Mientras, con esa manera inconexa de leer los ensayos que uno tiene, voy avanzando en El emperador de Kapuscinski ( otra vez perdón por no emplearme a fondo en la acentuación polaca ), entretengo la espera a que pasado mañana jueves se ponga a la venta un nuevo Bolaño póstumo. Nuevo y póstumo deberían formar parte de una paradoja en la mayoría de los casos pero es así. El libro ha sido escrito, o eso nos dicen, a lo largo de décadas, y de manera paralela a otras de sus obras. Para mí supone un pequeño aprieto pues deberé decidir si lo leo de inmediato o lo paso a mi reserva vital de obra de Bolaño aún no leída que, cual bolsita de frutos secos en el maletín de supervivencia, me permita atravesar esos peculiares períodos en que uno no encuentra nada estimulante entre lo nuevo, y tira de clásicos.
Puede ser, por tanto, que tener este libro me permita acometer la aventura de volver a empezar Los detectives salvajes con la intención ya irreversible de acabarlo. Claro que he empezado este libro varias veces, y toda su primera parte la he disfrutado por lo menos en tres ocasiones. Era al abordar la segunda, que es compleja y sospecho que requiere más de un sentido puesto en ello, que el tiempo se echaba encima y me decidía por algo más liviano.
Sí que recuerdo muy nítidamente sus dos personajes, los poetas realistas viscerales Arturo Belano y Ulises Lima, que huyen ayudando a una joven obligada a prostituirse. En uno de los inolvidables ( para mí lo son ) parones de su viaje visitan a una persona que les ofrece licor de mezcal de una botella. La marca del licor es Los suicidas y a partir de ese detalle ( intuyo que fruto de su desbordante creatividad ) Bolaño habla de las fábricas de mezcal activas en México y del dudoso gancho comercial de un nombre así. A mí me hace recordar los cigarrillos Death. Y los cigarrillos Death me traen a la memoria esos curiosos cigarrillos electrónicos que se comercializan, con su emisión de humo y todo, para ayudar a la gente que pretende abandonar su vicio, empujada y sugestionada por la creciente presión de las leyes sobre los fumadores. No soy fumador, así que podéis intuir lo que pienso. Pero debo reconocer que mi único e intermitente vicio ( el consumo excesivo de alcohol coincidiendo con eventos difícilmente soportables sin él ) a veces ha molestado a gente que me ha rodeado. Así que mantendré un silencio respetuoso.
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