Todavía encontraría por algún lado cualquiera de las carpetas que usaba en el instituto. Carpetas que llenaba de fotografías que recortaba de las revistas que compraba. Entonces me daba igual cargarme media revista con tal de mostrar las fotos de mis iconos. Había coches de rally abordando curvas en posiciones y saltos inverosímiles, pero también estaba Bob Marley, Siouxsie, Deborah Harry, David Sylvian, y los Kraftwerk. Ni que decir todo lo que no había entonces. Ni impresoras, ni scanner, ni fotocopias en color que no te salieran más caras que comprar otra revista. Pero mi carpeta, la de muchos, debía mostrar algo de personalidad.
Que todos esos mitos han caído, voluntariamente o no, estrepitosamente o no, ya es sabido de todos.
De hecho, cuando he empezado a escribir he pensado en lo poco lejos que eso estaba de las adolescentes de hoy que llevan a Justin Bieber. Pero no debería decir eso. Porque no se puede comparar. Verdad ??. No ??. Por favor, decidme que no.
Entonces hacia 1980 yo hubiese saltado de felicidad, o llorado de alegría (cursis expresiones copiadas de los libros de Amélie Nothomb que aún permanecen, un par de días despues, en mi memoria, pero no les queda mucho más), a la vista del número mensual de RDL, que celebra su trigésima (300) salida a los quioscos. Lo han hecho como acostumbran, con ejemplares celebratorios en los que tiran de archivos y de endogamia, motivos no les faltan para retozar en la exaltación de semejante hito: mitos como Muzik quedaron en el número 99. El número 300 de RDL, como ya no tengo carpetas que decorar, me ha decepcionado bastante. Fotos y fotos y más fotos. Llegan, por lo menos a mis necesidades, unos 30 años tarde. En nuestra era, en esa era que algún exagerado dice que Steve Jobs ha cambiado (creo que hay que recordar a Bill Gates también, ya le tocará cuando muera) ya disponemos de todas las fotos que queremos. Será por fotos. De artistas y famosos, las que quieras, reales o no, cualquier icono global tiene miles de imágenes disponibles buscándolo con google. Vestido, desnudo, joven o viejo, deslumbrante o en un mal día. Los de RDL usan un montón de imágenes que los que compramos la revista, y la conservamos, ya hemos visto, si han merecido la pena. Claro que sin ese valor añadido del resumen realizado con un criterio y una especie de voluntad de hacer balance. No hacía falta, más cuando te soplan casi 10 euros por una revista en la que esperas que te recomienden buenos discos y buenos músicos, y te salen con fotos a las que ni siquiera les ha llegado para ponerles más que unas escuetas líneas para situarlas en el espacio y el tiempo. Supongo que es un efecto colateral de la situación general. Poner una revista en los quioscos sin tener que pagar colaboraciones, las que llenan un número habitual de un mes normal. Así están las cosas. Una revista que se sustenta de la publicidad de discográficas, que hoy se conforman con vender lo que sea con tal de recuperar los costes de producción y promoción de un disco. Ya me duele criticar de esta manera, ya. Pero la cita con las revistas siempre acarrea algo de excitación, y con tanta foto lo que he tenido ha sido un coitus interruptus. Soy un lector fiel así que comprendo lo que pasa, o creo comprenderlo. Lo cual también me hace sentir cierto temor. Pues este nuevo mundo es cruel e implacable y no respeta ya ni las canas.
En cualquier caso no puedo negarle cierta utilidad al repaso de tanta imagen en retrospectiva. Me sirve para recordar a quien reconozco y para darme cuenta de lo poco que cuenta la imagen en la música actual. Me sirve para evocar aquella vez que me encontré en el Turó Park a Gaizka Mendieta, y le comenté que había leído aquel artículo en la revista sobre su gusto por la música. Allí estaba yo con mi familia hablando con un futbolista del Barça sobre música. Sobre la foto en la que salía junto a J de Los planetas.
Ah, las imágenes. Si este post llega a mil palabras, quizás valga lo que una imagen, según muchos pesaditos. Este post acaba recordando que dos miembros de Los planetas tienen un proyecto paralelo que se llama Los pilotos. Nombre acertadísimo, hay que decirlo. Su música puede ser ligeramente germánica o ligeramente cosmic-disco aunque a mí me viene a la cabeza Giorgio Moroder. Al cual se le debe un respeto.
En cualquier caso no puedo negarle cierta utilidad al repaso de tanta imagen en retrospectiva. Me sirve para recordar a quien reconozco y para darme cuenta de lo poco que cuenta la imagen en la música actual. Me sirve para evocar aquella vez que me encontré en el Turó Park a Gaizka Mendieta, y le comenté que había leído aquel artículo en la revista sobre su gusto por la música. Allí estaba yo con mi familia hablando con un futbolista del Barça sobre música. Sobre la foto en la que salía junto a J de Los planetas.
Ah, las imágenes. Si este post llega a mil palabras, quizás valga lo que una imagen, según muchos pesaditos. Este post acaba recordando que dos miembros de Los planetas tienen un proyecto paralelo que se llama Los pilotos. Nombre acertadísimo, hay que decirlo. Su música puede ser ligeramente germánica o ligeramente cosmic-disco aunque a mí me viene a la cabeza Giorgio Moroder. Al cual se le debe un respeto.
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