dijous, 24 d’octubre del 2013

EL AFECTO BOOMERANG

Foto del gran Jordi Borràs
Ha pasado el 11 de septiembre, un 11 de septiembre que movilizó a más de un millón de personas en algo tan agresivo y peligroso como tomarse de la mano a través de una distancia de 400 kilómetros.
Ha pasado el 12 de octubre, un 12 de octubre donde miles de personas tomaron la Plaça Catalunya, recibieron discursos en español, y ondearon banderas españolas en un lugar donde sólo solía hacerse en tiempos muy oscuros y muy peores. En esa misma fecha unos cuantos celebraban en la Plaça Espanya por la dictadura y por la supremacía de la raza blanca y no sé cuantas tonterías más.
La diferencia entre las cifras habla por sí sola. ¿Hace falta que yo añada que, mientras el primer día me cruzaba por Barcelona con montones de gente llevando estelades, el segundo apenas me crucé a una familia con una bandera rojigualda (con un toro) y que no vi una sola de esas banderas colgada en ningún balcón de la zona donde vivo? Y que no me acerqué a la manifestación fascista: mi cara de repugnancia hubiera acabado delatándome.
Pero esos datos podrían argumentarse en mi contra: en la opinión subjetiva de un tipo que, desde aquí, desde Twitter y desde donde haga falta se ha pronunciado con claridad a favor de la independencia de Catalunya.
Pues bien: votemos. 
Ay: ese es el recurso final del estado español. No puede votarse. Más concretamente, nos intentan convencer de que la verdadera democracia consiste en no votar y de que los que queremos votar somos unos nazis. La unidad del estado español la estamos reforzando: los dos grandes partidos de arraigo nacional están más de acuerdo que nunca en lo que a ese tema se refiere. Nada pone más de acuerdo a la gente que un "no" tajante dicho a coro. Ya hace tiempo, mucho tiempo, que se amenazó a Catalunya con la balcanización. Ah. Una importante aclaración. Cuando un político español de arriba dice balcanización se refiere a que España será Serbia y Catalunya Bosnia. O sea: nos amenazan con tanques, campos de concentración y genocidio. Nos amenazan, sí, con la aplastante fuerza de un ejército para ejecutar sus imposiciones y sus designios. Nos amenazan si osamos ser tan agresivos e insolidarios de averiguar, en nuestro ámbito interno, si queremos continuar la vida al lado de semejantes angelitos.
Qué pasa si votamos.
Él miró a los ojos a la que era su mujer y le preguntó si después de tantos años aún le quería.
Pues bien: el estado español tiene miedo de la respuesta. El estado español arguye mayorías silenciosas, porque estar en silencio es, en el fondo, un eufemismo de estar callado. Quien está callado ni se sabe porqué lo está. Por miedo, por pereza, por desidia. Por lo que sea. Ahora vale estar callado como si el Partido Popular ostentase el poder por el montón de gente que calló. No: se trata de que te calles si lo que vas a decir no va a gustarme. Y yo ya interpretaré tu silencio según mi conveniencia y mi antojo. Joder: pensaba que sentarme ante el teclado iba a aclarar algo, si más no, si yo iba a ser capaz de actuar con objetividad. Pero todo me conduce a lo mismo. ¿Por qué están tan interesados en que no votemos? Tienen miedo de una opinión mayoritaria en contra, conscientes de ese caldo de cultivo puesto en la olla cuando se entregó el poder a una dinastía designada por un dictador, con una continuidad absoluta, y cuando se disfrazó esa designación con una capa de aparente credibilidad, y eso en Catalunya no nos lo hemos tragado. Tienen preparados todos los pretextos: que si adoctrinamos a nuestros hijos por educarlos en nuestra lengua, por mostrarles todo lo que hemos atravesado como nación invadida. Sabemos qué se hizo con nuestro idioma y con nuestra cultura, qué se intentaba hacer, y cuál es el primer paso para evitar que ese riesgo se reproduzca. Lo sabemos perfectamente y la independencia va a ser una situación que nos aleje algo de ello. Pues otras amenazas son suspender la autonomía,  anular al gobierno de la Generalitat elegido por las urnas, encarcelar a los gobernantes, acusarles de traición, aplicarles justicia militar. Seguro que asistiremos a la tortura posterior de los partidarios de la reunificación, pero os digo yo que ese paso no tendrá marcha atrás.

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