Mi reencuentro con Breaking bad, que celebraría por todo lo alto, me hizo albergar dudas sobre ciertas series que había abandonado a la segunda temporada.
Una de ellas era Sons of anarchy, que dejé en el invernadero por una especie de season finale excesivamente previsible de la segunda temporada, con el hijo de pocos meses de Jax siendo secuestrado por un miembro de un clan irlandés, bajo la premisa hijo por hijo. Para que luego 6Q diga que machaco en exceso, me sobrepongo al recuerdo agridulce, y empiezo a ver la tercera temporada con la mejor de las actitudes. Es viernes y son cerca de las once de la noche: no tan tarde como para ceder al sueño; veré un capítulo o quizás dos y, si todo tiene el efecto deseado, los trece capítulos de la tercera tenporada serán cuestión de no más de una semana.
La banda de motoristas está en un embarcadero (marca de la casa de Sons of anarchy: todos motoristas, todos hombres, y prácticamente van juntos a todos lados: no saben aquello de repartirse el trabajo para ser más eficaces), en busca del rastro del irlandés y el bebé secuestrado. Aparecen dos afroamericanos de esos, dos de esos closets de dos puertas con cara de malas pulgas y de sacar la pistola por menos de una mala palabra. Los moteros se lanzan en su persecución al ver que huyen. Se meten en el coche, y las motos detrás: persecución a tiros, hasta que llegan a la zona donde los negros se encuentran a su banda. Aparecen por todos lados con escopetas recortadas, con revólveres, con cara de pocas bromas. Debería haber una carnicería, debería haber muertos por doquier. Pero los líderes de ambas bandas se carean y Jax habla del bebé secuestrado. El nigga se ablanda, se enternece con tan sensible historia, y todo queda en nada. De qué poco no se abrazan, cuando minutos antes iban a tiros con los coches, porque hay un bebé de por medio y en el fondo, moteros o niggas, todos son de buen corazón. Escena tan increíble y blanda me hace apagar inmediatemente el reproductor. Salvo espectacular acto de contricción, adiós hijos de la anarquía. Tanta calavera en el logo, tanto fusil con la guadaña, tanto tatuaje y pinta de malotes, y sólo les falta salir en la web de derechoavivir.org.
Regreso y leo desde donde lo dejé...
ResponEliminaLas poses, el marketing... comprarnos con la imagen. En cierto sentido se relaciona lo que me pasó hace una semana en el cine.
Fui por una pelícua sin saber los horarios. No alcancé la que quería y entré a ver COURAGEOUS, película descrita como drama sobre la vida de un grupo de polícias en un suburbio de Estados Unidos. Con el canguil (palomitas) en la mano, me pasé dos horas viendo una película religiosa, llena de lecciones morales. Trataba sobre vencer al mal y superación personal. No estoy en contra pero de haberlo sabido no entraría a verla.
Madre mía : lo que he leído en la red de esa película a raiz de tu comentario. Mejor llevar un libro encima para estos casos, porque parece que la película es todo un lavado de cerebro.
ResponElimina