Puedo comprender por qué parte de la crítica aborrece a un grupo como Air. Al margen de cómo a uno le puedan caer tipos con tal pinta de parisinos de clase media, arquetipo que parece no contar con el beneplácito de una parte sustancial de la humanidad. O de que sus números vocales, sean con sus propias voces o con el abuso del vocoder, sean mejorables.
Ocurre que Air, desde su masterpièce del 98, Moon safari, no han sido capaces de alcanzar tal nivel de genialidad, pero tampoco han sacado un disco que haya defraudado completamente las expectativas.
Pocos grupos habrán sido tan osados de abrir un primer LP con un tema tan escasamente comercial como La femme d'argent. Habrán desvariado en ocasiones hacia cierto sinfonismo algo alucinado, abusado del sonido oriental, autoparodiado temas propios, pero no hay un solo disco que sea despreciable de principio a fin, que suene a carpeta de recortes entregada precipitadamente a la discográfica. Y eso a ciertos críticos les jode, pues, sabré de que hablo, no hay nada más jugoso que una buena cagada para destriparla sin contemplaciones.
El otro día la web de Metacritic no me dejaba introducir mi opinión de un disco puesto que el disco no había sido puesto oficialmente a la venta. Los críticos de los medios autorizados sí lo habían hecho. Yo, aunque tenía el disco hacía días gracias al emule, tuve que sufrir esa estúpida e hipócrita discriminación. El disco de Air se publica hoy oficialmente, así que no es el caso, pero me da igual. Puede que esos críticos merezcan la ventaja de ser los primeros en escuchar los discos con una coartada legal. Pues ser un crítico reconocido y tener que oír según qué cosas tiene su mérito. Y aguantar la llamada del artistazo y soltarle tu opinión, sin anestesia.
Con Voyage a la lune a los críticos otra vez les va a costar (o les será imposible) ser radicales: no es un gran disco (en ninguno de los sentidos: sólo 31 minutos de música, en cualquier caso excediendo la duración de la película de Meliès, 14 minutos), pero sigue conteniendo esas tres o cuatro canciones del estilo que les convierte en una referencia, que les permite alimentar el mito pues siguen siendo un grupo para una gran minoría, sin concesiones, sin colaboraciones estúpidas (ay del día que hable de la estúpida moda de las colaboraciones a porrillo), posiblemente siendo excesivos cuando les entra la vena progresiva, posiblemente algo pretenciosos cuando lo introspectivo transita por terrenos poetizantes. Pero viendo donde se han quedado (casi todos en la cuneta, sea por olvido o por estruendosos accidentes) tantos acompañantes en aquellas dos o tres aventuras confusas que fueron el trip-hop, el ambient o el downtempo, Air y sus discos me siguen mereciendo un gran respeto.
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