Muy cerca del lugar de autos, una mañana cualquiera |
No soy de hacer mucho caso a lo que oigo. Pero sí soy de fijarme en las coincidencias. Y el otro día un tipo en la radio hablaba de la muerte del rock. En relación con esta extraña semana en que U2 dan cuatro conciertos en Barcelona. Y justo ese mismo día, o quizás el anterior, yo había proclamado para mis adentros que un comentario sobre ello iba a servirme como párrafo introductorio para mi pertinazmente postergado Ensayo Sobre Porqué la Música se Hunde.
Nunca he acabado de comprender el éxito de U2: los he encontrado obvios, los he encontrado épicos a posta, los he encontrado oportunistas, su música poco elaborada, su actitud demasiado mesiánica. Solo compré un par de sus discos, Achtung Baby, porque contiene tres de sus mejores canciones (Misterious ways, One y Until the end of the Worls) y Zooropa, que confié que fuera una continuación de Achtung Baby y no. O sea, presté atención al grupo cuando su sonido estaba más cerca del sonido tecnificado, pero en cuanto volvieron a esa intensidad épica propia de los discos que les dieron más éxito (Joshua Tree y Rattle and Hum) me alejé de ellos. Siempre consideré esos discos como meramente inaguantables. Siempre consideré una de sus canciones emblema, I still haven't found what I'm looking for como una de esas melodías simples y pegajosas, más dignas de acabar siendo la banda sonora de un jingle publicitario (su pegajoso estribillo no hace más que confirmarlo) que de ocupar lugar alguno al lado de las grandes canciones. Siempre pensé porqué el lugar de U2 no lo ocuparon los Simple Minds, grupo al que imitaban descaradamente, y qué cuantas sopas habían de comer los U2 para igualar un disco como New Gold Dream. Igualmente culpo a los U2 de haber desorientado a los Simple Minds. Tal que así. Pero no me lo recriminéis. Soy así de rarito: opino que Bruce Springsteen solo hizo que trazar una bajada desde su cúspide indiscutible, The River, y me vanaglorio de considerar Point Blank su mejor canción y de repudiar prácticamente toda su carrera posterior, empezando por la machacona simplicidad de Born in the USA, concesión al inacabable espectáculo de estadio en que ha convertido su vida posterior.
Entonces, U2 actúan 4 veces en una semana en Barcelona, llenando siempre, con 72.000 asistentes en total y a unos precios que no bajan de los 60 euros, y eso nos hace proclamar que El Rock Ha Muerto.
Porque sólo las grandes estrellas que llevan décadas sin discos que aporten nada a sus carreras llenan estadios. Sea AC/DC con su ruido infame, los Stones con su espectáculo gimnástico o Pink Floyd con sus bostezos post-sinfónicos.
Porque las generaciones que han hecho alumbrar esas estrellas (o sea, los nacidos entre los últimos 40 y los primeros 70) ya empiezan a estar mayores para ciertos trotes, incluyendo los de interesarse por ninguna de las eventuales estrellas emergentes. Ya que Guns'n'Roses optaron por la desaparición, Coldplay por dejarse la inspiración en las mesas de estudios carísimos, Radiohead, porque comprendieron todo antes que casi nadie, Nirvana por lo que optó Nirvana.
Porque somos incapaces de transmitir ese entusiasmo a las nuevas generaciones. Por lo que sea: y mira que lo hemos intentado de formas tan patéticas como nos ha sido posible, desde camisetas del Zara con el logo de los Ramones hasta slide-show de estúpidos bebés con bandana, gafas de sol y guitarra en ristre.
Aun así, El Rock, dice un tipo en la radio, Ha Muerto.
A continuación, por cierto, una estúpida tertuliana ha argumentado que era una buena noticia. Que cuanto antes muriese, antes renacería. El Rock como ciclo de moda, al lado de las gafas de sol de espejo, los pantalones pata de elefante y las camisas floreadas. Eso sí que es morir.
Pero habrá que analizar los motivos, ¿no? o pretendo un día publicar un análisis de cientos de páginas sobre casi toda la música, sin ser capaz de concretar los motivos del hundimiento de un género en particular.
El Rock Ha Muerto porque un día estuvo vivo.
Genial comienzo.
Estuvo vivo porque unos cuantos jóvenes tuvieron dinero para comprar instrumentos y dedicar sus vidas a la ociosa tarea de escuchar música, fagocitar su influencia, y emprender la creación de música que sonara nueva. O pudiera ser que asistieran a conciertos. O que viajaran a lugares lejanos, Asi que en la génesis del rock tiene algo que ver el privilegio del acceso a la cultura, que surge, demasiado frecuentemente, en los años 50, de pertenecer a la élite occidental con recursos para comprar receptores de radio o TV, viajar y asistir a conciertos, comprar caros instrumentos eléctricos, casi siempre inasequibles, y a una falta de necesidad económica que les permita dedicar sus juveniles energías a concebir una Revolución Musical a Escala Global. Vaya: leí a John Lydon tildar a los Beatles de niños ricos. Touché. Eso estuvo feo, Johnny. Pero igual tenías razón.
Quisieron hacer ruido y quisieron hacerlo alto y rápido. Y qué mejor que no estarse demasiado por sutilezas: 4x4, acordes, ritmo básico, y poca necesidad de floritura vocal. Cantar rock en sus inicios es vociferar ante un micro un mensaje muy sencillo sin demasiada necesidad de academicismo. Incitar al baile y al movimiento. Hacer caer el tabú del alejamiento entre sexos es un apreciable efecto colateral. Hay que moverse, hay que acercarse y tocarse, hay que sudar e ir a la barra a tomar alcohol que potencia el efecto desinhibidor, vamos a subir el listón y eso no será suficiente, pronto. El mensaje en las letras suele ser directo y contiene otro dardo envenenado: la carnalidad. Asi que el rock representa sobre todo un despojo de las preconcepciones y una liberación de algunos instintos básicos hasta entonces reprimidos. A la par que, debido a su poca exigencia técnica, una relativa democratización de la capacidad creativa. Jóvenes y calientes. Bajo el influjo de sustancias que amplían el espectro sensorial. Una especie de liberación que, encima, resulta divertida. No hay tiros, solo música pegadiza a alto volumen.
La evolución sonora se encargó del resto. Bueno, de una parte del resto. La que les dejó la irrupción de la industria. Rápidamente se aprecia que eso va a ser un negocio. Que va a afectar a otras cosas. A la ropa, a las costumbres, a la comida, a la estética. El rockero duerme poco, come mal, baila y folla mucho y encima se droga. Pero mola. Atrae a las masas y encima a las masas jóvenes. Hay que estar delgado y no es necesario presentar un aspecto sano. El rock es también algo sucio y desaliñado. El rock coquetea con las fronteras de lo legal. El rock excita las prohibiciones. Nada puede ser mejor que eso.
Y muere ahora porque en cada uno de esos ámbitos algo le ha tomado la delantera. La música electrónica es más barata y sencilla de producir. Las drogas sintéticas, lo mismo. La revolución sexual y el feminismo ya se han encargado de hacer que el avance en lo carnal no tenga marcha atrás. El hip-hop es más rebelde y más mal hablado, y encima está hecho por tipos de raza negra. Tenemos mucho miedo de que estos tipos tomen a nuestras mujeres. No queremos que se pongan a comparar. La rebeldía la han domesticado a partes iguales los políticos y las marcas comerciales. Ahora los políticos conservadores llevan el pelo algo largo y barbas cuidadas. Todo es un estereotipo o todo es asignable a una tribu urbana que se reúne los sábados por la noche a oir los mismos discos una y mil veces. La música está en todas partes. No es necesario pagar por ella si quieres oirla. Necesitas un smartphone, una wifi y unos altavoces con bluetooth para oir todo aquello que antes dependía de una visita a una tienda, del capricho de un DJ o de la amistad con alguien que pudiera comprar los discos que a tí te faltaban. El último reducto de la exclusividad es eso tan bonito del espectáculo en vivo, con los viejos éxitos que los tipos de U2 tocan sin que se les note el hastío de tocar las mismas canciones una y otra vez. Están ahí, frente a la multitud entre los treintaymuchos y los sesenta, extasiados por el enorme privilegio del momento que imaginan único. previo abono de cientos de euros. Pero no es lo mismo. A lo sumo habrán fumado un par de cigarrillos de marihuana, y como mucho beberán un par de cervezas o un gin-tónic con una lista de ingredientes más larga que la letra de algunas de esas canciones. El concierto es a las nueve, que mañana hay que trabajar. En bufetes de abogados, en consultorías, en gabinetes de ingeniería, en la oficina de algún banco.
En H&M vi una camiseta de señora tetona con el estampado del disco de Unknown Pleasures. Si esto no significa la muerte del rock, nada lo hace.
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