Ayer podría haberme enzarzado en la eterna discusión sobre España y Catalunya y si éstas encajan o no y cual sería la condición de ese encaje. Pero no. No es sorprendente que esta discusión, entre la gente de Orsai, sea civilizada y razonable, sin acritud ni tendencia a la descalificación, más bien, agradablemente, con cierto argentino sentido del humor y la socarronería, a veces derivando hacia el feo tema de Garzón y su inhabilitación.
Mi problema es que lo agradable a veces me resulta tibio en exceso, y la tibieza, la literaria, la ambiental, la política, no me gustan ni un pelo. Sopa tibia, café tibia, cava tibio. Ideal para quedarse dormido. Prefiero estar despierto y con todos los sentidos (los siete) bien activados.
Así que daré otra vuelta de tuerca.
Como la de plantear la diferencia entre las reacciones cuando, hace unos meses, cierto medio de comunicación insinuó sin tapujos que los jugadores del Barça se dopaban y la que, en el transcurso de estos días, y de manera creciente, se tiene con el tema de los guiñoles de Canal+ Francia.
Dando por sentado que soy de la opinión de que realmente muchos de esos deportistas de élite no están haciendo nada malo.
Pero parece que las reacciones van a ser incluso institucionales. Qué es lo que se piensa en España?. Que se tiene que reaccionar igual que con el tema de las viñetas de Mahoma, hace unos años, en cierto país escandinavo?. Este es el concepto español de la libertad de expresión. No es una pregunta, es una afirmación. Pueden proliferar chistes de gays, de catalanes, de gallegos, de leperos, de gangosos, y de negros. Pero si se toca a nuestros deportistas de élite, en programas de humor, hay que saltar al cuello. Eso no es atizar al odio. Si se hace desde estados diferentes al de uno, hay que contraatacar. Si se hace desde dentro, es que somos unos cachondos que nos reímos hasta de nuestra sombra. Ese es uno de los motivos de mi nulo sentimiento español: no respetaremos la libertad de los demás, no encajaremos las bromas, sean de buen o mal gusto, y el pataleo consistirá en no comprar en el Decathlon o en el Carrefour. Cierto amigo francés me comentaba que recibía visitas periódicas de su madre que le preguntaba si aún teníamos al rey ese. Puede que, en este entorno, mi amigo debiera pedirle a su madre que tuviera cuidado con la mala interpretación de sus comentarios. A mí me da igual el concepto patriótico, pero, mientras esté condenado a obedecer sus leyes y sus gobernantes, no me queda otro remedio que estar atento. Si se ríen de los deportistas, qué no harían viendo a una parte sustancial del país delante de la TV para ver a Belén Esteban o a Gran Hermano.
Preocupémonos de que la intención de voto en Francia es 8 puntos superior a que Sarkozy pierda el poder, y que, mientras tanto, sus decisiones conjuntas con Merkel todavía ejecutan el futuro de esa entelequia llamada Europa.
Qué se merece un patán que prefiere estar con Angela Merkel teniendo a Carla Bruni en casa.
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