Vamos. Nadie se atreverá a negar que no tenga algún de tipo de gusto reprobable o dudoso. Lo que los exquisitos han dado en denominar guilty pleasure. Concepto en el que entran tantas cosas que es rápidamente asimilado y neutralizado, de manera que los guilty pleasures dejan de ser guilty y hasta dejan de ser pleasure de tanto que nos lo restregan por todas partes.
Chocolate, canción ligera, telebasura, trilogía Millenium, fútbol, fast food, películas de sábado por la tarde, Ken Follett, copla, tardes de consumo desaforado, bisutería, camisetas llenas de agujeros, ropa interior femenina, porno, ordenar la biblioteca, zapatos, deportivos, camisetas con logos enormes, tazones, Pretty Woman fuera de la época de Navidad. Musicales, colonia de bebés, guardar cargadores de móviles antiguos.
Entonces a qué nivel de guilty pleasure se reduce el hecho de leer algo compulsivamente un libro de corte policíaco (pero de ritmo y estructura cercanos a lo literario) como interludio entre obras teóricamente más solemnes y complejas. Muy poco culpable. Si acaso de dejarse llevar por la corriente. El poder del perro fue la primera novela de Winslow que leí, y ésa que le aportó fama, dinero y, supongo, el empujón definitivo para dedicarse en cuerpo y alma a la escritura, y a procurarse su propio nicho (odiosa palabra) como especialista en estas novelas fronterizas ambientadas en Calexico, con el telón de fondo del narcotráfico y la violencia extrema como práctica habitual para definir las relaciones comerciales. Supongo que en la estructura previa que se monta a sus novelas Winslow anotará cual va a ser el sanguinario procedimiento que será novedad para remover los estómagos más desacostumbrados.
No es que Los reyes de lo cool sea una segunda parte. Es una novela a la altura de El poder del perro, que funciona perfectamente si es lo primero que se lee de su autor, pues temática y estilo son similares. Hasta diría que ésta es más práctica, más corta, más dinámica estilísticamente, pues Winslow pone en práctica un curioso sistema de dividir capítulos (que a veces son una frase) de manera que quien lee es muy consciente de que está en un momento determinante de la novela. Funciona, y encima dinamiza una lectura a la que ya no le hace falta mucha dinámica: 330 páginas que vuelan en tres horitas, sin el mínimo respiro más que para ir comprendiendo el sentido de los flash-back, su preciso encaje en una trama que, para no incurrir en el vil espoileo, resumiré en dos frases. Qué mal causan los divorcios a los niños, y qué poco se hablan a veces los padres y los hijos.
El comentario de libro de hoy, me ha producido ese deseo de leer, los otros califican como ¨literatura de poca calidad .
ResponEliminapero yo, como tantos , soy persona de gustos dudosos y poco confesables, pero muy comunes.
y tu frase final me ha impactado . Es vital la comunicación entre padres e hijos, pero no olvides entre pareja, amigos, vecinos, esa gente anónima que en ocasiones se nos cruza, que intenta entablar una conversación y que por falta de tiempo o interés obviamos.
Leeré ese libro.
Saludos y mucha suerte amigo.
Pili
Gracias por el comentario: mi referencia a la comunicación está obviamente llena de sarcasmo.
Elimina