Solía leer libros de management. Peor: los compraba, incluso, y los leía luego. Tardé más de lo recomendable en hartarme de leer obviedades como para que una empresa sea viable hay que incrementar las ventas y reducir los gastos. Mea culpa. Aunque, claro, algo queda, alguna frase lapidaria con la que puedes demostrar ante unos cuantos que estás al tanto, de estas cosas, que sabes como llevar un negocio.
Una de esas frases decía "la mitad de la inversión en publicidad es completamente inútil, pero no se sabe qué mitad ". ¿Véis?. Tanto rato perdido entre bostezos, tanto estante desaprovechado en muebles de oficina, al final sirve para algo más prosaico. Porque a Dinero le sobran como 200 páginas, pero no sé cuales. Porque seguramente cercenar la mitad de ese libro daría como resultado dos buenos libros: dos buenas novelas de corte algo confuso y claustrofóbico, pero dos tomos bien escritos, de rico lenguaje, de situaciones algo surrealistas, de una inexplicable riqueza narrativa. La cuestión es que, entero, the whole pack, me ha situado en una tesitura que pocas veces había experimentado como lector. Pues a pesar de que seguía avanzando con cierta sensación de que la historia no acababa de quedar definida, me veía incapaz de abandonar su lectura. A un ritmo pausado: no más de 40 o 50 páginas al día. Con un enorme esfuerzo inicial, pero jamás planteándome abandonarlo. Por mucho que tardara unas 150 páginas, o así, en llegar a especular cual era la profesión del protagonista, esa profesión que compatibilizaba cuantiosos gastos en un tren de vida a todo trapo, con un aparente perpetuo estado de dolce fare niente. Por mucho que ese trasiego vital, repleto de excesos de todo tipo y de todo precio ( pornografía, onanismo, alcohol, comida basura, conatos de pelea, habitaciones fijas de hotel, tabaco, actorzuelos y strippers) hacía presagiar que para nada estamos ante un ejecutivo como los que pueblan las novelas de Easton Ellis, este John Self, que así se llama el protagonista, levanta ante el lector tal bruma, tal nube de vapores y humos de todo tipo, mezclados entre sí, sobre su propia existencia y avatares, que uno acaba pensando si el caos y la confusión no son un recurso narrativo más que apoya la intención de la historia. Eso, y la presencia, no tan metaliteraria como algunos temerían, del propio Martin Amis como personaje de la novela. Así he atravesado este libro: con cautela, vigilando donde ponía los pies, controlando las dosis y quedando, al final, no colocado, sino descolocado.
Me encanta Easton Ellis, así que te haré caso y me lo leeré de una puñetera vez! si, si es uno de los tantos que esperan en mi tatami...:D
ResponEliminaBesos.
Este no es Easton Ellis: Easton Ellis es más dinámico y menos literario. O sea, USA vs UK.
EliminaSalut !!
Una llàstima. I jo que pensava que t'agradaria. Potser ara una re-lectura no l'aguantaria. És el que em passa amb molts escriptors moderns. Massa màrqueting, com Murakami o Auster o, fins i tot, Philip Roth.
ResponEliminaVeurem si hi ha temps
fins ara.
Jo no diria que no m'ha agradat. L'he trobat un xic llarg i amb tendència a la confusió i a la reiteració. I desprès no he acabat d'entendre la manera de resoldre la trama, encara que em penso que la trama no era l'important aquí. Però gaudia llegint-lo, l'Amis ho fa molt be. Crec que una aprimadeta li aniria be, si es tracta de mostrar els efectes del descontrol alcohólic del paio, i la recaiguda, 400 pàgines les he trobat excessives, per ben escrites que estiguin. Tot i això, no descarto que fins i tot la duració i el efecte saturador formin part de la intenció d'en Amis. I al menys no hi ha moralina.
EliminaMurakami, Auster o Roth... les editorials munyeixen el que ven tot el que poden, però crec que tots ells acaben tenint bones novel-les en algun moment. Ben aviat caurà un Roth, per aquí. Quan passi la onada oportunista, llegirè El lamento de Portnoy.