Hace unos días, y no recuerdo exactamente a cuento de qué, pero sí que lo hacía de una manera muy contundente, Quim Monzó definió a Samuel Eto'o como gentuza en uno de sus artículos. La cuestión me resultó chocante, primero porque creo leer entre líneas que Quim Monzó es barcelonista, con lo cual el calificativo no tendría que ver con esa irracional inquina que a los que rozamos el hooliganismo nos entra por aquellos que visten los colores rivales. Después porque se me ocurre otras personas para definir la palabra gentuza antes que un futbolista (cuyo único crimen, al margen de perseguir enriquecerse como hacen todos ellos, quizás fuese tener un indecentemente costoso Hummer). Si uno duda de opciones para definir como gentuza, antes que a Eto'o, sólo tiene que sintonizar Telecinco, en el 99 % de los momentos en que no haya publicidad, seguramente tendrá en pantalla a cuatro o cinco muestras (p.e. Lydia Lozano) más claras y definitorias de lo que es esa gentuza. En fín, ni tengo por qué entender todos los mecanismos racionales (si los hay, tampoco tiene por qué) de la lógica monzoniana, ni mucho menos pedirle explicaciones, pues él podría pedírmelas a mí acerca de los motivos de mis inconscientes plagios constantes en estas páginas.
Si fuese Lydia, no Lozano, sino la fiel lectora y seguidora de consejos, titularía este post, con esa claridad prístina que ella usa, cosas que no entiendo. Cierto es que ando días reprimiendo ciertos comentarios relacionados con el fútbol, que forzosamente tendrán que aflorar, en pocos días, y voy a comprometerme a hacerlos acabe como acabe la cosa. Cierto es también que a mí Samuel Eto'o me caía fenomenalmente y no ponía en duda ninguna de sus cualidades, más cuando en ese descomunal Hummer la música que sonaba, el día que lo ví, era Bob Marley. Todos podemos fallar, bueno, no podemos más bién lo hacemos constantemente. Bob Marley falló entronizando a alguien tan dudoso como Haile Selassie, al poético objetivismo de Kapuscinski le doy un elevado porcentaje de credibilidad, simplemente porque creo que no hay imaginación humana que pueda crear personajes como el funcionario que limpiaba de los zapatos de los visitantes el pis que se hacía el can real. Haile Selassie era un tirano y Bob Marley cometió ese error al entronizarlo. Que luego tanta gente hayamos creído, por el descomunal talento de su inmensa obra, que todo lo que decía y pensaba no había que ponerlo en duda, ya no es culpa suya. Sé que el fanatismo no es bueno, aunque sea este inofensivo fanatismo por unos colores, por un escritor, por un artista, por una obra. Pero nadie podrá negarme que es bastante más divertido que la indiferencia, que ese todo me resbala tan propio de esta época.
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