En uno de esos arrebatos de chiquillería, decidimos alquilar un ático en la calle Cartagena. Una calle empinada, una de esas calles que existen en ciertas ciudades en las películas (la más célebre es San Francisco), en la cual, cuando conducías, rezabas para que no te tocase parar en un semáforo. Porque encima el sistema de tráfico de la ciudad había determinado, perversamente, que el tráfico fuera en dirección ascendente. Pensarían que la pendiente resultaba excesiva para ser en bajada. Bonita broma. Al ático tardamos dos semanas en llamarlo la antesala. Por el infierno, y por el espantoso calor que hacía. Nuestras tardes de verano allí consistían siempre en lo mismo, día tras día: los cinco amigos que compartíamos su coste íbamos llegando y nos despojábamos de toda la ropa de que encontrábamos decente despojarse: tampoco era cuestión de que aquello pareciese un club gay. Igualmente sudorosos, por eso, todos aquellos que no disponían de una pareja con la que copular (para lo cual el ático disponía de un par de habitaciones) se sentaban en la mesa a jugar a las cartas y a reponer con refrescos o con tragos el copioso líquido que nuestros poros dilapidaban.
Progresivamente el hijoputa se convirtió en nuestro juego favorito: el capricho del azar combinado con la excitación de la apuesta. Lo que tenía que ser un lugar de recreo y relax, el sustituto de esos coquetos apartamentos de emancipados que la precariedad laboral y los misérrimos sueldos (y, para qué negarlo, nuestra escasa ambición y paulatino acomodamiento) nos habían negado, se convirtió inexorablemente en una especie de mercado donde nuestro dinero cambiaba caprichosamente de bolsillo. Era tal la excitación en que nos sumían nuestras partidas que ni nos enterábamos del ruido del batir de cuerpos, si alguno de nosotros se subía alguna conquista: de forma patética, más de uno confesó que se afanaba en sus prestaciones sexuales a fin de incorporarse rápidamente a la partida.
Jesús era uno de nuestros invitados más habituales. Conscientes de que su economía no se lo permitía, lo único que le exigíamos (de una manera relajada y amistosa) era que aportase bebida cuando le daba por pasarse. Sudaba de una manera tan escandalosa cuando alcanzaba la escalera que acababa con buena parte de esa bebida en los diez minutos siguientes a su llegada. Pero, parece, habíamos llegado a un concepto de la amistad tan puro, tan de anuncio estival de cerveza, que nos daba igual. Luego, el ritmo del juego permitía sostener una conversación mientras las cartas se mostraban, las apuestas se cruzaban, y nuestras novias ocasionales, demasiado tímidas para quedarse en sujetador delante de todos, daban estruendosos portazos mientras salían murmurando entre dientes.
-Esta de hoy no vuelve, Jaume. Te digo yo que antes de que baje dos plantas ya se ha dicho cuatro veces a sí misma que está harta de que la trates como una putilla de la Rambla.
-Ya. Van cuarenta.
-Joder cuarenta, chaval.
-¿Los ganó el hijo de puta!. No queda una mierda en el centro, ahora. ¿Queda alguna cerveza, Jesús?.
-Hoy las he subido sin alcohol.
-¡Sin alcohol! ¿`por qué nos haces eso?
-No puedo permitir que nada nos nuble hoy el entendimiento. Lo que os he de comentar es muy importante. Esta mañana he estado en la comisaría.
Qué te propones con esto? Mantenerme en vilo? Pues ya lo has conseguido.
ResponEliminaBueno: el vilo igual se mantiene o se eleva o se hunde miserablemente. Lo que tienen los vilos, hoy en día.
EliminaNo, no creo que se hunda esto. Ya van apareciendo varios personajes interesantes. El comisario, por ejemplo. Su participación no puede terminar allí, o si? A mí me gusta mucho imaginarme con actores reales casi todos los personajes y a este del comisario ya le puse cara(un actor argentina, seguro lo conoces: Enrique Pinti).
EliminaA Jesús intento no imaginarle con barba, pero es que soy muy infantil.
Jesús no lleva barba, en absoluto. Se afeita incluso los fines de semana desde que una de sus escasas conquistas alabó la suavidad de su piel recién rasurada. No es cuestión de ir dilapidando sus escasos atractivos.
EliminaLo vengo siguiendo hace unos días en silencio, estoy fascinado. Vamos por la tercera, ¿no? ¿O me perdí alguna anterior?
ResponEliminaYo a Jesús lo imagino parecido a Casciari...
Che, ¿cómo se juega al hijoputa?
Este es el cuarto, los anteriores:
Elimina-SISTEMAS DE ENCRIPTACION
-TIJERETAZOS
-LA COMISARIA
El sábado asistí obligado a una reunión pre-bautismo o algo así (no soy católico, pero mi hermana sí y ni en pedo me iba a perder ser el padrino de mi primer sobrino varón por estas cuestiones menores). El asunto es que el catequista o lo que fuera era igual, pero igual a Casciari. No permitían celulares (intenté una foto de querusa, pero no daba) así que no tengo pruebas. Estuve toda la charla (una hora!) pensando que era igual a Casciari y casi ni presté atención a lo que este decía. Luego el domingo tuve que renunciar al demonio y esas cosas, pero el clon de Casciari no apareció por la ceremonia. (lo cual me genera algunas dudas)
Perdón, pero no tenía otro lugar donde compartir esto.
El hijoputa no se llamaría así por cualquier detalle: naipes franceses, con uno o dos jokers. Tantas barajas como se quiera ( cuando se acaba se mezcla de nuevo)
EliminaSe pone una cantidad inicial, que se deposita en el centro de la mesa: se va apostando una cantidad (o toda la recaudación que haya en el centro) que se retira si la carta es roja o se añade si es negra. Cada vez que se vacía el centro se ha de volver a aportar. Quien se añade al juego una vez iniciado ha de igualar las aportaciones individuales. Cuando sale el joker, creo recordar, o se retira lo del centro o hay que volver a aportar dinero. Por eso es hijoputa: aunque sepas que la carta va a ser negra hay que hacer una apuesta mínima.
Villa: en eso el catolicismo es cómodo para los caraduras como algunos (p.e. yo mismo): disfrutas sus fiestas, te apuntas a sus liturgias sin necesidad mayor que aparentar respeto, y a ir tirando. Es un misterio que no permitan celulares, por eso.
Elimina¡Gracias Villa! ¿Está bien que te llame así?
ResponEliminaQuiero saber tus conjeturas, ¡comparta!
Como se llama a una conjetura sobre algo que aún no sé cómo voy a resolver?. Pre-influencia? Sugerencia? Imposición de los mercados?
Elimina¡Sobrecarga! ¡sobrecarga!
EliminaSuerte que soy el nuevo mesías y eso me impide acusar tanta presión.
EliminaSi las paredes hablasen de según que pisos...;)
ResponEliminaBesos.
Por eso se las pinta tan a menudo: para que cierren la boca.
EliminaMe pareció genial este y como se viene dando la serie, interesante. Yo casi casi me di por vencido con el paranóico de la tienda... fue decayendo.
ResponEliminaQué siga el juego!
PD.: Escuchar Jesús e imaginar una barba es un estereotipo difícil de eliminar.
Nada de decaer: hay que mantener las líneas abiertas... hacia la intertextualidad y más allá (joder, qué pretencioso).
EliminaInsisto: Jesús barbilampiño y con cara suave como culo de bebé.
Pues parece que el público pide que Jesús sea barbudo. Incluso, Viggo Mortensen ya habría pedido a su agente que le gestione este papel en caso de rodarse la película, y se estaría dejando crecer barba y cabello.
EliminaVoy a intentar ver al tal Jesús como le describes, solo para que no te enojes y me cuelgues con el resto de la historia.
Viggo Mortensen?? este Jesús del cuento no puede ser guapo ni visto de lejos ! cómo presionáis, leche !
Elimina