Quince de octubre de 2011, siete y media de la mañana.
No hay mayo de 2011 que haya hecho el menor de los rasguños a la sombra de mayo del 68. Así que hay que probar con octubre, a ver si nos sale una revolución de octubre. Que por 6 años no toca el centenario, pero ya octubre, ya suena que da miedo, verdad tú.
Muchos de los que hoy saldrán a las calles no tienen ni idea de lo que pasó en octubre de 1917. Si lo dieron en clase ese día puede que estuviesen poco atentos, o en el bar haciendo campana, o quizás se hayan olvidado. No vengas a hablarles de bolcheviques y mencheviques, ni de los Romanov. Con lo entrañable que sería, en medio de ese océano de candidez, poder recuperar por un momento los aspectos románticos del comunismo más anclado en la teoría.
La dictadura del proletariado, la distribución de la riqueza, la nacionalización de las más pujantes industrias, los satélites Sputnik...
Disfrutaríamos unos minutos, con sonrisas de oreja a oreja. No muchos, pues luego aparecería el asesinato de Trotski, el stalinismo, la KGB, y el mar de millones que la privatización ha dejado en los bolsillos de toda esa nueva nomenklatura rusa.
Ahora son casi las seis de la tarde, he visto la riada de gente pasar Passeig de Gràcia abajo. He visto ancianos y niños, pocos, he visto gente joven, claro, quien puede correr delante de los Mossos si la cosa se pone difícil, si no eres joven. He visto pancartas caseras, con lemas bonitos, aunque no recuerdo ninguno, pero eran lemas ingenuos y esperanzados como cartas de fans rendidos a los pies de sus ídolos, fans que piden un beso a cambio de nada y una camiseta firmada a cambio de menos aún.
Si ellos te quitan su casa quítales tú la suya.
Los bancos, al banquillo.
El dinero público no es para el gasto privado.
Desde algún sitio seguro hay mil cámaras controlándolo todo. Sentados ante las imágenes de esas cámaras hay montones de gente, también, pues hay cosas que proteger, saben que se van a romper unas cuantas, cajeros automáticos, señales, mobiliario urbano. Pero algo no puede romperse. Es el orden establecido. El 20 de noviembre, fecha cuyo recuerdo me hace apretar los puños (torpes hasta para despedirse que son algunos), ese orden establecido y blindado (atado y bien atado) dispondrá que el PP gobierne con una amplísima y cómoda mayoría, puesta a sus pies por toda esa mayoría silenciosa que a estas horas ni se manifiesta ni escribe ni lee, a estas horas ven la tele o dormitan. Con el hambre atrasada con la que vienen, no es difícil prever muchas de sus medidas. Podría centrarme en lo que tienen previsto hacer con la cultura, que es básicamente dejarla en las manos privadas y en las dinámicas de mercado, abandonar las corrientes culturales minoritarias a la deriva. Seguro que para el PP, Operación triunfo es cultura, como lo es la cuestión de los toros. Seguro que a Balañá lo que le sabe mal de que la Monumental cierre es no poder promover la cultura. En fín, pase lo que pase hoy, el día de marras sabemos el nuevo sol que amanecerá, y que a todos los de hoy no piensan hacerles ni caso. No lo digo por joder, pero hay que tenerlo muy presente.
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