Aunque insisto en querer ver por aquí a más gente (invitad a familiares y a amistades: entre todos impediremos que vuelvan a oír o ver cualquier porquería), a veces es complejo satisfacer a todo el mundo. Como el caso que me ocupa. Suscribo cierto decálogo casi en su integridad (en la web de Deborahlibros), con ligeras salvedades respecto a la literatura rusa. Bueno, ligeras. Si evitarla a toda costa puede considerarse ligero. El hecho es que hasta que he suscrito in pectore un buen pedazo de ese decálogo yo ya venía cumpliendo algunos de sus puntos. Como el de no dar oportunidades en exceso a los libros que no entran. Ahora bién, por otra parte me comprometí con Quién Pereira a echar un vistazo a Jadzhi Murat, novela de Lev Tolstoi (antes le llamaban León, ahora se ve que hemos empezado a respetar los nombres originales y a no hispanizarlos) y, aparte de cumplir mi palabra, la espectacular frase de un prestigiosísimo crítico como Harold Bloom, que lo considera el mejor de los relatos que ha leído, me disuade de cualquier eventual incumplimiento. Muy categórica la afirmación como para ignorarla.
Aunque la culpa de que yo no haya leído ninguno de esos clásicos rusos no la identifico muy nítidamente: el elevado volumen de páginas de los tres grandes títulos clásicos: Guerra y paz, Crímen y castigo, Ana Karenina. Su pinta de ser considerables dramones llenos de muerte e injusticia, de desgracias que arrastran a las generaciones, de hambre y sed, de las reales y de las de venganza. Ciertas fotos vistas hace años sobre las hambrunas en los años 20 y en el asedio nazi a Leningrado; el canibalismo. Fotos que he visto en la red y que dan auténtico pavor: más que las esperpénticas portadas de los discos de Iron Maiden. Fotos que os he ahorrado poner aquí. Pues sabes que eso tiene visos de realidad. Qué querrá decir eso sobre mí.
Superados esos obstáculos, Jadzhi, Khadzi, o Khadyi (las diversas ediciones que he visto escriben de muy diversas maneras el nombre) Murat me está pareciendo una entretenida novela, casi de caballerías y por supuesto de época. Pues he insistido en mi obsesión por los escritores contemporáneos y con Tolstoi nos vamos más de un siglo atrás. Curiosidad por como puede emparejarse ese líder, que lejos de los despachos y el aislamiento, huye montado en su caballo y cruza los bosques, y reza, con el temperamento glacial ruso.
Este es mi segundo intento de abordaje a un Gran Clásico en estos días: no he podido pasar de las diez páginas de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, fundamentalmente desorientado por su extemporalidad respecto a la película que inspiró: Appocalypse now. Otro día. Curiosamente sí decido seguir con Murat porque, primero, no tengo ninguna previsualización de sus personajes y escenarios y, después, porque la escritura de Tolstoi me parece más amena y menos pretenciosa de lo que me había imaginado. No sé si considerar Jadzhi Murat una especie de épica de aventuras con un trasfondo político. Pues se sabe que el asunto de Chechenia es una gran piedra angulosa en el zapato de la realidad rusa. El libro aporta una visión heroica y noble de una especie de líder guerrero. Lo muestra pernoctando en tiendas de campaña y urdiendo estrategias para conseguir sus objetivos. Lo muestra desplegando su capacidad de seducción, incluso hacia el propio narrador. Con una pronunciada fe religiosa. Muestra a los rusos, al zar y a su corte de aduladores, como seres endiosados y superficiales, que se hablan y se escriben puntualmente en francés, que observan a esos guerreros tártaros primero con desconfianza, luego con fascinación, casi admirándoles. Como quien se para ante la jaula de los tigres en el zoo. Muestra una red de traiciones recíprocas, de sacrificio por familias y por ideales. Sangre y arbitrariedad, puro capricho como cuando el zar decide los castigos a los crímenes que se le presentan. Pretende actuar de manera civilizada y no aplicar la pena de muerte. Como pendiente de lo que piense el resto del mundo.
Sí. Hay que leer estos libros; aunque sea para recordar tiempos muy diferentes a los que vivimos, y apreciar los pequeños avances que hemos logrado. Pues esa Rusia descrita, la sometida al buen o mal humor de un mandatario, al sesgo con el que su círculo próximo le presenta la realidad, no nos es ni muy cercana, ni completamente ajena. Ahí está el mérito de la escritura de Tolstoi. Su calado. Vemos la noche estrellada y la tienda y oímos los caballos acercarse. Percibimos la conspiración y la insidia. Las insinuaciones de aburridas damas nobles rusas. Y un halo como mágico, repleto de tristeza, de tristeza ante destinos que se adivinan fatales. De tristeza, no sé si llamarla infinita, o perpetua, o simplemente persistente. Siglos después, en esos mismos escenarios, las cosas apenas han variado. Los rusos, en las guisas de sus sucesivos gobiernos de todos los colores, empeñados en someter a los chechenos. Los chechenos, acrecentando su rabia y su desconcierto ante esa insistencia ,que no obedece a más razones que al orgullo y la cabezonería y, supongo, la repugnante coartada geoestratégica.
Otro mérito de Tolstói: escribir hace más de cien años un libro que, aún hoy, parece terriblemente moderno.
Sí. Hay que leer estos libros; aunque sea para recordar tiempos muy diferentes a los que vivimos, y apreciar los pequeños avances que hemos logrado. Pues esa Rusia descrita, la sometida al buen o mal humor de un mandatario, al sesgo con el que su círculo próximo le presenta la realidad, no nos es ni muy cercana, ni completamente ajena. Ahí está el mérito de la escritura de Tolstoi. Su calado. Vemos la noche estrellada y la tienda y oímos los caballos acercarse. Percibimos la conspiración y la insidia. Las insinuaciones de aburridas damas nobles rusas. Y un halo como mágico, repleto de tristeza, de tristeza ante destinos que se adivinan fatales. De tristeza, no sé si llamarla infinita, o perpetua, o simplemente persistente. Siglos después, en esos mismos escenarios, las cosas apenas han variado. Los rusos, en las guisas de sus sucesivos gobiernos de todos los colores, empeñados en someter a los chechenos. Los chechenos, acrecentando su rabia y su desconcierto ante esa insistencia ,que no obedece a más razones que al orgullo y la cabezonería y, supongo, la repugnante coartada geoestratégica.
Otro mérito de Tolstói: escribir hace más de cien años un libro que, aún hoy, parece terriblemente moderno.
Germán : no sé que pasó con un párrafo final. En cuanto vuelva del partido con Gerard arreglo esto, que ha quedado como inacabado.
ResponEliminaY no aparece el cuadro de comentarios, ¡qué raro!
EliminaMe gustó tu reseña, aunque pensé que ibas a hablar del cardo.
El resto de Tolstoi es un misterio para mi.
No puedo dejar de escuchar de tema de Walker, y ya me estoy bajando el documental, haciendo mis primeros pasos en torrent...
La verdad es que el asunto del cardo quebrado como metáfora que le recuerda la historia lo consideré un recurso algo "forzado" para intercalar la historia.
EliminaMira, hablando de rusos, el "Old man" al que se refiere Walker en su canción es el mismo Stalin. El subtítulo de la canción es "dedicated to the new-stalinism".
Sobre Walker, que no sé si has indagado, yo vería el documental y luego me concentraría en sus discos Scott 1, 2, 3 y 4.
Me alegro de haberte introducido a este hombre. Pura leyenda viva.
Francesc, empezé a leer literatura rusa a los 15 años. Hacé como hice yo: leí primero Crimen y castigo de Dostoievski; Lolita de Navokov y luego Ana Karénina. Y verás cuánto de moderno hay allí.
ResponEliminaLo que os digo: la pila de lecturas crece y tomará vida cualquier día. Hoy he hecho que descienda en dos volúmenes (no desvelaré motivos) y ya me colocáis tres por otro lado!!
Elimina