hora de la caída de la noche (sobre las 8 y media) en que mi hijo Gerard entrenaba su remate de cabeza y yo conversaba, a costa de no leer ni mi Orsai #5 ni mi última lectura (cómoda, sin plazo de devolución), sobre la huelga y esa actitud tan mediterránea de ayer. La industria cerrada a cal y canto; los bares abiertos de par en par; y los helicópteros, volando sobre la ciudad. Qué estampa la de los helicópteros: si hubiera encontrado una foto de ayer con esos helicópteros surcando el cielo, ya no serían las imágenes de Appocalypse now las que vendrían a mi cabeza cuando oyera las hélices aletear. Sería la de mi hijo cruzando el horizonte (en un momento congelado como Oliver y Benji), estirando el cuello para alcanzar el balón.
Porque qué sentido hubiese tenido poner esas fotos de contenedores de basura quemándose, de bancos (y Bancos) destrozados, de encapuchados (sí: los de siempre, pero cada vez más y cada vez menos gente preguntándose por el motivo). Provocar que gente a decenas de miles de kilómetros piense que huelga general es igual a disturbio y que para que los trabajadores reivindiquen sus derechos hay que pagar el peaje del vandalismo y alguien tiene que regresar a casa con una venda en la cabeza. Una visión excesivamente simplista.
Cuando no es eso lo que pretendo.
La chulería de los políticos: de las dos formaciones de derecha, cada vez más extrema y menos matizada, que gobiernan, al alimón, Catalunya y España. Gobernándolas con sus constantes discusiones, encuentros y desencuentros. Que hoy te pego un grito porque reivindico ciertas cuestiones, pero luego, a la noche, nos pegamos un revolcón, y todo arreglado. Desde hace días los políticos del PP se pronuncian provocadoramente en el sentido de que desprecian completamente cualquier situación que pueda producirse con la huelga. Que su reforma laboral no se alterará en nada. A primera hora de ayer, el conseller catalán de Interior ya advertía que sabía que habría incidentes violentos, y que los reprimirían. Mira tú, qué haces de conseller, abre una línea de teléfono y haz de vidente.
Ayer Germán escribió sendos posts en sus blogs : www.escribegerman.blogspot.com y www.decicrisis.blogspot.com. Con los que le dije, y repito, estaba completamente de acuerdo. Falta, una vez más, valentía. 
La valentía del chino ante el tanque cuando lo de Tianamen. 
Si los gobiernos vigentes, con el pecho artificialmente henchido por mayorías absolutas, o ni eso (en cualquier caso, sin tener en cuenta los elevados niveles de abstención habidos), desafían temerariamente a la gente diciéndole, sin tapujos, nos pasamos por el forro, lo que digáis, qué otra reacción cabe?. 
Los sindicatos, lentos de reflejos, perezosos y timoratos en sus decisiones, avisan de nuevas movilizaciones antes de final de año. ¿qué?. No. 
Huelga general indefinida, ya. Veamos quién puede más.

Las bibliotecas nos dieron el poder
Luego vino el trabajo y nos hizo libres
¿Cual es ahora el precio de un pequeño trozo de dignidad?

Me gustaría tener una botella
Aquí mismo, en mi cara sucia 

Para llevar las cicatrices
Para mostrar de dónde vengo

No hablamos sobre el amor, sólo queremos emborracharnos

Y no se nos permite gastar
Porque nos han dicho que esto es el final



dijous, 29 de març del 2012

LAS PAREDES SE DESMORONAN

Leía las últimas cincuenta páginas, consciente de varias cuestiones: que las letras HBO retumbaban en mi cerebro, tras el hecho, desencadenante de su lectura, de que fuera el canal que trabajaba en su adaptación como serie; que Tremè, por supuesto, también de HBO, contenía algunos personajes algo reminiscentes (la cocinera de éxito, el bohemian bourgeois). También notaba que el libro huiría de un final al uso, y que lo echaría de menos nada más cerrarlo y desprenderme de él.
Aunque haya decidido dejar un tiempo hasta que acometa alguna de sus otras tres novelas, Las correcciones me ha dejado profundamente convencido de que, si Jonathan Franzen no es una estrella literaria de absoluta envergadura y profusión en los medios, es porque no le da la real gana. A diferencia de Paul Auster, por ejemplo, que ya sabemos que es más prolífico y tiene un aspecto más intelectual, que hasta tiene una guapa hija cantante. Que es más neoyorquino, que es casi una definición per se. Escritor neoyorquino exiliado en Barcelona. Debería ponérmelo en una tarjeta.
Aunque con ese ritmo de algo menos de década por libro, cuesta ver las coincidencias entre sus obras cumbre, diría que los americanos podrian considerar a Jonathan Franzen su Houellebecq ( o a un eventual cruce bastardo entre Franzen, Easton Ellis, y Foster Wallace), aunque en cualquier caso, los franceses no dirían que Houellebecq es su Franzen.  No sólo por chauvinismo: Franzen es bueno, pero necesita casi una década y 700 páginas para meter el mundo en un libro. Houellebecq, le pese a quien le pese, lo mete en 300 páginas cada tres o cuatro años. Debe ser la bilis, que ayuda a la compresión de los conceptos.
Porque Las correcciones es justo el caleidoscopio que esperaba encontrarme. No es rimbombante ni nada, la muy manida definición de gran novela americana. Pero hay que reconocer que el concepto puede encajar en ese libro, escrito, recordemos, antes del 11-S. Franzen escribe sobre la vejez, y sus desagradables efectos colaterales, sobre el cada vez más difícil paso entre la juventud y la inmadurez. Sobre los triunfos amargos y los fracasos felices. La bolsa y las empresas manipuladoras. Las absorciones y las reestructuraciones. Los medicamentos y los países que los prohiben y los limbos que los permiten. Las identidades sexuales llenas de nebulosas y vaivenes. La línea de puntos recortable (no en línea recta) que delimita cordura y demencia. Las educaciones estrictas y el sentido del honor. Franzen habla, no en primera persona, a diferencia de Houellebecq, sino a través de los diálogos y las acciones de sus personajes. No intercala tanto sus propias opiniones. Donde uno es una tormenta el otro es una llovizna (un calabobos, qué bonita palabra). Por compararlo con otro tótem, al igual que Bolaño, muchas de las historias que intercala son tan potencialmente novelescas como la trama principal. 734 páginas a ese ritmo, creedme, resultan extenuantes. Una aceleración constante cuesta abajo. Un libro lejos de ser perfecto, pero en el que, pensándolo detenidamente, ni las dos secuencias que más largas se me han hecho (una alucinación escatológica y una surrealista visita médica a bordo de un crucero para jubilados), tengo la sensación de que sobren lo más mínimo. Porque no hay mejor manera de mostrar que algo te satura que saturar explicándolo. Cabrón de Franzen. Diez años para una novela. Sobreviviendo de las rentas de la anterior y de los anticipos de una editorial que, casi seguro, cambia de directivos y de personal mientras tú eres Jonathan Franzen, el cabrón de escritor que nunca acaba de entregar su obra acabada. La herencia que se pasa de un balance anual a otro. Un activo que no se hace líquido.
Mientras, Franzen se sienta y mira las nubes: las nubes pasan y está ahí sentado, analizando lo que pasa a su alrededor, para meterlo en su próximo libro. Pensando qué hay de malo en ser simplemente el cristal de una ventana.



dimecres, 28 de març del 2012

LA SITUACION REAL

¿Puede un e-mail de una biblioteca, particularmente amable (pero contundente a la vez), desencadenar un proceso de autoanálisis? Si es que sí, ¿hasta dónde podría llegar este?. A la depresión, a la euforia, a la ansiedad, a la desesperación, al temblor compulsivo. A la autólisis. Al onanismo literario.
Porque descubra que lo que más me importuna de esa desaconsejable carrera a acabar Las correcciones antes de su plazo de devolución, no sea posiblemente la lectura, apresurada en demasía, de tan notable novela, sino, más bien, que su lógica compatibilidad con el resto de tareas habituales, o no (visionado de partidos de fútbol propios y ajenos, etc.) acabe representando, en la práctica, que el tiempo que dedico a escribir, en el intervalo, es sensiblemente inferior al acostumbrado. 
Y será eso.
Que aunque sea solo una punta de la patita por debajo de la puerta, debo asomarme por aquí y decir a los habituales: "hey, sin poder decir más, el libro es magnífico, y yo aún estoy aquí. Dije que no, pero es más fuerte que yo. Necesito escritura y necesito comentarios en vena. Lo digo ante el teclado, un poco agachado como diciendo que hablo (que escribo) bajito y consciente de que, si alguien leyera ésto, sin haber leído alguna vez antes aquí, diría, madre, este es peligroso, llama al FBI o a quién coño en tu país se encargue de esta gente. Este se hace un cinturón con los libros más gordos que se haya leído, y hace que las páginas estallen y lo llenen todo alrededor".


dimarts, 27 de març del 2012

NUEVA ANATOMIA DE UN INSTANTE

- Esa cámara acabará siendo más grande que tú.
- Ya es más rica que yo!! Mira todo lo que le he puesto, me costó una fortuna.
- No te quejes, que ya te lo ganas.
- Sí, ya viste. Trabajando mientras otros se relajan en las terrazas.
- Cierto. Mucho tiempo desde entonces.
- Demasiado. Puta vida moderna , cómo nos tiene.
- ¿Y qué tal te fue el reportaje del bar?
- Maaal. El viejo propietario era un chalado de mierda. Yo quería hacer fotos así en plan casual, con cierto aire parisino, con motos o bicicletas en plan movidas delante de las mesas de la terraza que eran todo paz y calma. Pero el muy imbécil solo hacía que insistir que lo de la web a él le parecía una tontería, que era una idea de sus hijos. Así que me hacía hacerle fotos a las copas y a las cuatro cosas que servía. Nada de clientes, nada del ambiente de dentro, con la gente gritando viendo el fútbol. Un puro aburrimiento.
- Un bar de toda la vida, chico.
- Ya que viniste despues de tanto tiempo. Míralo, mira en la web.
- Sí. Porque al bar ese le digo a mi novia que vayamos y nunca quiere.
- Es que no tiene nada, chico, ese bar.
- Qué tiene que tener un bar, para pasar la mañana y ver el fútbol...
- Mira esta foto !! Si el viejo me convenció para poner en la web una foto con él delante, y todo el personal que tenía puestecitos a su lado, como si aquello fuese un colegio. Qué mierda, chico, trabajar para esos tíos tan locos.
- Anda (cortó la palabra al llegar a la segunda camarera al lado del dueño).

Más tarde, esperaba junto al semáforo, y empezó a teclear un mensaje en el teléfono. "Te he visto". Borró parte del mensaje: escribió "Te quiero".
Volvió a borrarlo todo y guardó el teléfono en en bolsillo de la chaqueta. Con la mano aún metida en el bolsillo, vio que no venía ningún coche, y cruzó corriendo.

ERRORES DE SISTEMA

Nunca más. Ni un buen libro, ni yo mismo, nos lo merecemos. No se puede ir  tiro fijo con un libro. No sé como evitarlo, por eso. Planificación, en las lecturas ??. Vamos, anda. Abrir libros cuando nos gusta y de lo que nos gusta. Eso es lo básico. Muy breve. Leo en la web de Orsai sobre las condiciones de importación de los libros y revistas en Argentina. Muy extraño. Qué triste, tener que optar por este castrante laconismo. 

dilluns, 26 de març del 2012

LAS MALAS CONSEJERAS

Ya tengo hasta música sobre la que opinar. 

Todas las fuerzas vivas del planeta parecen empeñadas en que yo tenga que acudir avergonzado a la biblioteca, explicando que me ha sido imposible acabar el libro de Franzen en el plazo estipulado. Que me he retrasado unos días y asumiré las consecuencias.
Pues sólo las cuestiones políticas surgidas estos días son más que suficientes para llenar párrafos y párrafos de aburridas disquisiciones acerca de las cuales todos meterían cucharada.

Sobre que el PP no haya conseguido el poder en Andalucía casi todos dirían que menudo consuelo, que el poder se mantenga en manos de un PSOE sumergido en todas las corruptelas habidas y por haber.

Sobre que el partido en el poder autónomico en Catalunya haya decidido apostar de una manera inequívoca por el independentismo, muchos me dirían que es la hora de mantener Europa unida, no de disgregarla.

Sobre que nos acerquemos a una jornada de huelga general, casi los mismos dirían que es el momento de trabajar más, no de huelgas generales.

Sobre que Casciari necesite corbata, no hay discusión posible. Podemos tenerla sobre la nobleza del tejido y sobre la elegancia de su tacto o la clásica discreción de su trama. Pero aún es pronto.

He de seguir con Franzen. Estábais avisados.



diumenge, 25 de març del 2012

JONATHAN FRENESI

Van y me quitan una hora. Me regalan la huelga, para que pueda acabar el libro de Franzen, pero me quitan esa hora. Y el reloj biológico (el de ajuste fino: no el que te marca las necesidades de procreación) tarda algo en acoplarse. 
En una panadería de cerca de casa (en Catalunya les llamamos fleca o, en castellano, horno), me dicen que ya no harán más ensaimadas grandes (las que desayuna, a veces, mis hijas los fines de  semana). Aunque se vendían siempre todas, era difícil conseguirlas. Nunca les quedaba ni una. Me dicen, literalmente, que, alguno de Esade, de los que dirigen la cadena de establecimientos al que esta pertenece, ha decidido que aquí no podemos vender lo que venden en todos lados. Parece ser que la cadena de panaderías tiene que desplazarse en búsqueda de su nicho de mercado (preciosa frase, parece que uno esté perdido en un cementerio), y se dedicarán al producto de alto valor añadido (o sea, el que justifica que te metan la gran clavada en el precio). Intuyo que pronto dejarán de vender pan normal, del de hacer los bocadillos, para venderte productos de alta gama, de las semillas y formas más estrambóticas. Como envío yo a mis hijos al colegio con bocadillos hechos con panes que ya son, casi, un bocadillo por sí mismos??.
Y la pizzeria de unos doscientos metros más allá, de una conocida cadena nacional, ofrece, los domingos, tres pizzas por el precio de una. O sea, un descuento del 66,66%. Yo me quedo pensando, cómo funciona todo ésto. Compramos una pizza, que es harina, agua, sal, aceite, tomate, y lo que le pongan. Pero compramos el local donde nos la venden, el tio que la sirve, el horno que la cocina y la moto que la trae a casa (aunque vayas a recogerla). Compramos el papel de la oferta y el diseño del anuncio y la publicidad en televisión, y si decidieron fichar a un futbolista para promocionarla. Y al despacho de headhunters que les fichará, pronto, al tío de la cadena de panaderías: ese que decidirá, de aquí unos meses, que no pueden vender pizzas como hacen todas las pizzerias. Que hay que renovar el concepto. 

dissabte, 24 de març del 2012

LA IMPOSIBILIDAD FISICA

No puedo meterme tres cocacolas antes de dormir. De las buenas, de las que llevan su azúcar y su cafeína, y ese primer trago te eleva un par de centímetros. Pero me pasa con cualquier lectura: a una hora determinada, fijar la vista en el papel me arrastra a una desagradable somnolencia. Deslizo la vista y leo en diagonal, y se enturbia lo que leo con una especie de extraño conato de sueño. Si me pasa un par de veces, mejor que desista. 
Los cálculos que me permitirán acabar el libro de Franzen, en cualquier caso, tienen un buen margen. He conseguido bajar el número de páginas a leer diariamente hasta el luctuoso día de su devolución a la biblioteca. No llegan a 85, ahora. Es triste haberme lanzado a esta absurda competición. Yo me lo he buscado. Ahora este libro corto, ahora este otro, se iban colando. 
La mejor adrenalina contra el sueño es ponerme a escribir. Joder, qué droga, qué adicción. La excitación del número de visitas, de los comentarios, sean exiguos o sean kilométricos. La anterior a esta ha sido mi entrada número 600. Ya no celebro los centenarios. Miro adelante hacia un post milenario que puede que tarde un año. Pero hago como Messi: superado un récord, sólo hay que ponérselo difícil a los que vengan detrás.

Me preguntan cómo hago, me piden que siga por otros. No hay respuesta, o si las hay son pretenciosas y recargadas. El blanco del papel, que es muy excitante.

Postergo hablar del libro de entrevistas con Bolaño, aún, postergo explicar pormenorizadamente el número de perlas que hallo, sin bucear apenas, en el número de Orsai. En el 5, que los del cono sur ya salivan pensando en el 6. Ay!, el barco que cruza el Atlántico en este mes de abril, mes de tardes donde se pierden personas y uno se convierte en lagarto.

Con las ganas me quedé de explicarle algo a Casciari, que anda siempre atareado para pararse ante todos los que nos cruzamos con él en la calle y le enseñamos cómo crecen nuestros hijos. Entré en la web de Buydomains.com y me interesé por el dominio www.offside.com. Así, bien escrito en mi inglés aprendido a base de canciones de Bob Marley y de la ELO. A las breves horas recibí una inasequible oferta por la cual el dominio podía ser mío (y de nadie más, como marca el temperamento latino que debo tener en algún lugar, en vez de la sangre de horchata que proclama mi mujer en según que momentos). La cosa se llamaba 40.250 dólares USA. O sea, unos 30.000 euros. Asustado, postergando sine die tan provechosa inversión, visité otra web, no me acuerdo cual, que vendía dominios con extensión .cat (Catalunya, sin estado y sin nación, pero con extensión de internet). 39 euros por un año, por www.orsai.cat con tres cuentas de correo de regalo. Pero somos cuatro de familia, chicos. Yo a quien le digo que se queda sin su correo extensión @orsai.cat.
Más que me sentí sucio. Casciari no se merecería esto, aunque montase www.orsai.es para hacer la puñeta a su mujer, seguro, herido por que su Nina le llama papa, olvidándose el acento, convirtiendo a un papá agudo en un papa llano. Que es una bonita imagen para celebrar los 601.

Otro que está en Orsai. Qué buenas las noticias.

http://www.mimesacojea.com/2012/02/10-titulares-que-leeremos-en-marzo.html#comment-form

divendres, 23 de març del 2012

EL OTRO LADO DE LA BARRA

- ¿Dónde está la nueva?
- Yo qué sé. Estará fuera, cobrando en alguna mesa.
- Vengo de fuera, ahí no está.
- Pff.
- Ya aparecerá. Coño, estamos todos muy nerviosos hoy.
- Acaba de entrar un cliente a pagar aquí dentro.
- Ya.
- El que saludó al fotógrafo.
- Bueno, al menos no marchó sin pagar.
- Peor que eso. Cuando volvió a su mesa le habían quitado el libro que leía.
- Mírala. Ahí viene.
- Ésta no durará aquí.

- Chica, ¿dónde estabas?, ¿de dónde vienes con el bolso?
- Fui al baño, señor (palpó la solapa del bolso para comprobar que no se pudiese ver el libro que había guardado en él)
- Al baño!, ¿pero no podías esperar?, mira la hora, mira la terraza, está llena, los clientes se enfadan, hay que atenderlos.
- Tuve que ir, señor. Cosas de mujeres. Vuelvo afuera corriendo.
- Otra cosa !! un cliente entró quejándose de que, mientras pagaba aquí dentro, le robaron un libro.
- Qué cliente?
- Uno !! Pago dos coca colas y al rato volvió y dijo que no estaba el libro que dejó en la mesa. Dejó un teléfono por si el libro aparece. Pesado que se puso con el libro el tío, que no lo hubiese dejado !.
- Ya me acuerdo. El que conocía al fotógrafo que hizo las fotos.
- Ese.
- Pues no vi nada.
- Como ibas a ver, en el lavabo !!
- Anda, corre, debe haber gente esperando.

- No sé qué haré con esta chica. Ya lleva diez días y no se entera.
- Pues buscas a otra.
- La semana que viene. Deja que pase lo de las fotos y vea cómo queda eso de la web. No sé cómo me habéis convencido de hacer una web para un bar. A los bares se viene a beber, no se miran las fotos por el internet !!
- Las cosas son diferentes. La gente mira cómo son los sitios donde van. Y que dicen de ellos los que ya han ido. Es así, hoy en día.
- Antes ésto daba para vivir sin hacer tanta tontería. Ahora que si la pantalla plana dentro, que si la cerveza de importación, que si tienes este vino.
- Siempre te quejas.
- El viernes le voy a decir a esa que ya no venga más. Menos gastos, fuera. No busco a otra. Ya tuve bastante con la hija esta de poeta.

BIORRITMOS

Terror. Recibo un mail de la biblioteca. Alguien ha reservado el ejemplar de Las correcciones de Franzen que tengo hace dos meses. Cuando alguien reserva, no hay posibilidad de prórrogas. Los dos meses con que contaba para acabar el libro quedan ahora reducidos a menos de una semana. Eso son unas 90 páginas por día. Por eso, debo tirar de algunos de los posts que tengo escritos, para publicar. Las reservas se acabarán, pronto. Pero no puedo devolver el libro de Franzen sin acabarlo. Todo se altera: lecturas atropelladas y escrituras limitadas. Fin de semana, dos partidos de fútbol, y vivir mientras. Alguien debería darme ánimos.

SANGRE SECA

Voy siguiendo recomendaciones de diversos blogs que leo. Las mezclo con ciertos fogonazos intuitivos. No hay fórmula maestra: a veces funciona espectacularmente, otras acaba en un cierto desencanto, otras queda en medio.
Que es lo que me ha pasado con Pánico al amanecer. Triples recomendaciones, Mr. Blue, J. M. Coetzee y Nick Cave, en distintos canales, se pronunciaban ávidamente a favor de esta novela. Rápidamente la obtuve a través de la biblioteca, y el resto lo hicieron unas tres horas de atropelladas lecturas, he de reconocer, intercaladas con variados asaltos de mis hijos en busca de ayuda en sus tareas. Puede, entonces, que no haya sido la más idílica de las maneras de leerlo. La del sofá y el whisky con hielo y el silencio en la casa. De 11 de la noche en adelante o, sin el whisky por motivos obvios, las 5 o las 6 de la mañana de un sábado cualquiera.
La cuestión es que algunas de las referencias que acuden vagamente a mi cabeza a medida que leo, lo son de obras publicadas con alguna anterioridad a este libro, que es del 1961, con lo cual sólo hemos tardado 51 años en disponer de una edición en castellano. Bravo.
Pienso en El extranjero de Camus (1941), por la sensación de aislamiento del protagonista. Por ese paulatino tránsito entre la ilusión y la desolación, delimitado por una línea de tiza en la arena de un parque.
Pienso en El guardián entre el centeno de Salinger (1951) por el protagonista metido en un limbo de su vida, en un momento huérfano que, en otras circunstancias, sería irrelevante, pero que, por su debilidad de carácter y su endeble resistencia a los vicios, parece que vaya a convertirse en su momento crucial.
Pienso en Pedro Páramo de Rulfo (1957) por la ciudad ligeramente fantasmal en que el protagonista traba amistades con inúsita (y algo increíble) rapidez. También por si esas amistades son tan reales como se describen o esa sensación se debe a cierta ensoñación cómplice en el narrador.
Pienso en Miedo y asco en Las Vegas de Thompson (1971) por la secuencia con los coches en el desierto australiano, por el maletero del coche y la sensación de descontrol absoluto precipitándose a la orgía de violencia gratuita. Por la sensación de que, en esos episodios de frenesí colectivo, siempre parece haber alguien lo bastante sereno para manipularlo todo a su antojo.
Y, al final, pienso en un par de libros de Cormac McCarthy, La carretera (2006) y Meridiano de sangre (1985) , por ese espíritu fronterizo del camino y la búsqueda que se disfraza de huida.

Entonces, con semejante refrito de influencias, algunas de las cuales pudieron serlo realmente del autor, me cuesta horrores encontrar el punto en que este libro sea completamente original. Mi culpa, posiblemente, por todas las lecturas previas que se han quedado pegadas a mi memoria, y Kenneth Cook no tiene (tenía) la culpa del momento en que abordé su libro. Bien escrito, con una narración casi cinematográfica, con una cierta tendencia al clasicismo instantáneo, a la influencia en generaciones venideras, pero, para mí, tan lleno de lugares comunes, que no lo he disfrutado del todo.

dijous, 22 de març del 2012

LEO, LEO

Dios existe: lo hemos fotografiado
No veo el motivo por el que pretender siempre alcanzar la originalidad. Qué hubiese hecho yo si hubiese tenido un blog, el 12 de septiembre de 2001. ¿Escribir sobre las corbatas de los presentadores sobreexcitados?,¿hablar de la putada que era que el 11 de septiembre fuese la Diada Nacional de Catalunya y, a partir de ese momento, esa celebración cambiaba trágicamente su sentido?
El mundo te acoge en él y el mundo te facilita, muchas veces, realidades mejores que tantas extrañas ficciones que puedas concebir.

Y yo ya expliqué hace mucho tiempo por qué era tan radicalmente barcelonista.
Mi padre. Mi ciudad. Las revistas en el barbero. Y el blanco, que es un no-color muy desagradecido. Que siempre acaba agrisándose, y lo gris, no sé, lo gris. Lo gris no es lo mío.

Entonces hoy leo acerca de un periodista italiano llamado Sandro Modeo. Una especie de cronista interdisciplinar (fuera falsas modestias: ya somos unos cuantos), capaz de enlazar elementos culturales aparentemente dispares. Escribe sobre cultura en la prensa italiana y sobre deporte en la prensa inglesa. Consigue que Irvine Welsh le prologue (de acuerdo: Irvine Welsh ha tenido mejores épocas). Y parece que compara a Messi, por extensión, al juego del Barça, con los discos de Radiohead (los abstractos y experimentales que siguieron al OK Computer), con los libros de Bolaño.  Mentalmente yo ya estuve allí. Podrá decirme más de uno que hace años diría lo mismo de Rivaldo o de Kluivert o de Ronaldinho.

Pero Messi es diferente. 

Messi es un crío de casi 25 años, del cual mi hija me recrimina que no haya acabado la enseñanza secundaria. Difícil es convencer a los hijos de educarse con su ejemplo.

Messi es un crío de casi 25 años que disfruta los primeros instantes, tras sus goles, en solitario. Se persigna y señala al cielo, y, unos segundos más tarde, aparecen los compañeros, y pronto, como es Dios, se da cuenta que lo de ser un único Dios es un aburrimiento, sin congéneres con quien tomar cerveza o comer una pizza tamaño king-size, y baja al campo de nuevo, abraza a Xavi o a Alves, y ve que son de carne y hueso, y se alegra. Menudo coñazo ser esa clase de Dios.

Messi es un crío de casi 25 años del cual, el otro día, un economista mediático muy sesudo escribió un artículo. El economista es Xavier Sala i Martín, famoso por sus horrendas chaquetas, de las que solo pondré un ejemplo, que estoy intentando cuidar la estética de la web. Con las que parece presentarse al mundo: no todos los economistas somos unos muermos, chicos. O a sus alumnos en Columbia. Mirad mi chaqueta, no soy un profe aburrido, yo soy un tío enrollado!. Largaba en su artículo una insoportable teoría con conceptos como bienes rivales, bienes no rivales y bienes excluibles. Para que los demás aprendiéramos. El colofón del artículo era un cálculo, según el cual Messi debería estar en la lista Forbes, y no lo está. A Sala i Martín le va el protagonismo, de eso no os quepan dudas. Que digan que es una eminencia en lo suyo pero que sabe explicárselo a la gente. Vender su propia marca. Su entero artículo pretende recordarnos que él estaba en esa junta directiva de cuando Messi empezó a convertirse en la leyenda que es. Pero él no era mucho más que un chupatintas del club. Un intermediario. Anda Hernán, díle lo que hacemos aquí con los intermediarios. 

Xavier:

Tú no pretendas ahora hacerte la estrella. Tú no marcas goles ni sudas en los entrenamientos. Tú te sentabas en el palco, y dejabas que los lameculos te dijeran que tus chaquetas eran guays. Ahora quieres impedir que se olviden de tí, y sales a hacer la pelota para que te saquen en la foto. No hablas más que del dinero que debería tener Messi.

Xavier:

Messi, repito, es un crío de casi 25 años que ni debe saber ya el dinero que tiene. Que ha cruzado esa barrera que todos desearíamos respecto al dinero. Pero es que le da igual, mientras su familia pueda vivir bien. Sus hermanos conducir coches y sus padres tener una buena casa. Se la suda, la lista Forbes, si es que sabe lo que es. Quiere divertirse y mirar al cielo cuando marca un gol, mientras los demás corren hacia él. Dios: se ha tatuado la cara de su madre. ¿No es detalle suficiente?. Si hubieras calculado, Xavier, en vez de eso, el impacto de Messi en que en el mundo se vendan cervezas, o cocacolas en los bares, mientras se ven sus partidos, o en los estadios donde juega, o pizzas a domicilio, o camisetas manufacturadas en países del tercer mundo para venderlas a precios del primero. O todos los transportistas que llevan esas cervezas y esas pizzas y esas camisetas. Si hubieses aplicado tanta de tu inmensa y cara sabiduría en ver cuánta gente acaba teniendo un puesto de trabajo porque Messi marca tantos goles. Eso quizás le hubiese gustado a Leo. No que le hagas la pelota diciendo que tendría que ser el más rico, y mirar por encima del hombro a Bill Gates o Carlos Slim. Porque cada vez lo tengo más claro: llegado este punto, sólo quiere hacer a la gente feliz jugando a fútbol.

Xavier: 

Tanto máster, para no entender nada.

dimecres, 21 de març del 2012

TERROR AL RUIDO EXTREMO

País de contrastes. País de histeria colectiva. Parece que sólo se sepan hacer comedias desquiciadas, programas donde los más bizarros se exponen sin temor ninguno al ridículo más indigno, o, justo en el otro extremo, dramas descarnados sin la mínima concesión al esbozo de una sonrisa. Nos morimos de risa o tenemos crueles finales.
Curiosa decisión la mía la de elegir una serie como Crematorio para verla tras la espiral esperpéntica de Alaska y Mario. Como una especie de ciclo de series españolas, que ya daré por cerrado. 
Crematorio es una novela de Rafael Chirbes que tengo en casa pero aún no he leido. Escrita en una curiosa segunda persona, es un bloque de texto de más de 300 páginas donde no hay diálogos al uso. Difícil labor su adaptación para conseguir sacar la escenificación de una serie de ocho capítulos. Como lo va a ser, cuando la lea, olvidar las caras de los actores que la han interpretado. Pero los elogios eran bastante unánimes: uno ha visto tanta basura de series nacionales que conserva la esperanza de que, de una vez por todas, alguien aprendiese que absorber la influencia de grandes series americanas no tiene por qué ser fusilar a Friends o las películas de la serie Crepúsculo de una manera chapucera.
La temática no puede ser más actual. Ayer condenaron a un antiguo presidente autonómico del PP, Jaume Matas, a seis años de cárcel por el primero de los 19 casos que tiene con la justicia, todos ellos relacionados con diversas corruptelas. 
Crematorio analiza la decadencia de Rubén Bartomeu, empresario de la construcción en una imaginaria población costera en el Mediterráneo español. Decadencia que surge de la apertura de varios frentes, pinzas que convergen hacia él: subordinados que pierden el control de sus vidas, delincuentes 2.0 que no tienen ya ni el mínimo escrúpulo que él pueda conservar, socios al margen de la ley que le faltan al respeto a la primera sospecha de que su poder se debilita, familia que empieza a poner en tela de juicio si la aparente felicidad alcanzada lo ha sido a costa de la desgracia de muchos otros. Y un sistema judicial plano, gris, pero que en esa grisura encuentra el ritmo necesario para su objetivo. Abatir a la pieza.
El escenario, la locura especulativa inmobiliaria en la zona, a principios de siglo. Las lujosas urbanizaciones y las inmensas balconadas con vistas al mar. Las piscinas rebosantes, los baños con jacuzzi, la cocaína, los sacos de basura llenos de billetes. Las putas de lujo y los yates de treinta metros. Las cenas con directores de banco, los gimnasios llenos de mujeres de mediana edad que quieren mantenerse atractivas, ante el fantasma del perfume que rodea a sus maridos, y el inminente aterrizaje carroñero de las que van a ser segundas esposas. Los concejales mediocres, pero serviles. Los testaferros. Todo está presente en la serie. Buena composición de un estoico José Sancho. Magnética presencia de Juana Acosta (foto), que ya había intervenido en la reciente Carlos
Para los que rieron con Alaska y Mario, ésta es la serie más alejada de esas risas, esa frivolidad y esa evanescencia. Sin dramatizar en exceso, todos somos capaces de ponerle cara a unos cuantos de esos personajes. 

dimarts, 20 de març del 2012

LAS MUÑECAS DE FAMOSA

No tengo motivos para recelar de una revista como RockDeLux, a la que me mantengo fiel hace décadas. A la que he enviado cartas que me han sido publicadas. Calculad, antes de disponer de un blog, lo que a mí me halagaba que una revista de distribución nacional, aunque sean unas decenas de miles de tiraje, publicase las cuatro líneas editadas que les enviaba de vez en cuando. Con la caída de las ventas de música, la revista cada vez se parece más a Orsai. Mucho contenido, apenas publicidad.
En el número de marzo han aparecido las votaciones de los lectores. Que eligen desde lo obvio para una revista musical, los discos y las canciones y los artistas, hasta lo más dispar, producto de la diversificación de los contenidos, a la búsqueda de suscitar el interés de nuevos lectores. O resignados a conservar de la manera que sea a los antiguos. En cualquier caso, los lectores de RockDeLux que se han tomado la molestia de votar eligieron como noveno mejor programa de televisión (tras programas más focalizados en la música) un pintorsco programa llamado Alaska y Mario. Por delante de Breaking Bad. 
Así que decido ver ese curioso programa del que ya había oído hablar. Lo cual resulta francamente sencillo : está en la web de la MTV española (donde se emitió), está en la web de la productora El Terrat, está en el Emule. Ocho capítulos de media horita, más una especie de making-off de cuarenta minutos que aporta bien poca cosa. Total, algo más de cuatro horas de ligereza.
Se trata de una especie de reality show que muestra las vicisitudes de una pareja más o menos célebre que decide casarse. Alaska es el nombre artístico de Olvido Gara. Cantante y famosa desde los primeros años 80, aún en activo. Debe andar sobre los 48. El novio: Mario Vaquerizo (en la foto) sensiblemente más joven, trabajó en una distribuidora ligeramente indie, Subterfuge Records, y desde ahí, tiene a su banda de playback (no puedo decir que sean otra cosa), llamada las Nancys Rubias, y representa artistas.
No sé que hubiera sido de esta serie en un canal de los que pugnan por las grandes cifras de audiencia. Resulta curioso ver a una estrella del frágil star-system musical español convertida en una prudente ama de casa que archiva facturas. O ver como el novio se refiere a sí mismo en femenino. El aburguesado sentido común de ella y la pléyade de amigos de todas las clases (en el sentido más amplio del término : profesiones, género, edades,) que van apareciendo. Me quedo desarmado si empiezo a pensar que en algún tiempo remoto eran el futuro de la música del país. T-shirts de Mecano y de Camilo Sesto y de Sabrina Salerno. Iconografía kitsch por doquier. La fiesta continua de la frivolidad, como olvidando todos los miembros de esa generación que el sida y la heroína se cobraron. Dos chaquetas por 20.000 euros. Una réplica afeminada de Johnny Ramone convertido en modistilla. El glam-rock como pretexto para pasarlo por el túrmix de una España cañí, y decir que todo es creación y joie de vivre. Los New York Dolls acompañando a sus ancianas madres a comprar zapatillas de franela.
Y la desagradable sensación de pensar que me ha gustado (algo, no os alarméis), y que no debería.

dilluns, 19 de març del 2012

EL DIA DEL CUATRO A CERO

- Va a venir mi abuela.
- Joder.
- No, no empieces. Está cada día más delicada y va a hacer el esfuerzo de arreglarse para salir y estar un rato con todos. Pero lo hace por el tema de la iglesia. La hemos convencido por eso y ahora no vengas tú con tus tonterías, narices. Madrugas un poquito, vamos todos a la misa de las nueve, le das un beso a todo el mundo, estás un ratito y llegamos al partido.
- Sé cómo va eso, cariño. Será un rato más de lo que pensamos, no querré quedar mal yéndome a toda prisa, y no podré ver ni un minuto. Me joderá y estaré cabreado todo el domingo.
- Pero si no es ni un equipo de aquí.
- Ya. ¿Qué más da, de donde sea, si quiero verlo? Es mi equipo favorito ahora, y ni se sabe cuándo jugará otra final de la Intercontinental. Igual nunca más. Igual cuando sea, pero no es seguro.
- No sé que es eso de la Intercontinental .Pero tendrá que ver de dónde es, ¿no? No es de aquí, no tiene nada que ver contigo. Hay que ser consecuente.
- Es sólo un partido que quiero ver. No hace falta hablar de ser consecuente. 
- ¿Y eso, por qué no hace falta hablar de eso?
- Porque si hablamos de ser lógicos y consecuentes, no sé qué pinto una mañana de domingo con tu familia, que apenas me traga, en una iglesia, cuando soy ateo. Con partido de fútbol o sin partido.
- Vaya.
- Sí.
- ¿Sabes qué?. Da igual. Déjalo correr.
- Dejo correr el qué.
- Mi abuela, la iglesia, mi familia... todo.



Se sentó hacia las 11 de la mañana, en la mesa del bar donde se encontraban casi siempre. Hacía algo de calor, pero peor había estado dentro, viendo el partido, rodeado de gente. Era extraño. Nadie era un forofo del Barça, nadie llevaba banderas ni bufandas ni trompetas, pero todo el mundo había visto el partido con atención, y el cuarto gol la gente, seguramente ya completamente despierta, gracias a los goles y al griterío y a las cervezas, ya lo había celebrado, como si no se tratase del equipo de una ciudad a miles de kilómetros de allí.
No quería pensarlo para no obsesionarse, pero, ahí sentado, aún conservaba la esperanza de que ella se presentara, ofuscada y un poco distante. Para empezar una de esas conversaciones algo tensas, esas que ella empezaba, de pie frente a él, dirigiéndosele fríamente por su nombre, Horacio, sin apelativos cariñosos, sin compadreos. Esas conversaciones cuyo tono descendía cuando ella reparaba en que la gente en otras mesas se quedaba pendiente de ellos. En ese momento decidía sentarse, a una distancia prudencial, pero a su lado. Y ese sentarse era el principio de una capitulación, eran los dos puntos que precedían a una explicación, por apenas unos minutos. Casi siempre, no más de un par de horas más tarde, acababan haciendo el amor en el primer sitio en que les era posible.
Pero el tiempo pasaba y ella no aparecía. Ni estaba de pie, ni sentada. Decidió sacar el libro que andaba leyendo, y aprovechar el rato. No quería parecer alguien expectante, alguien que rastreaba rítmicamente el horizonte, de izquierda a derecha, en busca de algo.
Empezó a leer y, a medida que lo hacía, perdió la noción del tiempo. Paró un momento y echó un trago a la Coca Cola. Sacó el teléfono para comprobar si estaba en silencio, si estaba encendido o no, si había algún mensaje diciendo vamos a vernos, veámonos.
Pero lo único que tenía frente a él eran las dos botellas de Coca Cola vacías y las páginas de su libro. Se sumió, de nuevo, en la lectura. Decidió no volver a mirar el teléfono. Ya lo había hecho demasiadas veces. Al rato, miró la hora. Pensó que quizás era el momento de irse. Dudó si debía llamarla, por si algo había pasado. ¿Qué iba a pasar?. Lo único que había pasado era que su historia se había acabado.
Dejó el libro abierto sobre la mesa del bar, con cuidado de que no se mojase con las gotas que habían supurado del vaso. Entró a pagar, y cogió en la barra del bar una servilleta, para usarla como punto de libro. Cuidaba del libro y no quería doblar ninguna hoja por una punta. Iba a acabar de leerlo en casa, comería alguna cosa y ya vería que haría por la tarde.

Cuando volvió a la mesa, el libro ya no estaba.


ACEPCIONES DE LA PALABRA PRENSA

Ah. Prensa no sólo es, en la península Ibérica, como se llama al conjunto de los periódicos que se publican. También es algo que, a través de un proceso de tipo mecánico, acaba aplicando una determinada presión (que llega a ahogar, y cuando lo menciono recuerdo cierta escena en Casino de Scorsese). Pues ahora lo comprendo. Era eso.
Hace unos días el periódico ultraderechista ABC regalaba a sus lectores esta portada señalando a Catalunya (ellos, lo ponen con Ñ, un educado señor de Argentina lo pone con NY pero ABC no, ABC ha de optar por la Ñ a toda costa, marcando territorio como los gatos cuando mean por las esquinas). Señalándola como la autonomía del Estado responsable, no solo por sus votos, del período de poder socialista, sino, además, de la perversa y diabólica semilla de la división de la nación, condición previa al Armageddon. De injusticias educativas y económicas, de leyes permisivas, de un exceso de iniciativas, todas ellas, muy poco en sintonía con la melodía de moda. Esa melodía que silba el PP y su aplastante mayoría absoluta. Con un ritmo muy marcado y un soniquete de himno militar. Redoble de tambor, paso solemne. Banda de viento, pero no la festiva de Tremè. Más bien la que acompaña desfiles de la Victoria, donde marcar músculo en número de tanques, y en tropas.
Pero no pensemos que iba a haber bastante. A esa portada hubo dos réplicas, voluntariosas y originales pero algo toscas, de periódicos en catalán.
Pero hoy tenía que producirse un segundo golpe. El descabello, que dicen por ahí.

Pues si en otros momentos la gente se peleaba por ocupar el centro político, ahora, con la presencia en el poder de una derecha radical y reaccionaria, con una amplia mayoría que es un cheque en blanco, todo el mundo se quita la careta. La extrema derecha abandona las cuevas en que quedó confinada (aunque ellos preferían la palabra cuarteles de invierno). Ya se puede alardear de franquismo con la cabeza bien alta. Que las reacciones serán simplemente sonrisas cómplices y miradas de condescendencia. Ya se puede azuzar a las masas contra enemigos bien identificados, que son los que siempre han sido. Los de la raza, los de la religión, los de la unidad de la nación, los comunistas, los intelectuales, los jóvenes de pelo largo, las jóvenes que quieren abortar en vez de arrastrar de por vida consecuencias de errores (por que las relaciones fuera del matrimonio siempre son errores, y los errores hay que pagarlos). La libertad mal entendida y el libertinaje. La indisciplina y el exceso de ensoñación. Así que a nadie debe extrañar la portada de La Razón ( la española ) de hoy. Periódico que, desde que el PP está en el poder, debe haber incorporado, junto a la corbata y el cuello duro, las rodilleras como parte obligatoria en su uniformidad. Porque Rajoy será el segundo gallego que salve España, porque hay que hacer desaparecer a la turba roja. Porque igual hay que hablar del problema catalán. Entonces los periódicos ultras resuelven sus diferencias comerciales y aúnan esfuerzos. Que hay que bregar por despojar de derechos a quien sea en nombre de la recuperación de la crisis y del bien común, pues se hace. Que hay que montar encuestas con preguntitas sesgadísimas, pues se hace. Si seguro que encontraríamos un pretexto para haber matado a Bambi. El hambre, que todo lo puede. Y sigo preguntándome si no les doy más cancha de la que merecen, pues a estas horas yo debería estar recomendando otros blogs o hablando de magníficos comentarios que he recibido y, ofuscado por estos ataques, no encuentro el tono ni el momento.



diumenge, 18 de març del 2012

LOS AMIGOS INVISIBLES

Si no hubiera sacado de dentro de mí la tensión y la rabia acumulada, este post no hubiera existido nunca. O hubiera sido un eterno borrador, una eterna promesa, un proyecto nacido con la vocación de ser inconcluso, de gestarse en el vientre no nueve meses sino doce o quince o veintitrés. Pero pude deshacerme de la bilis, pude entrar en la habitación y destrozar simbólicamente la vajilla, y ahora la calma, lentamente, se apodera de mí. El sosiego me invade, no el adormecimiento de media tarde de domingo, esa perniciosa sensación de mezcla de stress post-vacacional y angustia y sindrome de evitación, no. Una agradable noción del tiempo aprovechado, de justicia impartida, de final de obra y turno de agradecimientos.

Pedí permiso para recomendar este blog : notengoelchochopafarolillos.tumblr.com.

Que no os desarme el epatante nombre: como ciertos niños, algunos blogs arrastran nombres que no se merecen. Puede que su autora piense si es o no adecuado a estas alturas haber reciclado una frase que me suena en boca de la protagonista de Aida, para nada plato de mi gusto. En todo caso, me autorizó a divulgarlo, y aquí os lo presento: es el blog de alguien que vino a España, se supone, en busca de una mejor vida, y no tiene muy claro haberla encontrado, o mejor, su trabajo agota su cuerpo y agota su mente hasta el punto de impedirle alcanzar una lucidez mínima para evaluarlo. Y mientras tanto, nos regala sus escritos: sentido común y fina ironía desde las simas de una nave industrial donde nuestra protagonista transita en medio de souvenires y compañeros a los que la apatía ha aniquilado cualquier atisbo de sentido crítico, de osadía, de alegría fruto de la espontaneidad.  Apenas ha escrito ocho o nueve entradas, pero el tono escéptico, personal, es extraordinario.

El domingo a las seis de la mañana sonó mi despertador. Mi hijo tenía partido a las ocho y media y había cosas que hacer. Además me gusta tener margen para las cosas: soy un obseso de la puntualidad, pues como odio esperar, procuro evitar a los demás esa tortura. Justo a esa hora vi un extenso comentario que me había dejado Horacio, desde Argentina, sobre Cien años de soledad, libro de García Márquez. Me resulta apremiante la sensación de yo debería haber leído ya este libro tras comprobar el unánime entusiasmo. Pues no sé si la opinión preconcebida al ver a García Márquez en lujosos apartamentos con vistas a Central Park me ayudaba mucho. Esa opinión tan 90's sobre escritores de éxito global que fingen sobrellevar penosos exilios en viviendas donde tocan a 300 metros cuadrados por habitante. Pero eso no es lo importante: Horacio, desde Argentina, me regaló ahí prácticamente un pequeño relato, o al menos a mí me lo pareció. Sobre su relación con el escritor y su relación particular con el libro, una historia de vaivenes y de reencuentros. Potente y evocadora. Cuando digo que los comentarios son el agua que riega los blogs, no lo digo de manera gratuita.También son el aceite que engrasa la máquina, y la sangre que mantiene vivos y en funcionamiento sus órganos. El anticongelante que evita que el frío lo detenga. La leche que le permite crecer y tener buenos huesos. El sudor que mantiene fresca su superficie. La Coca Cola que permite sus combinaciones con otros ingredientes. Sí : los comentarios son, todos, líquidos muy necesarios. En un mundo al que le falta, dicen, la liquidez.

CONSPIRA PARA DERROCAR YA, POR LAS ARMAS, AL GOBIERNO DEL PAIS EN EL QUE VIVES

Y de repente mi blog aparece con una extensión .es detrás del .com. Que me recuerda en qué Estado estoy pero también en qué estado estoy. A merced de Blogger (o sea, de Google) y sus caprichos y sus directrices pues al final todo se resume en : chaval, no pagas un céntimo por tener un blog, así que ya que te regalamos el proyecto, habrás de respetar las reglas. Y Blogger se disfraza de algo que no acaba de gustarme (se pone una corbata que aprieta algo), porque la justificación alegada acaba haciendo referencia a complicados conceptos como las legislaciones locales, y la palabra censura resuena, al principio tímidamente, pero no, el grito es cada vez más profundo y la voz es más gutural. Todo remueve mis intestinos, pues me da por pensar (y contra más lo pienso más convicción tengo de que no me equivoco) que, según qué escriba o qué libro comente o que vídeo incluya, alguien no vaya a verlo. Y no me da la gana que la gente de Blogger customice mis posts y el de Colombia y el de Ecuador y el de Suecia acaben viendo versiones diferentes, incompletamente diferentes. Si es que yo llego a disponer de todas las piezas, que igual ni eso. Así que señores de Blogger. en espera de un futuro mensaje que me avise de que he sido declarado persona non-grata y mis casi 600 entradas se han evaporado, por algún indescriptible, y por tanto irresoluble, error de un sistema remoto de archivos, y antes de eso (y despues de intentar guardarme un pdf con todo lo humanamente posible), me lo pienso un rato, y decido llamarle al post justo como lo he llamado. Para que no haya duda, para que todos se me pasen por la piedra, para que los vetos caigan en cascada y no dejen ni una sola palabra sana, para que hasta las comas, si es menester, sean eliminadas, y dejen mi texto en dos meros puntos suspensivos, que hasta tres darían que pensar. Palabra muy peligrosa, en todos los países, por lo que se ve.


divendres, 16 de març del 2012

DEFECTOS DE FABRICA

Ya lo voy comprendiendo. Todo el mundo es tímido, o inseguro, o ambas cosas. Meterse en discusiones no nos va, a no ser que tengamos garantía de salir vencedores. Puto país de bandos antagónicos. Yo sé más que tú, yo gano la apuesta. Si ganar la apuesta acarrea tu completa destrucción, mejor que mejor. Es por eso que la gente no comenta. No quiere meterse en berenjenales de los que no sabe cómo salir. Puto país de cobardes que guerrean sin saber el motivo. Cómo osamos pensar algunos que acabaremos algún día con ésto. A veces hay que repartir cuatro hostias para imponer la no violencia. Demasiadas veces le damos la razón a aquello de si quieres la paz prepárate para la guerra. Pobre Gandhi, que hubiese venido a Barcelona. Igual le hubiera gustado el fútbol. Pobre Eric Abidal, aunque quizás tenga más suerte que Roberto Bolaño, pues ese otro hígado nunca llegó. Empecé enfadado, en este mundo donde triunfa y se reivindica lo tibio y lo moderado, ¿digo lo gris?, sí, lo digo, ¿digo el centro político, ese espacio maduro que todos los políticos quieren ocupar con tal de ampliar su espectro?. También. Joder con la moderación (y con las palabrotas que acumulo en este post). Joder (otra vez) con la uniformidad y el pretender imponer la armonía a toda costa. Mucha gente no quiere la armonía porque no le conviene, es que no lo véis?. No sabéis aquello de a río revuelto...?
Por eso lo de pretender unificar el sistema educativo. Como hace décadas, todo el mundo con El cantar del mío Cid, todo el mundo con Don Quijote.
Pues lo digo: no fui capaz de acabar, qué digo de acabar, no llegué a la página 50 del Quijote.
Ni había leído nada de García Márquez, y ahora Mr. Blue me ha convencido, sin empujar ni insistir, generación espontánea, ha hecho que me pregunte pero cómo?. Y tras la pregunta vino la respuesta. Leer El coronel no tiene quien le escriba. Libro corto, cómodo, apenas 90 páginas cuando un manual de instrucciones de un teléfono móvil tiene más de 200. Contra lo que pensaba, no me tensé en exceso, no me planteé ninguna liturgia previa a mi primera lectura de un autor tan influyente. Cuando muchos me han hablado de hasta cuatro, cinco lecturas de una de sus obras más célebres, Cien años de soledad, que, irremisiblemente, tendré que leer algún día.
Porque me ha gustado bastante El coronel no tiene quien le escriba. A la tercera o cuarta frase, con el agua de la cafetera vertiéndose sobre el suelo de tierra, y la cucharilla hurgando inútilmente en el bote del café, García Márquez ya había grabado una fotografía en mi cabeza. Ineludiblemente pensé en libros como los de Pérez Galdós, con su descripción de la miseria y la desesperación, sólo que dónde Pérez Galdós era hispánicamente desesperado, García Márquez acaba siendo colombianamente ensoñador. Sin menciones, sin necesidad de parones en la trama que expliquen cómo se alcanza la situación, sabemos lo que pasa. La censura, el toque de queda, el sobre clandestino, las depuraciones políticas, el silencio administrativo. Todo está claro a través de diálogos. Sabido como es que no hay mejor manera de conocer una sociedad que vivir en ella, García Márquez nos sienta en una silla de una cocina donde nada se cocina y de un comedor donde nada se come. Nos pone ahí y nos rodea de personajes inertes, pero que hablan. De personajes a los que las fuerzas ya sólo les llegan para un único esfuerzo y para una única obsesión. Al día. Terriblemente crudo y terriblemente realista, pocos libros pueden presumir de que ni una de sus palabras no contenga, al menos, un mensaje.
Y el libro acaba así.

Mierda.
París, 1957.

dijous, 15 de març del 2012

GRITOS Y SUSURROS

Tengo, ya, mi revista Orsai. Guardo demasiadas revistas, las guardo, intento, con tanto cariño paternal como incomprensión ante el hecho de que la mayoría gente no lo haga. Pues ciertas revistas siempre te reservan algo escondido, que se te manifiesta más tarde (en días en que ves algo por ahí, y piensas si no era éso que te suena ahora aquello de que hablaron en un día). Así que tengo tiempo, en esta relación prolongada que ayer inicié, con una ventanilla de coche bajada y unas palabras precipitadas en una estrecha calle de esa zona de Barcelona que, según quien te pregunte y lo que quieras que piense de tí, puedes definir como Sant Gervasi o Gràcia o la Via Augusta (yo viví allí hace quince años). Tengo tiempo de darle a la revista un rápido vistazo mientras paro en un semáforo (y constatar que los semáforos en Barcelona son eternos o brevísimos, pero siempre inversamente proporcionales a lo que te convenga en el momento). De ver que, por la proporción de su tamaño, me faltan unos centímetros, hay un vacío allá a la derecha (pero yo siempre encuentro muchos vacíos a la derecha). De echarme diez minutos en el sofá y pensar, vagamente (en el sofá siempre se piensa vagamente) que quizás haya, para mis cánones,  mucha historieta gráfica (yo le llamo cómic, pero también diría que he cogido la revista para leerla). Luego han sido otros diez minutos en algún otro lado donde he visto que Buenafuente mencionaba el barrio de Tremé (y lo he acentuado, a la francesa, y he tenido, más a la francesa, otra sensacion de dejà vu). Pero de mi relación con la revista en estas, apenas, 20 horas, me ha dejado preocupado, bastante, ver las cartas de los lectores y alguna colaboración: Karina, Franco, yo mismo, sí, algunos otros que no me suenan tanto, pero, muchos, los que hacen comentarios en el blog, los que leo y me leen, un mundillo que es algo cerrado, que no me preocuparía, pero que es breve, y eso sí. Joder, qué pocos somos. Qué poquitos.
Cuando hoy, una de mis webs favoritas, www.365d365e.com (sólo en catalán) está ya en lo de dejar de publicar, respetando su plazo y su finalidad, sí, pero no dando un minuto ni un día de más. Improrrogable, como las obras en los teatros del Paral-lel. Nos vamos cuando toca, que dijo aquél. Cumplimiento de objetivos (dice el pesado que estudió en Esade, con su CMI, o lo que sea, en la mano, y el puntero en la otra, para enseñar la Powerpoint).  Allí estuvieron Casciari y Buenafuente, también Víctor Valdés y Nacho Vidal. Y tipos aburridos confirmando que lo eran. O al revés, o de la otra manera. Pero montones de músicos y escritores y gente de los media, y otros. Premios, reconocimientos merecidos, pero, parece, ante un nutrido público compuesto por mucha gente que llega, ve, y se va (diría, coge, y se va, pero ya está bién de cachondeo). Cosa que me recuerda la vida que le está dando a mi blog la gente de fuera. Ecuatorianos y argentinos y mexicanos y colombianos. Dios, cómo puede la gente desaprovechar la posibilidad de comentar y dialogar que nos brinda internet. ¿Somos un mundo de voyeurs (sí, Germán), que preferimos el anonimato y el disfrute solitario antes que arriesgarnos a exponer nuestro punto de vista, quizás, porque eso, como un jodido GPS, revela nuestra posición (o nuestros defectos, o nuestras condiciones)?. Ni para decir esto no me gusta, haz esto otro, ha servido  tanta gente. Me niego, o no me gusta, pertenecer a un mundo tan plano y tan distante. Tranquilos, no es una nota pre-suicida. Pero los silencios, en este mundo, están siendo cómplices de demasiadas cosas. Muchas de ellas malas. Joder, qué voy a tener que usar el slogan de un banco (de esos bancos que antes eran una caja de ahorros que acogía ancianitos y gente necesitada, pero que sabe que éso se va a acabar ya). Pero no, no lo usaré. Prefiero usar las canciones, aunque sean ochenteras y superestereotipadas. Igual no me queda ya  ningún otro remedio. Ya lo decía Bryan Ferry. Nada nos queda para compartir, salvo el pasado.


dimecres, 14 de març del 2012

CONTRAINDICACIONES

No veas Treme si buscas un personaje como Omar Little, aquel Robin Hood moderno cuya muerte nos pareció tan injusta, como si un crío de apenas 11 años aniquilara media serie de un tiro.
No veas Treme si eres blanco y estás cómodo con que Denzel Washington y Halle Berry sean los actores de color por antonomasia.
No veas Treme si las partes que más te gustaban en The Wire eran los tiroteos, los asesinatos y la sangre fría de los matones.
No veas Treme si piensas que es normal que a un agricultor le paguen 5 céntimos por un kilo de tomates y en la tienda se venda a un euro con cincuenta y nueve.
No veas Treme si cuando te hablan de televisión y sociología piensas en las ediciones de Gran Hermano.
No veas Treme si tu ídolo es Chuck Norris.
No veas Treme si sales huyendo cuando son las fiestas de tu barrio.
No veas Treme si votaste a Rajoy ( o incluso si, sin hacerlo, valoraste la posibilidad).

Si te sirves la cerveza siempre en un vaso, tampoco la veas.
Ni si tienes el armario lleno de trajes chaqueta, y tiras las camisetas al par de años de llevarlas.
Ni si no te suena ningún trompetista que no sea Rudy Ventura.

Cualquier otro motivo vale para verla, así que os ahorro un tostón sobre la HBO y las series de calidad y el sentido de la vida. O sobre la gran tragedia griega cuyas trazas adivinamos tras cada momento y en cada relación entre personajes.

Sin gustarme, para nada, esos estilos musicales tan puramente americanos que salpimentan las escenas: no me gusta el ragtime, el cajun, el zydeco, el rhythm and blues más primitivo, las brass bands, el blues de los pantanos, el hip-hop, el country: de toda la selección musical apenas aguanto los escarceos con el free-jazz del hijo del Gran Jefe Albert Lambreaux. El resto de la música no me toca la fibra, jodido europeo criado con Kraftwerk que soy. 
Eso sólo hace más grande el logro de Simon: tejer una madeja en torno a una ciudad cautiva de su fama, abandonada a su desgracia, y hacernos pensar por qué las cosas son así, y en qué se parece nuestra ciudad a esa que estamos viendo.

Una de las escenas del último episodio contiene este diálogo, entre Arnie Reyes, que repara techos y trabaja en lo que le sale, y su primo, Nelson Hidalgo, comisionista que gana fortunas especulando con la compra de terrenos. Por lo cual están a punto de descubrir que ha pagado sobornos. Ante unas copas, los primos se sinceran. Nelson está ya algo afectado por el alcohol.

Arnie : Nelson, díme una cosa, ¿tú qué haces?
Nelson : ¿Que qué hago?¿qué quieres decir?
Arnie : ¿Qué es lo que haces?
Nelson (sacude la cabeza) : Hago negocios, gano dinero...
Arnie : Pero qué fabricas, qué es lo que haces?
Nelson (ladea la cabeza, resuella): pst.
Arnie : Cuando estoy de portero me encargo de que la gente pague la entrada, o no dejo que los borrachos toquen a las chicas. Y cuando me subo a una casa, pongo el tejado
Nelson : Cuando hago un negocio, algo se hace.
Arnie : Como qué?
Nelson : Ese tema inmobiliario. Voy a contarte un secreto (se acerca confidencialmente, mira alrededor). Van a construir un hospital ahí, por eso están comprando las casas.
Arnie : Primo, aquí todo el mundo dice que hay un hospital que no quieren reabrir.
Nelson : (Hace el ademán de troncharse de risa).Vale, pues este será nuevo, incluso mejor.
Arnie : (Sube el tono mostrando un ligero cabreo). Pero tú no vas a construirlo, has comprado unos terrenos para luego venderlos y ganar dinero  antes de que lo construyan.
Nelson : Vale. Y qué?
Arnie : Que cuando yo pongo un tejado ya no llueve encima de alguien.
Nelson : (aplaude lenta e irónicamente)...
Arnie : Me piro.
Nelson : (Tras despedirse con la mano, coge la copa que ha dejado Arnie, la levanta, y brinda en dirección al primo que se aleja).

dimarts, 13 de març del 2012

TODO ES GRIS

Pensaba que entre tanto capítulo de Treme debía salir una horita, o así, a respirar. En www.deborahlibros.com leí reseñas ciertamente entusiastas sobre algunos libros de Andrea Camilleri. Y como la recomendación sobre Los girasoles ciegos fue una auténtica revelación, decidí probar. Con una corta novela llamada El traje gris.
Podría ser que me hubiera equivocado en la elección, pero, tras unas primeras páginas ágiles, seguí adelante, aunque, a medida que la trama avanzaba, no podía evitar que me invadieran dos sensaciones complementarias. La primera, que Camilleri era descrito como uno de los escritores de mayor éxito en Italia. Profundo tufo a best-seller que impregna las fosas nasales como el olor a caucho de los neumáticos quemados. La segunda, que la trama de maduro ejecutivo bancario con servicio, y joven mujer que empieza a acumular infidelidades, empezaba a resultarme insulsa y poco creíble, ni siquiera en ese entorno ligeramente decadente de los matrimonios de clase adinerada que, poco a poco, se van desmenuzando, en medio del llevadero escenario de cenas opulentas, vacaciones en sitios caros, visitas a tiendas de lujo, et al. Entonces, si uno no planta las simientes de un desenlace con un itinerario con un mínimo de veracidad, pasa que hasta oye el ruido de los naipes desplomándose. No me interesó (y van tres) ver qué pasaba finalmente en la historia. Ni fui capaz de retener ni una frase en medio de tanto lenguaje narrativo convencional. Mal bagaje, el de las últimas semanas, para alguien que devoraba libro tras libro y lo reseñaba con juvenil (y por tanto impostado) entusiasmo. Suerte tengo de que, para quitar el mal sabor (por lo tibio y agridulce) de boca, sólo sean necesarias tres o cuatro páginas de Franzen. Qué enorme diferencia, entre Franzen y Camilleri. Matiz y sinuosidad frente a llanura y abulia. Carretera de alta montaña frente a autopista en domingo por la tarde. 
Por cierto: para aquel que se entusiasme con los cruces de referencias. Hoy Quim Monzó habla en su columna de LV. Sobre Franzen que critica a Twitter (por lo mismo que un servidor: ¿qué coño podemos decir en 140 carácteres los enfermos crónicos de la incontinencia verbal más irreversible?¿dar los buenos días?). Pero Franzen lo comenta en una conferencia en la Universidad de Tulane (Nueva Orléans), allí donde Creighton Bernette da sus clases en la primera temporada de, obviously, Treme. Monzó menciona, en la misma columna, a Ricky Gervais, y a George Pérec. 
Yo añado que ayer supe que Brad Pitt era la estrella que más había recaudado, 30 millones de dólares, para las víctimas del Katrina. Y tantas cosas separadas me llevaron de vuelta allí. Sólo queda un capítulo. 

dilluns, 12 de març del 2012

EL PUNTO DE INFLEXION

Si sirve de pretexto, diré que yo hubiese escrito ayer y posiblemente hoy, sobre lo que hubiera leído o visto. Pero no he podido parar de ver capítulos de Treme. De su segunda temporada, para ser más concreto. Me lo recomendó John Self, vencí el miedo interior que me sacudía a cada paso (no esperes otro The Wire, no lo hagas). El sábado la web www.365d365e.com llevaba, muy oportunamente (además, publicando dos entradas por primera vez), entrevistas, supongo que reales, con dos de sus actores protagonistas. Ya era demasiada presión.
Pero hubiera sacado tiempo de donde fuera.
Hasta que vi la primera escena del tercer episodio de la segunda temporada (qué lío!). Un travelling, más mental que técnico, por todos los personajes y su situación justo en ese momento. Con una pieza de violín y piano como música de fondo, que nos aparcaba, finalmente, en la exposición fotográfica en que la tocaban, y el violín era el de Annie. Apenas un par de minutos sin apenas diálogo, como un resumen algo espontáneo y metafórico del punto al que habíamos llegado. Ese breve lapso me permitió constatar que David Simon lo ha hecho otra vez. Lo de pringarnos con su radiografía de la ciudad, de sus capas y estratos, de sus errores y sus vergüenzas. Como la pegatina que se pega al zapato, desde ese momento ya no me desembarazo de Treme, ya ha acaparado mi atención, y todo lo que pueda hacer hasta acabar los cinco capítulos que me quedan, será estéril y estará inacabado. Ya volveré de Nueva Orléans.

dissabte, 10 de març del 2012

EL DECLARANTE ES MANDADO CALLAR Y LO HACE

Puede que ya haya hecho muchas reseñas de libros en este blog, dejándome llevar por cierto entusiasmo excesivo. Como quien asiste a un concierto de un grupo favorito, todo te parece bien, y has pagado por ello. Disfruta, entonces. Acabaste el libro, llegó su última página, lo cerraste, no sin cierto sentido de la teatralidad, y en algunas ocasiones acudiste a la contraportada o a la solapa, a informarte de ciertas cosas y a confirmar ciertas otras.
Cuando leía Los girasoles ciegos ya sabía que era la primera y única novela de un autor ya fallecido. Y que su publicación fue muy cercana a su fallecimiento, por lo que, necesariamente, los premios y la repercusión y el reconocimiento fueron, en su mayoría, póstumos.
No soy lo bastante morboso para indagar si Alberto Méndez escribió ese libro consciente de que moriría en breve. Parece que así fue, y entonces ese libro seria un brillantísimo testamento, con dos excelsas herencias: su prosa y su ideario.
Puede que a quien haya leído Soldados de Salamina esa imagen del fusilamiento fallido (masivo, atropellado, chapucero) le resulte familiar. No hablamos de inspiración ni de copia. Ambos libros son portentosos ejercicios.

"Aunque todas las guerras se pagan con los muertos, hace tiempo que luchamos por usura. Tendremos que elegir entre ganar una guerra y conquistar un cementerio."
"Un desertor es un enemigo que ha dejado de serlo; un rendido es un enemigo derrotado, pero sigue siendo un enemigo."
"Un aluvión de presos infestó aquel sótano y fueron incorporándose asombros nuevos, miedos diversos, resignaciones diferentes."
"Preguntado que si no queríamos ganar la Gloriosa Cruzada, qué es lo que queríamos, el procesado responde: queríamos matarlos."
"No tuve tiempo para hacer planes porque otros horrores suspendieron mi futuro, pero ten por seguro que, de haberlos hecho, tú hubieras sido la columna vertebral de mi proyecto."

Sopesada esa posibilidad, la de un Méndez consciente del tiempo que se acababa (como Bolaño escribiendo 2666), me deja sin respiración la exactitud y el ritmo del desarrollo de los hechos y el sutil encaje de los cuatro relatos. Como el anciano que pacientemente rellena un puzzle tras otro, Méndez desprende serenidad en su escritura. Una serenidad coherente e implacable. Cada frase es un nuevo latigazo que, en un modo u otro, reprende y recrimina uno por uno a todos los responsables de la detonación de la Guerra Civil, con elipsis, con ataques directos, con su infinidad de recursos, aisla e identifica el causante del conflicto : el odio hacia aquel que piensa diferente. El odio representado por una persona al frente, el odio personalizado por una cara y unos rasgos.


"Debo confesar que no he soportado la comparación de la vida y de la muerte."
"Y si pierdo la ira, ¿qué me queda? El invierno es una caja cerrada donde se atropellan las tormentas de nieve y estas montañas siguen pareciendo el lugar donde pasan el invierno los inviernos."

Aún tratándose de un libro trágico y cruel, es esplendorosa la contemporaneidad de Méndez en los detalles esquemáticos de puro humor negro rozando el esperpento: el capitán del bando nacional (apellidado, no es casual, Alegría) que deserta de su bando horas antes de que éste se declare vencedor.


"Lentamente volvió el fusil hacia sí, se puso la punta del cañón en la barbilla y dijo que nunca habia matado a nadie y que él, sin embargo, iba a morir dos veces."

Y el acto final, ese último relato que da título al libro y constituye su núcleo excéntrico. El diálogo a tres bandas camino de un desenlace que se acerca. Pura novela de terror, que, lástima pues a veces pasa, resultó emponzoñada por una pobre y estúpida adaptación al cine. Cómo son en España, hasta las enormes obras tienen que recibir la mancha en forma de visita del puro mercantilismo.


"Hoy pienso, Padre, que me llamó la atención algo que le distinguía de los demás: era un niño triste, pero con una serenidad extraña para su edad. En sus juegos sin discordia, en su obediencia sin sumisión, en su interés por aprender y en su orgullo por saber, en su silencio..."
"Hablar siempre en voz baja es algo que, poco a poco, disuelve las palabras y reduce las conversaciones a un intercambio de gestos y miradas. El miedo, como la voz queda, desdibuja los sonidos porque el lado oscuro de las cosas sólo puede expresarse con silencio."
"Éramos como dos ángeles procedentes de distintos coros. En nada nos parecíamos y en eso estribaba nuestra armonía."
"Se suicidó, Padre, para cargar sobre mi conciencia la perdición entera de su alma, para arrebatarme la gloria de haber hecho justicia."
"Debe de tener razón ella, porque no he podido olvidar nunca la mirada de mi padre precipitándose al vacío, su rostro sonriente mientras el patio engullía su cuerpo abandonado, aunque esto es imposible porque mi estatura no me permitía entonces asomarme a esa ventana."

Absolutamente necesario.

Segueix a @francescbon