EL PUNTO DE NO RETORNO

Uno se levanta y hace repaso de todo lo que hay que hacer. Algunos incluimos en esa lista de tareas una a la que no estamos obligados más que por nuestro ego: escribir sobre algo. O, sin el sobre; escribir algo. Lo del sobre no es tampoco despreciable; porque de lo contrario uno puede enlazar palabra tras palabra, y frases, y párrafos, sin nexo ni sentido, y puede que a éso lo acabe llamando novela, u obra literaria, o estilo libre o nuevo paradigma, o punto y aparte en la historia de la literatura universal. Puede que hasta lo publique. Buscando mentalmente ese sobre que aportara alguna coherencia, me encontré hoy el post de Germán, en uno de sus blogs (el literario) www.escribegerman.blogspot.com. Cuando ayer me había quejado de la escasa consistencia de algunas obras editadas, y me había auto-reivindicado, sin inmodestia pero también sin chulería ni soberbia. Pues bien, Germán lamenta que se pase corriendo por su nombre, cuando sus escritos se leen, que es a menudo, en la radio en su natal Argentina. Por un locutor de cierta fama al que él no tiene reparo en reconocer que ha reverenciado.

Como no importa ser egoísta digo que eso me coloca en un grado III respecto a un montón de oyentes argentinos. Oyentes del tipo que lee a Germán, que a su vez me lee y me comenta a mí. Lo tengo, casi.

También digo que Germán es más valiente que muchos otros. 

Primero, porque está entregado a la ficción en sus escritos, y yo encuentro agotadora la labor de crear ficción. Todos mis raquíticos y esquemáticos  personajes acaban conteniendo importantes fragmentos de personas reales, todos los lugares tienen rincones que me son familiares, todas las situaciones son simplemente fotocopias alteradas de otras situaciones. 

Segundo, porque rompe con varios tabús (tabúes?), el más importante de todos, y creo recordar que lo remarca, es declarar que le gustaría vivir de lo que escribe, que aspira a ello. Ante esta sinceridad, yo sólo puedo aportar mi pragmatismo catalán: le digo que pit i collons. O sea, pecho y cojones. O sea, afrontar lo que eres y lo que haces, y defenderlo a contracorriente, a muerte, contra viento y marea. También rompe con ese tabú tan propio de internet, el de permanecer ligeramente oculto. Da su nombre y da su apellido. Pit i collons. Repito.

Entonces esa valentía me va de perillas. Pues ando lejos de acabar de leer el libro en que ando metido, lejos incluso de decir (creo que sí, pero la página crítica, la del no retorno, aún no ha llegado) si seguiré con él o será otro petardo que explota en la mano; y ayer tuve un conato de serie de TV que parecía rozar la excelencia. Lo tuve, pero un segundo capítulo stándard, plano, me dejó pensativo, dubitativo hasta acerca de si tan siquiera nombrarla, antes de llegar a una conclusión. Me va de perillas, entonces, encontrar de tanto en tanto motivos para escribir que no me hagan sentir excesivamente protagonista. Pues me van más los papeles de lugarteniente que los de capitán.
Hablando de liderazgos y de protagonismos, habrá que saber qué está siendo de Casciari. Sin descartar la contemplación silenciosa de las ondas que generan las piedras que tira en lagos inhóspitos.

Es la tercera vez que pongo esta canción, aunque las dos anteriores quedan lejos ya. Música y letra que se funden a la perfección, extrañas alianzas: la producción, que permite  ese segundo de pausa (pienso en un libro que hablaba de canciones con pausas incorporadas... ya sé cual fue), que permite ese bajo ligeramente llorón destacar; y a ese crescendo, ese temblor que invade el ritmo hasta hacer estallar la rumba que hay debajo. Cómo un personaje tan dudoso puede sonar tan grande.