Llueve. Llueve con fuerza en un sábado de Junio en Barcelona. De esos sábados en que no hay más remedio que salir a la calle porque el club de fútbol donde juega Gerard organiza su día de convivencia y nadie se teme una lluvia así en un sábado de Junio en Barcelona. Esta lluvia septiembrea. Sí: es un verbo regular de la primera conjugación.
Me digo a mí mismo que he de escribir hasta las once, que me espera mi amigo Tuli en las páginas de su libro. Que está siendo dinámico e interesante, por encima no de lo que esperaba sino de lo que me temía. Me temía una lectura inclinada a buscar motivos de elogio y nada de eso. Nada de eso. Tuli, no hace falta buscar lo que se encuentra en muchos rincones. Va, para que no me tilden de exagerado, en bastantes rincones.
Pero es sábado y he hecho mi ruta clásica de la mañana del sábado: comprar el pan y comprar la prensa. Prensa que hojeo cada día menos: demasiados engaños para tan pocas páginas. Beppe Grillo, semáforo rojo (intuyo, porque recriminan cierto caudillismo en la gestión de su partido). Sánchez Dragó, libro de abuelete que promociona patéticamente poniendo bien visible en una de esas fotos teñidas de casual pero que son resultados del product-placing más casero. Anda que te ondulen.
La patadita que me ha sentado aquí. Ejemplos de la sabiduría de la demanda frente a la obstinación de la oferta. O de como los directivos de las grandes empresas deberían tomar clases de cálculo básico.
El croissant "paris" (de mantequilla) que venden cada día en temporada habitual cuesta 1,15 euros. No venden apenas, dado que hay crisis y la gente opta por cosas más asequibles o por comprarlo en formato de bollería industrial, o lo que sea. El comportamiento de la gente no es tan previsible.
El comercio decide promover una oferta de 4 croissants "paris" por 1 euro (perdón por la obstinación de poner "paris" en minúscula, pero aquí el nombre no homenajea ni describe: se usa como un accesorio sibilino de venta). Lo que es lo mismo: desciende el precio a 0,25 euros la unidad (aunque los croissants parecen algo más pequeños), a cambio de llevarse cuatro. Dudo que nadie opte por aprovechar la oferta y desechar los 3 croissants restantes: nuestro instinto de supervivencia, agudizado por la crisis, todavía nos conduce a acaparar víveres.
Los croissants "paris" (...) que habitualmente languidecen en una única bandeja diaria vendidos en pocas cantidades, vuelan cuando se venden a ese precio. Que los convierte, con mucho, en el producto más barato de la oferta del establecimiento.
A las pocas semanas la oferta se acaba. Después de venderlos a miles, recuperar el precio anterior vuelve a confinarlos, bruscamente pasan de producto estrella a producto estrellado. Alguna cabeza pensante urde un nuevo plan. Consistente en reducir a 3 el número de croissants (y que estos sean del tamaño habitual) que se despachen por 1 euro. En la práctica, un incremento de un 33% sobre la oferta anterior, pues ahora el croissant sale por unos simbólicos 0,33 (decimal periódico) euros. La reacción es inmediata: la gente vuelve a llevárselos a montones.
La oferta se interrumpe y los croissants vuelven a su precio inicial. Supongo, vuelven a quedarse sin vender. La oferta de 3 x 1 euro se recupera y las bandejas de croissants vuelven por todo lo alto. Esta es la situación actual. Llegado este punto, el cerebro en la sombra tras la cadena de panaderías debe estar pensando si sube la apuesta y pasa a entregar, en un momento de futuro, solo 2 croissants per 1 euro, a sabiendas de que ese es aún inferior al precio unitario del croissant. Precio que es como un hijo para él: se pasó montones de horas escandallando y calculando precios de producto, de su cocción, de sus comercialización, del equipo de marketing, del director general que le ha encargado a él esa tarea, del accionista que quiere beneficio. Hasta ha calculado cuánto de su sueldo se paga cada vez que se despacha ese croissant que el mercado (mercado de los cojones, mercado de mierda, y otras cosas que piensa) se ha obstinado en rechazarle a ese precio. Pero quizás no ha pensado en que el mercado ya le ha dicho que sí, que el croissant es bueno, pero que no piensa pagar 1,15 euros por él. El cerebro estima si la respuesta a una nueva subida (del 50%, pues el precio del croissant pasaría a 0,50 euros) sería acogida con satisfacción. Pero se resiste a un paso tan obvio: se resiste a cometer la cuarta personal que le acercaría a la descalificación segura que es regresar al precio básico: debe aprender de la lección, pero su ego descomunal, el ego que le empujaría a proclamar en la reunión de cada lunes que ha conquistado al mercado con el precio que él calculó, se lo impide. Probará despues 3 croissants por 2 euros y 4 croissants por 3 euros y 5 croissants por 4 euros (y alguien le dirá que no sabe quése va a hacer con tanto croissant) y estirará hasta acercarse al punto en que la gente vuelva a parar, en ese punto en que el sabio diría eureka y el dirá pero esto no son los 1.15.
Querido amigo, me desalienta la previsible inutilidad de cuanto estoy por escribir.
ResponEliminaQuienes vayan a leerlo se dividen en dos grandes (o pequeños) grupos: el de quienes afirmen, luego de la lectura “Pues sí, ¿y qué tiene de malo?”, y el de quienes opten por decir “¡Qué piara de hijoputas!” o similares.
En realidad, hay un tercer grupo, que es el de quienes muy probablemente ni siquiera terminen la lectura, con el también previsible razonamiento “A mí esto me importa un xxxxxxx”.
Aún así, diré lo mío. No será la única ni la última cosa inútil que haga en mi vida.
A mi torpe saber y entender, el fondo de la cuestión reside en el mismo punto esencial que está en cada vez mayor cuestionamiento desde hace un siglo y medio, año más o menos, cuando un alemán conocido como Karlitos formuló algunas muy molestas apreciaciones sobre el sistema económico que se nos impone a sangre y fuego (y no hay nada de simbólico ni alegórico en esa formulación). El punto en cuestión es el margen de utilidades.
A pocos se les ocurre pensar que cuando el fabricante de croissants decide reducir el precio de venta de su producto hasta apenas el 21,74% del vigente hasta ese momento (dicho de otro modo: una rebaja del 78,26%), lo hace con el deliberado propósito de perder dinero. Lo hace, sin duda, para popularizar su producto, para deshacerse de un stock acumulado excesivo (algo un poco impensable, tratándose de un producto perecedero), para ampliar su mercado a nichos hasta entonces no explorados, etc. Todo muy bien. Pero cuando vende croissants a 0,25€ no pierde plata. Puede ganar menos, pero no pierde plata.
Esto es suficiente para razonar de la siguiente manera: “Pero, si al vendérmelos a 0,25€ todavía gana dinero, ¿cuánto ganaba este condenao cuando me los vendía a uno con quince cada uno?”
No hay retorno desde esta revelación. Cuando el “buen pasar” era generalizado, la mayoría se levantaba de hombros, pagaba 1,15€ por cada croissant, y se lo comía pensando (si es que algo pensaba) “está bien, que haga su negocio; yo puedo pagarlo”. No suena demasiado consciente de que hay centenares de millones de personas en el mundo que reciben por todo salario (mensual) el equivalente a cinco o diez croissants… pero bueno, no se le puede exigir conciencia a todo el mundo, ¿verdad?
Pero el “buen pasar” está yéndose por el remolino del excusado/toilet/inodoro… y esto suele traer la indeseable (para los empresarios) consecuencia antes mencionada: todo entra en cuestionamiento.
Y es una bola de nieve imparable: de ahora en más, los sectores más cuestionadores, los menos conformistas, los intelectualmente más inquietos, no podrán (ni querrán) evitar elucubraciones similares ante cada promoción, oferta, campaña, rebaja, etc., con que los empresarios elijan enfrentar la crisis.
Y, ¿querés que te diga la verdad, Francesc?: Me importan un soberano carajo las penurias de los empleados a sueldo “con la camiseta de la empresa”, y mucho menos que la mitad de un soberano carajo las tribulaciones de los empresarios que no saben a qué precio vender sus croissants. Han robado por décadas. Los muertos por hambre no compran croissants; siempre lo supieron, pero robaban igual (a esta altura, espero que no sea necesario aclarar el carácter simbólico y generalizable de nuestros croissants).
Karlitos lo explicó hace un siglo y medio: cuando toda la riqueza se haya concentrado en muy pocas manos, los trabajadores que producen todos los bienes de consumo del mundo no tendrán el dinero suficiente para comprarlos. Y ahí te quiero ver.
Porque hasta el recurso criminal de las guerras y la destrucción de activos se mostrará insuficiente e ineficiente, alguna vez. Quizá alguna próxima vez.
Alegría, Pepe...
Bueno: mi reflexión se limitaba a ese vaivén, a ese peloteo entre la ignorancia de la clientela hacia el producto en su precio base contra el (valga el juego de palabras) "aprecio" al reducido. Como un péndulo donde el product manager o el que narices estableciera ese precio siempre intenta convencer al mundo de que él y solo él tiene la razón.
EliminaUn placer leerte de nuevo, H.
Me parece que pertenezco a un cuarto grupo, el de los que le han entrado una enorme ganas de comer croissant leyendo este post y sus comentarios.
EliminaCon respecto a Karlitous, hace mucho tiempo cuando pregunté a un "especialista" por qué a las personas les costaba tanto entender su teoría, me explicó que cuesta mucho hacerles entender a las personas que toda su vida han sido unos idiotas y que cuando lo comprenden, hacen todo lo posible para negarlo y en última instancia les importa bastante un carajo mientras puedan acceder a aquello que creen que necesitan.
Me voy ya mismo al la panadería.
Anda, Villa, a merendar: primero el instinto de supervivencia, por encima de todo. Karlitos simplemente vio lo que se avecinaba de seguir el mundo por esos derroteros, y ya veis.
EliminaNo es un cuarto grupo, Villa; es un subconjunto del tercero.
EliminaBueno, he de esperar que se sumen adeptos a fin de conseguir la categoría de grupo propiamente dicho. Puesto que desde aquí se aboga firmemente por la cuestión independentista, creemos que merecemos otro nivel distinto de conjunto de aquellos que no llegan a leer el final del comentario de Horacio, como usted H ya advertía.
EliminaIndudablemente este blog sería algo diferente sin Horacio y su admirable tesón en calentar los comentarios. Aún recuerdo a Pereira y él hablando de embutidos en un post que empezó hablando de... de.... de qué coño hablaba ese post? Quién es Pereira??
EliminaUh.
A mí, en cambio, me entraron ganas de comer un "carlitos":
Eliminahttp://4.bp.blogspot.com/_tOm63t2ZVMI/TJtPxe7ZZ5I/AAAAAAAAA38/iJdVOwQEv08/s400/Carlitos.JPG
En Bs. As. cómo se le dice?
Talita, creo que se lo conoce con el hiper-imaginativo nombre de "tostado de jamón y queso".
EliminaLa diferencia entre la C y la K es toda la diferencia.
(Ni qué hablar cuando vienen juntas: la combinación "CK" es capaz de desatar torrentes de amor y de ira -por separado, claro- en estas tierras).
Francesc, no debiste recordar a las pamplonas. Había logrado olvidarlas, maldita sea. Ahora, de nuevo, su recuerdo me atormentará por semanas. Por qué, señor, por qué.
Pereira...
Acaso esté tomando infinitas cervezas con Horoche, en alguna playa caribeña. Los muertos que nosotros matamos......
Aquí hay mucha gente que solo se acerca cuando huele a comida. Cuidado con el colesterol, H!!
EliminaDios ¡
ResponEliminaFrancesc cuando no tengas inspiración, chico no escribas.
Vaya empanada más incoherente y aburrida.
Puff
Bueno, vale, de acuerdo.
Elimina¿Alguien quiere empanadas?
ResponEliminaYa tuviste aquí: empanada incoherente y aburrida.
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