Resulta que, a raíz de un comentario colgado en uno de mis últimos post, decido adherirme a una iniciativa relacionada con el próximo 11 de septiembre.
Lo cual, teniendo en cuenta mi absoluta decepción por lo que ha sucedido desde el último, que fue sonado y heroico y ejemplar, pero cuya repercusión en la práctica, es nula o incluso negativa (hemos retrocedido, sin duda), no deja de tener su cosa.
Se está organizando una especie de cadena humana que una toda Catalunya. Ya sabéis, gente de la mano, gente agarrada que solo se soltará para saludar a las cámaras que muy oportunamente pasarán para dar testimonio. Algo parecido se ha organizado con blogs y yo seré un eslabón de esa cadena. Seré enlazado desde otro blog y enlazaré a otro. Estoy en el número 101, que es un número simpático. Primo, capicúa, cercano al 100. Antes tengo un blog de Lleida que suela hablar de música soul y luego tengo un blog, mm, centrado en la política. Sin queja. Lo que sucede es que tengo una sensación rara ahí metido. Nunca he sido muy de englobarme en multitudes, ni física ni psicológicamente. Ya no es que tenga fobias sociales: es que uno tiene cierto sentido de la individualidad. A veces, y esto me resulta familiar haberlo leído en algún sitio, suelo especular si alguien más en el planeta estará oyendo el mismo disco que yo al mismo tiempo. O leyendo el mismo libro. Suelo responderme que no. Suelo, claro, cuando oigo o leo alguno de esos hallazgos que hago propios. Suelo mirar el número de visitas de determinado vídeo en Youtube y leer los comentarios. Temo que el 101 de ese día (vaya, he pensado en los Depeche Mode) sea el número en que algunos abandonen. Pues no tengo, lo que se dice, muchas ganas de emplear esa promoción en salirme de mis rectos procederes. Pero la exigencia es que el post hable algo de Catalunya. Joder, si es que cuando me imponen un tema es cuando peor lo suelo hacer. Tema libre, tema libre. Así que tengo esas siete u ocho semanas para ver como encajo Catalunya con una promoción nada disimulada de Scott Walker, de Alison Goldfrapp. de Frank Ocean, de Disclosure. O de cualquier otra cosa. Vaya: hoy hablaría de Detroit y de los MC5 y establecería un paralelismo con la Baltimore de The Wire, otra ciudad devastada por la deslocalización, por la huida de cierta gran industria que fue la que hizo crecer la urbe y, en su apogeo, la soltó dejándola caer con estrépito. Mencionaría, casi por una cuestión de obligación, el asunto de Tito Vilanova, el congojo que me da ver su mal aspecto, y la pena que me da que el Barça dé pena, por esa relación con enfermedades feas. Nos gusta ser fuertes y sanos y nos gusta no provocar sentimientos como la lástima. La lástima es un sentimiento noble pero deprimente. La lástima nos condiciona de una manera perversa. Las cosas de las que hablaría hoy fluyen y fluyen: me gustan los devaneos del chalado de Gonzales, me gusta verlo tocar sin partitura y dueño de su composición, para dislocarla, alargarla y modificarla. Me gusta, mucho, ese par de toques, pura madera, que alejan la música del clasicismo de señora jugando al bridge, que dicen, hey, hoy he dominado ese loco pelo mío y me apañé un cardigan. Pero soy yo, Chilly, y hago que la gente hable de mí. En 20 de julio.
¿O sea que alguien de barcelona va a estar unido a alguien de girona al mismo tiempo?¿Y por cuánto tiempo exactamente va a estar la gente tomada de las manos? ¿Y cuánto tiempo va a ser necesario para lograrlo? me fascinan ese tipo de cosas, como por ejemplo las danzas coordinadas de miles de chinos que no se equivocan nunca y hacen figuras que se ven a distancia. Alguien debería ir con un coche filmándolo todo para poder verlo.Cuenta más, por favor francesc.
ResponEliminaMe tomo unos días para documentarme con todo lujo de detalles.
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