¿Qué tiene que suceder para que, por un día, rompa mi sacrosanta costumbre de titular los posts de manera voluntariamente desconcertante, buscando que el título ni aventure el contenido de lo que voy a escribir?. Si hasta he puesto el signo de interrogación al principio de la frase, malgastando meses de no hacerlo (lo confieso, eso hacía que sintiese que los posts eran algo más catalanes).
Lo que tiene que pasar es que una serie te subyugue hasta el punto de superar todos los registros: 12 capítulos, más o menos equivalentes a otras tantas horas, pulverizados en apenas dos días y medio. Toda la primera temporada, única hasta el momento, desde el domingo (en que el DVD de Boardwalk Empire falló, sin ninguna duda empujado por la más parecido a la divina providencia) hasta justo ahora en que, extenuado y fascinado, conservo el regusto de los últimos minutos, me temo que para un largo período de tiempo, justo el que la cadena Showtime emita la segunda temporada y alguna de esas almas caritativas se decida a subtitular para mitigar mis lagunas con el inglés de los USA. Decir que la primera temporada de Homeland alcanza cotas dignas de las mejores temporadas de grandísimas series. Que habla de Irak y de Al-Qaeda, pero también del 11-S y su repercusión en la sociedad americana, en la corporeidad de un enemigo que les es necesario. Que lo que los eruditos vienen a llamar pulso narrativo te atrapa y te paraliza de una manera despiadada, que cada avance en la trama confluye hacia un clímax (segunda vez que hoy escribo clímax), pero que ese clímax, de repente, se paraliza y se posterga, en un ejercicio tántrico de placer constante. Supongo que, conscientes del elevado nivel de lo que tenían entre manos, los guionistas prepararon una segunda temporada aún más tensa, aún más opresiva, aunque les pediría no muchas más, no les pase como a Lost o a Prison break, donde todo se estropeó por alargarlo. Les suplicaría que lo hiciesen ya, que no me dejen con este síndrome de Estocolmo (particularmente acertado el símil) por mucho tiempo más. Que tengo ganas de volver a oír la trompeta de la banda sonora, y hoy por hoy, sé que voy a tardar, y ya cuento los días.
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