Cuando las multinacionales asociadas al mundo de la cultura (ellos lo llaman la producción cultural porque sólo entienden de vender objetos, les dan igual las sensaciones) se quejan de la progresiva desaparición de sus negocios, ni en un momento encuentran el alivio de pensar que, a pesar de eso (y de la perniciosa programación de muchos canales de TV), la gente cada día es más culta. O al menos tiene esa intención. Pero son incapaces de contabilizar otra cosa que no sean cifras de ventas. Con lo cual si antes conocían a Bolaño 400 y ahora 800 pero antes compraban libros de Bolaño 400 y ahora 200 para nada les consuela que los conocedores se hayan duplicado. Las ventas se han reducido. Putos piratas, podrían ser todos chinos o japoneses, haríamos leyes a su medida (no, convenceríamos a amiguetes políticos para que las hicieran) y decretaríamos su pena de muerte.
Para nada piensan como han contribuido ellos a esa decadencia. Recuerdo en la lejana apertura de Virgin Megastore en Barcelona: ilusionado como me presenté ante la perspectiva de la que había visitado en Champs Elysées, me fui con el chasco de que la mayoría de los que allí trabajaban no conocían uno solo de los discos que yo les pedía. La escasa especialización de los trabajadores en esas tiendas (cuyo efecto colateral, agradable para el empresario, es poderles pagar sueldos de mierda, pues con que pasen el lector de códigos, y repongan libros en los estantes como si fuesen sobres de bacon envasado, ya tienen bastante) fue otro de los factores que incidió en ese deterioro. Qué gusto tan añorado (y que ya pertenecerá pronto al pasado, como las ensaimadas que Horacio comía), el de un librero que sabe de lo que habla, porque se ha interesado en conocer detalles sobre lo que vende. Un mínimo de detalles, aunque sea para que quien pague el mínimo precio que cobra por ellos, no se sienta engañado.
Es Gustau, está en Cercles, ya sabéis, Bailén, 201 en Barcelona (al lado de Gràcia). No me paga por que lo diga, faltaría: lo digo porque me da la gana. Y porque pone Estrella distante en el escaparate, aunque no sea un best seller ni cueste 25 euros ni se haya publicado esta semana.