Qué puede uno decir de un libro que, justo leído el prefacio, ya te ha hecho buscar en el diccionario qué significa el verbo escalpar ?. Verbo que en un principio yo debería haber sabido de antemano que quería decir. Pero uno falla, vaya si falla uno. Se da la circunstancia que había visto más películas basadas en libros de McCarthy que leído sus libros. Dos (La carretera y No es país para viejos) a uno (La carretera). Con un estilo áspero y seco, pero rico y abarrocado en sus descripciones, que debe volver loco a los traductores, me da la impresión que Meridiano de sangre, del cual apenas he llegado a la página 80, es un libro que, cuando acabas, lamentas no poder empezar a leer de nuevo viviendo las mismas sensaciones. Eso le dije a 6Q cuando le animé (el emplearía un término más cercano a la coacción casi física, pero es que el tío es un exagerado) a ver The Sopranos. Como envidio a quien se acerca a semejante maravilla con la ilusión del descubrimiento.
También me resulta extraño, por su poderosa presencia física, que esta especie de epopeya no haya sido llevada a la pantalla: uno huele el sudor y siente la aridez y casi oye crujir la arena reseca a medida que se zambulle en sus páginas. Me temo (ese temor procede de la certeza de que tanta crueldad y tanto odio provienen de una descripción minuciosa de episodios reales que se parecieron mucho a esa ficción) que uno también sale de ese libro habiendo aprendido algo de la historia de Norteamérica, ese país que (dije en un post) a veces ponemos de moda criticar, pero de cuyas creaciones no podemos prescindir (escribo en blogger, navego en internet con google chrome, uso Windows 7 en un procesador intel ).
Dije esta mañana (que ha sido una mañana pedestre como ella sola) que, tras la Rambla, iría a Enric Granados. Perdón a los (pocos según las estadísticas, pero de los que me siento muy orgulloso) lectores que no son propiamente de Barcelona o no la conocen. La calle Enric Granados traza en apenas algo más de un kilómetro una curiosa transición. Hoy la he recorrido entera, desde ese nacimiento en la Diagonal más chic (como una especie de continuación avergonzada de la selecta calle Tuset) hasta su traspaso en Diputació, justo en la zona donde, en la parte trasera de la Universitat, antes se situaban librerías de segunda mano, esas que desaparecieron en masa, y que lo único que dejaron de recuerdo es una acanallada sensación de sex-shop, de librería erótica, de revista porno de segunda mano (término acertadísimo), de una cierta sordidez relacionada con el sexo, que es (intento esquivar frases de Woody Allen) lo más divertido de la vida. Si no lo es, miles de millones de personas se empeñan en contradecirme.
Por cierto : hablando de librerías de segunda mano y de Meridiano de sangre, seguro que la copia que Cercles tenía en su escaparate está aún ahí. No sé a qué esperamos.
Enric Granados: músico catalán, compositor y pianista, con cierta influencia del romanticismo y del impresionismo. No me va demasiado la música clásica.
La calle : desde que hace unos lustros la convirtieron prácticamente en una calle peatonal, ensanchando la acera de la izquierda en sentido mar, es como si hubiesen creado una especie de pequeña rambla con un cierto regusto afrancesado (como la música de Granados, si wikipedia no me engaña). Ese ensanchamiento permitió la profusión (obviamente en verano) de terrazas de bares y restaurantes, con una mayor presencia durante el día (la zona está repleta de oficinas con hambrientos burocrátas encorbatados), pero nada desdeñable por la noche. El escaso tráfico, su anchura y la presencia de árboles la convierten en una calle algo más sombría, cosa que se agradece incluso en veranos que, como éste, sólo se insinúan tímidamente. No sé por qué instintivamente he bajado por la izquierda, pero por ese mismo motivo el día que tenga la inspiración y las ideas desecadas como el desierto de México del libro, bajaré por la derecha, o subiré por la izquierda, a ver si la acera de enfrente me da otra perspectiva.
Por cierto: a ver quién de los que me leen sabe cual es el orígen de llamar acera de enfrente a los no heterosexuales (esos que una panda de zumbados proponen llamar desde ahora LGTBs)...
Por cierto: a ver quién de los que me leen sabe cual es el orígen de llamar acera de enfrente a los no heterosexuales (esos que una panda de zumbados proponen llamar desde ahora LGTBs)...
Anticuarios (que parecen depositantes a largo plazo de cosas preciosas pero carísimas). Los mencionados bares de menús, con dos opciones, la del currante que baja con los compañeros, la del que baja con algún cliente o potencial cliente. Un nightclub. Bares de copas. Una tienda especializada en vinos. Alguna de ropa chic de mujer. Una tienda de recambios de coche, destartalada y, seguro, objeto del deseo de algún restaurador ávido de instalarse ahí. Más muebles. Paso Provença y busco VideoInstan, tienda donde, hace casi 30 años, unos cuantos dieciochoañeros acudimos casi furtivamente a alquilar un VHS porno. No veo VideoInstan y me digo, palmariamente, claro, quién alquila ya nada con emule y megaupload y todo eso. Me considero a mí mismo un crack pues ya dije que acabarían cerrando. Cien metros más tarde, pasada la comisaría que hace esquina con Mallorca, veo que me he equivocado, que VideoInstan sigue abierto, que estaba una manzana más abajo de lo que me acordaba, pero ahí, con esa incómoda escalera de bajada. Adiós mi libro superventas de gurú de la economía. Más bares y un edificio que pone Siervas de María. Me acuerdo del porno y del personaje de una película de Austin Powers : María Unpajote.
Cruzo Aragó y dejo a mi espalda la intimidatoria presencia a la derecha de la sede de la Agencia Tributaria: estoy en paz con ellos, gracias a Dios, y si no, en el convento habrá una capilla. Y un cepillo para el dinero negro.
Más abajo la calle pierde un poco esa personalidad, hemos rozado de puntillas el gayxample, que queda algo más a la derecha, y esa parte ya no está tan transformada. Pasado Consell de Cent, el bonito pero poco estimulante edificio de los seminarios. Tras los seminarios, lógicamente, Diputació con su sex-shop, y la Universitat, los jardines de la Universitat, con una puerta para acceder a ellos que parece como una especie de entrada avergonzada.
Lo de la cera de enfrente...creo que en tiempo de Franco, los vagos y maleantes entre ellos los gays, solo pasaban por un lado de la acera de la Gran Vía Madrileña.
ResponElimina"También me resulta extraño, por su poderosa presencia física, que esta especie de epopeya no haya sido llevada a la pantalla"
ResponEliminaSiento decirle, estimado Francesc que la película ya está rodada y por estrenarse. No sabría decirle más, pero con casting y todo. Por ahí está colgada toda la información. Me enteré al poco de leerme la novela. Entre "La carretera" y "meridiano", supe de las dos películas.
Atento al juez maligno que no tiene desperdicio. Y a esas pateadas por el desierto.
Buena novela, por cierto. Tanto como la librería "Cercles", por cierto.
Saludos