Un día cualquiera, laborable. Hora de la mañana en la que, quien trabaja, normalmente, ya no está en la calle. Semáforo en parte alta de la ciudad. Señora de unos 50 años largos, bién llevados. Tejanos de diseñador, blazer en tono caqui. Indudablemente señora de la zona, seguramente casada con algún acaudalado señor que le financia y la permite esas larguísimas jornadas ociosas entre masajes, gimnasios (Iradier, Arsenal) caros, igual club de bridge. Se para en la calle a hablar con un hombre algo mayor. Bronceado de UVA, pelo canoso abundante y muy corto. Americana negra, camisa blanca, tejanos negros, también de diseñador. Gafas fashion, con varilla de pasta no muy ancha, bicolor. Aspecto un pelo amanerado, sin pasarse. La señora se gira y le muestra el peinado, una media melena corta, puntas ligeramente curvadas hacia dentro, flequillo corto, tono acertado. Le mesa les cabellos, se los levanta por la parte de la nuca. Hablan, poco, vuelve a girarse, vuelta a los cabellos. Siguen la conversación, que se alargará (me paro a mirarlos y la gente me pita) durante otros segundos, con constantes nuevos toques de atención a su cabello. Se despiden, él sigue Ganduxer abajo, ella sigue Ganduxer arriba.
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