Por lo que a mi propia experiencia se refiere, si eres capaz de leer un libro a la vez que oyes música, como mínimo una de las dos cosas no satisface lo esperado. Un buen libro o un buen disco son placeres que casi apartan a los otros, con la salvedad de la combinación con un buen whisky. Pero un excelente whisky también querría soledad y concentración, y la luz de una lámpara atravesando el vaso, distorsionando la realidad, a veces por un momento, a veces por toda una noche.
Mientras, reservo sine die, (pensando equivocadamente que existe el envejecimiento en estante como elemento de mejora de un buen libro) Los detectives salvajes. Ya lo he dicho varias veces, como último recurso, para cuando ya todo el mundo esté convencido de que los discos duros, las carpetas, las libretas, hasta los recuerdos de las más banales conversaciones con vecinos y tenderos de Roberto Bolaño ya no alcancen para un nuevo libro.
Con esa conciencia a plazo fijo, voy dando cuenta de las obras menores que se fueron publicando, a la estela tanto de su desaparición como de su súbita ascensión a la merecida cima de escritor de referencia que ostenta.
Decir escritor de referencia es un apelativo muy cacareado. Bolaño tiene la culpa de que me acerque a las 500 entradas y ni por asomo quiera parar. De que mi hija me lea (y se pregunte si son míos del todo algunos párrafos que, supongo, encuentra brillantes... sí, al 100 %, por lo menos conscientemente). De muchas cosas por las que ya no tiene sentido recriminarle.
Una novelita lumpen es un relato de apenas 150 páginas que se lee en algo más de una hora. Acostumbro a consultar otros blogs en busca de reseñas que me orienten algo sobre lo que pretendo leer. En uno de ellos explican que el libro es alargado en su publicación hasta darle el volumen físico de una novela, pero en realidad es una especie de cuento. Aunque cierto libro de Oé me dio la misma impresión, Oé no es Bolaño. Ubicada la trama en Roma, la protagonista de Una novelita lumpen es la chica de unos 19 años que vive junto a su hermano, solos desde que los padres perecen en un accidente de tráfico. Inmaduros pero conscientes de que nadie va a cuidarlos salvo ellos mismos, deben procurarse trabajos precarios para sobrevivir. El libro tiene estructura y entidad de novela, sobre todo al lado de otras obras, también relanzadas a raíz de la muerte de Bolaño, más inconexas y dispersas. Bolaño está en esas frases, en esa estructura del lenguaje esta vez completamente europea, en esa trama ligeramente acanallada, y en esas certeras descripciones de los personajes, basadas en sus silencios y sus secretos inconfesados. Anagrama sabía que despues de 2666 Bolaño era un valor seguro y quiso hacer caja de ese mito. Nada deshonesto. No hace falta hinchar facturas ni tocar dinero público.
No es la enorme montaña de bellas cumbres y escarpados picos de 2666, pero es una bonita colina a la que no cuesta llegar, desde la que, sentado entre los arbustos, ves el atardecer en la ciudad.
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