Y de repente todo se enrarece: la gente no comenta, empieza una extraña competición futbolística (sí: soy de la idea de hacer desaparecer las selecciones nacionales para siempre jamás), por otros lados se discute, con creciente acritud, sobre Murakami, se menciona a Madonna. Empezará el Sónar, unos niegan que lo que se ha hecho con España sea rescate, otros lo afirman, yo uso la palabra rescate para jugar a los anagramas (es terca, es recta, te creas, secreta, es Creta, creaste, cesarte, secarte, R: te caes, cae tres, sé recta, sé terca, sé Creta, ATS: rece, recetas). Avanzo lentamente por un libro escrito en ese español que se habla en México: difícil, barroco, complejo, como si casi fuera otra lengua. No es el mexicano que adoptó Bolaño en Los detectives salvajes, no: es más difícil.
Pero las barreras hay que superarlas. Además, le debo una oportunidad a otro de los escritores recomendados por Bolaño. Sí, sé que recomendaba muchísimos; es más, recomendaba tantos que, a veces, me he sentido tentado de confirmar si alguno de ellos era real o no. Si no nos hacía bromas a pequeña escala como la que había hecho a gran escala con La literatura nazi en América. Pero algunos existen: Belén Gopegui, lo intenté con ella pero allí estaba yo, tras dos intentos de arranque para, al final, confirmar la decepción del Deseo de ser punk. No decepción mayúscula, no; no como la de los libros de Amèlie Nothomb, para que recuerde uno tras otro sus defectos. Luis Magrinyà, otro recomendado: demasiado pendiente de epatar, demasiada filosofía propia intercalada entre tan escasa acción, que ganaría mucho sin ella, aunque perdiera páginas. Entonces, sin esas disquisiciones sobre la inactividad y sobre el dolce far niente y sobre la inutilidad, las 350 páginas de Los dos luises quedarían reducidas a algo más de una centena. A mí quizás no me importaría, puede que agradeciera, incluso, no tanta pérdida de tiempo explicando lo que, con imaginación y esfuerzo, puede leerse entre líneas: pero a un jurado literario sí le importa, porque, parece, no se puede dar un premio de novela a una de menos de 200 páginas. Los sesudos, los que se hacen fotos mesándose la barbilla, ante bibliotecas atestadas, dirían que menos de 200 páginas es folletín, o narrativa breve, o menos: a no ser que el escritor hubiera muerto. Entonces hablarían de concisión y de precisión y de la justa medida de la concentración del talento. Hablarían de minimalismo y de potencial expresivo.
Por eso, estoy convencido de que he de acabar de aprender ese otro idioma que es el mexicano (creedme: hay más diferencias entre mexicano y castellano que entre castellano y catalán, especialmente si es el catalán bastardo hablado en Barcelona), y de que el libro de Daniel Sada tiene que convencerme de que el propio gusto de Bolaño no era su efecto Selassie: que la virtud que le llevaba a ser dios era su escritura y no sus gustos; que en el fondo lo que hacía era escribir diferente a los que le gustaban, para desmarcarse y escribir, él, bien.
Selassie sin dudas!
ResponEliminaNo pensaba yo encontrarle un defecto a Bolaño, lo hice sin querer !!
EliminaLa gente sí comenta! Los mexicanos tienen un dialecto que se hace difícil de comprender, también para nosotros. El comienzo de Amores Perros es una buena muestra de eso, los primeros diez minutos parecieran hablar en otro idioma.
ResponEliminaParece ser que en este libro Sada incluso usa un mexicano barroco. No sé si seré capaz...
Elimina"el catalán bastardo hablado en Barcelona" jajaja esta si que me ha gustado! para una mujer de las Catalunyas profundas como yo, hablar en Barcelona es como hablar en otro idioma, en serio. Uff mexicano? si ya me cuesta un huevo entender el andaluz...no me veo yo entendiendo mexicano barroco! ;)e
ResponElimina-ahora pareceré tonta, pero es mexicano o mejicano?- si, ya sé es para colgarme...
Besos.
El català de Barcelona ès un desastre absolut!! Desgraciat per males pronunciacions i pitjors construccions!! Però al final serveix per comunicar-se, s'ha d'acceptar.
EliminaEs diu "mexicano" i es pronúncia "mejicano". Qualsevol "X" en paraules mexicanes es pronúncia "J".
El catalán de Barcelona es un desastre absoluto! Desgraciadopor malas pronunciaciones y peores construcciones! Pero al final sirve para comunicarse, se ha de aceptar.
Se dice "mexicano" y se pronuncia "mejicano". Cualquier "X" en palabras mexicanas se pronuncia "j".
Menos xilofón y otras...
ResponEliminaXilofón no es mexicano !! Xilo debe ser una partícula del latín o del griego que significa madera. Xilófagos (termitas): que comen madera. No me xodas que Roy Ayers toca el jilofón !!
EliminaMala mía!
EliminaPerdón eterno, Quién !!
EliminaNo se el catalán, pero vamos, que el castellano en sus diferentes variantes no es tan complicado. Además, ciertas palabras cobran significado por el contexto. Ya se que hay muchos que ignoran lo que significa falda o pollera , o durazno y melocotón. Pero no es tan difícil. O será que crecí leyendo traducciones e impresos españoles y mexicanos.
ResponEliminaDame todo el power manito!!!
Germán: el libro de Sada era realmente difícil. No solo vocabulario: una gramática realmente enrevesada. Probaré más adelante, he vuelto a Japón.
EliminaPobre Bolaño, tiene defectos! Y con lo mucho que me gusta. Efecto Selassie para él.
ResponEliminaComo a Marley, cuestiones que los humanizan, no nos dé por creer en divinidades. Se empieza así y se acaba con un santón poniéndote ungüento en la frente diciendo mmmmmmm!!
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