De repente piensas que antes no te fijabas ni en ciertos anuncios ni tampoco mirabas ciertas páginas en los periódicos. Tampoco pensabas si lo que ibas a comer podía o no sentarte mal. Lo hacias y punto. Un día te das cuenta que el zumo de naranja es mejor por la mañana. Otro día te parece bién que ciertos aparatos tengan limitado el volumen, cuando antes eras de aquellos a los que cualquier potenciómetro se le
quedaba corto.
Pero el punto de inflexión definitivo para mí está siendo constatar como ciertos músicos con los que comparto, años arriba, años abajo, generación, empiezan a tener problemas de salud, en algunos casos problemas de salud que han acabado con ellos o con sus carreras. Martin Fry, de ABC, Edwyn Collins, o Green Gartside de Scritti Politti. No, no hablamos de esos viejos rockeros (sólo por acuñar ese término Miguel Ríos ya debería pasar el resto de su existencia en el más absoluto ostracismo) a los que los excesos del pasado les pasan factura, ni siquiera de esos otros, yonkis de lujo de largo recorrido que vivieron esquivando sobredosis. Hablo de enfermedades la mar de normales, que si el riñón, que si una depresión, que si problemas cardiovasculares. Todo eso me hace sentir cercano a ellos, claro, pero también a sus organismos.
Para bién o para mal, incluso los íconos se hacen mayores. Un día como hoy he consultado la web de la revista Time, y su famosa lista de los 100 seres humanos más influyentes. Listas así pueden unir bajo un mismo techo a Obama, Messi, Mark Zuckerberg (serio responsable de la existencia de estas líneas).... y Justin Bieber. Entonces me ha dado por pensar en una entrevista que leí el otro día con un joven productor de documentales norteamericano : hablaba de las diferentes realidades que uno puede llegar a pensar que existen, en función de los medios de comunicación a los que se es fiel. He pensado en Intereconomía, y en la COPE, claro. Debería pensar en El País y en la SER, y también en mi fidelidad a los medios del Grupo Godó, aunque siempre he aclarado aspectos de estos medios que no me acaban de cuadrar. Pondré énfasis en que me revienta su exceso de atención a los temas religiosos. Y daré la razón a 6Q. No he visto Balada triste de trompeta. Me sorprende que 6Q se diese ese festín de payasos, esos que dice que le dan miedo. Pero el soberbio montaje de créditos de la película, que recomendaría a cualquiera medianamente interesado en cualquier arte (lo tiene casi todo), resulta el paradigma absoluto de lo que uno interpreta de estas fechas, en ciertas partes de este estado. Y no negaré, pues una fiel fotógrafa de estos actos, lectora de este blog, es una asidua testigo de estos eventos, que haya cierto atractivo decadente en toda esa imaginería. Pero, y aquí debo recordar que titulé un reciente post Marcel Proust, las tardes de días como éstos me recuerdan aquellos aburridos parques de mi niñez donde no había más remedio que refugiarse en estas fechas (y veo unos pantalones llenos de parches en las rodillas que llevaba de niño). Uno puede sentirse fascinado por esas descarnadas imágenes religiosas (yo sólo veo yeso y pintura en ellas), como ciertos diletantes se sentían fascinados por la imaginería nazi, con sus gorras de plato y sus abrigos de cuero y sus relucientes botas de caña alta. Puede que de ese mundo de referencias surgiesen dos nombres tan alejados de eso como Joy Division y New Order. Aún recuerdo como me criticaban porque me gustaban esos discos de Joy Division con sus portadas con fotos de arte funerario, con su sobrio blanco y negro. A mí, que en ese lejano 1980 no comprendía aún sus letras, me gustaba el sonido, el espacio entre las notas.
http://www.youtube.com/watch?v=w2mKRjPHUNg
http://www.youtube.com/watch?v=w2mKRjPHUNg
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