El progresivo regreso al orden normal de la vida cotidiana avanza implacable. Jueves y en estos escasos cuatro días todo parece irse a poner en su sitio, como en esas películas de explosiones que vemos hacia atrás. La entropía del universo contradicha : sólo un orden es posible, los desórdenes posibles son infinitos, pero tan sencillo como ver una de esas películas al revés. Everything in its right place.
Veo, agitado y expectante, el último capítulo de la última temporada de Entourage, emitido el domingo en USA, ya aquí cortesía del emule y de algún esforzado fan irredento que lo subtitula, profesándole tanto merecido cariño que avisa con un mensaje entre los subtítulos en los créditos finales: no hay que perderse la escena final, no en sí porque pase nada, no hay sorpresa final, no hay telón que cae de sopetón como en el controvertido final de The Sopranos, no hay inverosímil giro que intenta explicar todo y no explica nada (como en Lost). Simplemente es una especie de epílogo que esconde lo que podría ser un prólogo a una eventual película. No acaba de convencerme que se haga como en Sex and the city.
Tras una breve reflexión (las musas me iluminan y lo decido rápido), decido que Entourage es mi serie de comedia favorita de todos los tiempos. Otras categorías ya están otorgadas, la de drama es un ex-aequo para The Sopranos y The Wire - 6q, com anem ?-. Otras comedias me tienen igualmente obnubilado, The office, The big bang theory y Modern family. Pero no he visto como acaban, la visión de conjunto acaba siendo necesaria pues existe el riesgo de arrastrar tramas y personajes agotados en busca de temporadas y temporadas. Entourage se ha terminado en la cúspide: una breve octava temporada final de 8 escasos capítulos, sin finales acomodaticios. HBO otra vez, claro, y una indeleble sensación de que Mark Wahlberg, actor de prestigio, inspirador del personaje principal y productor, ha sido clave en el desarrollo. Grandísima.
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