Sucede cuando uno, llevado por ciertas inexplicables ínfulas de grandeza, se disfraza de sociólogo de pacotilla y coloca ese post plagado de desajustes de tiempos verbales, de errores de apreciación, de mustios ataques que no pasan de bravatas. De errores de mal principiante como caer de peus en la galleda en la trampa del falso broker (lección aprendida, aunque no sepa muy bién cual es el mensaje final).
El peligro del combinado de actitudes diversas, a una por párrafo, verbigracia, rabia, escepticismo, romanticismo, cualidades todas que ya pueden ofrecer dudas por sí solas pero que juntas no son ni veneno, pues alguna virtud tiene el veneno en solucionar definitivamente algo. Son un caldo incomible al que cada ingrediente que se añade desgracia más. Mi único corolario para ese post, la idea que no debía quedarse nunca fuera y se quedó, es lo triste que es que esas pocas vocaciones jóvenes vinculadas al mundo artístico, al de la creación o la investigación, o cualquiera alejada del más puro y fatuo enriquecimiento, acaben enterradas entre CVs sin contestar, maquetas o borradores o bastidores que nunca serán obras definitivas, por culpa de las pésimas perspectivas de este mundo, que como decía aquel, es un mundo cruel.
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