Tiendo a profesionalizar mi actitud, y opto por no adelantar acerca de mis opiniones si estas no son finales y definitivas. Pero cuando no puede ser, no puede ser. Los tres primeros capítulos de la quinta y última temporada de Breaking Bad son tres absolutas obras maestras de encaje de piezas. De cierre de filas y de precisión suiza. De irrupción de nuevos personajes y de nuevas tramas, que serán solucionadas, seguro, pues si algo me demuestra esta serie es capacidad de adaptación al éxito, y compromiso de cabo a rabo con esa especie de filosofía: la huida hacia adelante, que se perpetúa, y los personajes, que aprenden cada vez mejor a ser nómadas. Hasta qué punto serán nómadas en esta temporada, vistos estos tres capítulos. Breaking Bad me hace reparar en que tampoco he sido tan estajanovista en la reseña de series que veo: poco he escrito sobre series que el blog me pilló comenzadas: extraordinaria The Office (a pesar de su agotamiento y desorientación post-Steve Carell), emblemáticas The Big Bang Theory y Modern Family (impecables, ambas, ejemplos de acometer la diversión para todos los públicos sin renunciar a cierto sentimiento canalla). Entonces Breaking Bad puede que me afecte en otra dimensión: en esa dirección casi cinematográfica, en esa omnipresente pose fronteriza, en esos personajes que van guardando giros inesperados. O, al revés, que obedecen justo a lo que te esperabas de ellos. O, espera, que combinan ambas cosas: comportamientos obvios y sorpresas mayúsculas. Extraordinario, no sé cuantos premios se ha llevado, en todo caso, menos de los que se merece, Bryan Cranston, virando del atribulado profesor de instituto superado por todo: alumnos, familia y, colofón, diagnóstico fatal, hacia ese ser que se manifiesta ahora, frío, inteligente, astuto, de una rigidez lógica aplastante. Nadie puede pensar que el mundo haya cambiado tanto a su alrededor. Pero su perspectiva es tan magnética que así hace que parezca. Donde en la primera temporada esos matones con tatuajes trepando por el cuello y botas de tacón cubano parecían arredrarlo antes de doblar la esquina, ahora es él quien ha tomado el timón.
Mike: yo dirijo el negocio.
Walt : de acuerdo.
Hace un aparte:
Jesse : estás loco, vas a dejar que el dirija?
Walt : él dirige el negocio, y yo le dirijo a él.
Tres capítulos: no sé cuantos quedan y, creo, casi seguro, esta es la última temporada. Semanas salivando. Semanas.
Mike: yo dirijo el negocio.
Walt : de acuerdo.
Hace un aparte:
Jesse : estás loco, vas a dejar que el dirija?
Walt : él dirige el negocio, y yo le dirijo a él.
Tres capítulos: no sé cuantos quedan y, creo, casi seguro, esta es la última temporada. Semanas salivando. Semanas.
Es la última, nomás, y ya estoy preparándome para el "síndrome del nido vacío". Más o menos como cuando se fue el Pep.
ResponEliminaY quedan trece episodios: son 16, en dos sub-temporadas de ocho.
Las últimas trece botellas de ese vino irrepetible que nos quedan en nuestra cava particular.
Salud.
Bueno: habrá que buscar con qué consolarse. Aunque trece capítulos aún nos tendrán ocupados una temporadita.
EliminaYo quedé en la segunda y todavía no me reenganche, ¡le tengo unas ganas! ¡No sé quién es Mike! Decidido, hoy la vuelvo a mirar.
EliminaQué envidia tener dos temporadas enteras sin ver. "Los pollos hermanos". Ya te sonará, ya.
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