Hace ya mucho tiempo, aún no había aprendido. No sé si lo he hecho aún. Hacia el 1978, o así, en mi más absoluta adolescencia, me fascinaba enterarme, sobre todo, de lo que pasaba en Inglaterra: el punk, la new wave, la isla era una pura efervescencia que a mí me tenía absorto. Esa absorción impedía que apreciase otras cosas, cuando no hacía que algunas las despreciase. Luego estaba el tema del conflicto generacional, o algo parecido a eso, pues un hermano con cinco años más (pero de los 13 a los 18 hay un enorme camino en la vida y en el decidimos demasiadas cosas) no es de otra generación, pero decididamente no era lo mismo en este país tener catorce años en 1973 que tenerlos en 1978. Así que yo no entendía a mi hermano. No comprendía que le gustase, ni a él ni a sus amigos, Lluis Llach, o Genesis, o Emerson Lake & Palmer, o Leonard Cohen. O Camel o Crosby Stills Nash & Young. O un disco de un grupo que se llamase Osibisa. No es que muchos de ellos hayan cambiado para mí, pero al menos esa irrazonable repulsión se ha mitigado.
No comprendía como les podían gustar esas lánguidas canciones de Leonard Cohen : Suzanne, The partizan, Bird on the wire, So long Marianne. Una guitarra, unos coros femeninos, poca cosa más. Lentas y cadenciosas, cuando yo buscaba la energía que encontraba en otros discos, no allí.
Ahora leo lo que les pasó a la gran mayoría de los que fueron punks en esa época (punks en actitud vital, no sólo en aspecto), y casi me alegro de no haberlo sido.
Leonard Cohen se ponía americanas y camisas planchadas en las portadas de sus discos. Miraba al objetivo del fotógrafo mientras lo flanqueaban hermosas chicas. Lo miraba con seguridad, incluso cuando publicaba un disco que se llamaba la muerte de un mujeriego. Y hablaba en una canción sobre una gabardina de Burberrys.
Aún no le he confesado a mi hermano que acabé, algunos años más tarde, comprando algunos de esos discos de Leonard Cohen de los que tanto me quejaba. Y Greatest hits fue uno de ellos.
Ahora resulta que hace unos días le han concedido a Leonard Cohen el premio príncipe de Asturias (reglas del blog, las mayúsculas uno se las gana, príncipe define a una persona como puede definir a una galleta rellena de chocolate). Parece que este es un premio que quiere acabar haciendo sombra a los Nobel. Una pretensión como cualquiera otra. Le han dado el de las letras. A mí como estos premios no me interesan gran cosa, no me ha dado tiempo de enterarme si lo dan por algún mérito musical. Pero no creo que sea lógico que se lo den por novelas o poemas que haya editado, o por las letras de sus canciones. Seguro que hay mejores escritores que lo merecen (aunque el otro candidato, Ian McEwan, no me convence lo suficiente, encontré Chesil Beach un libro cursi donde otros lo encuentran delicioso), pero, Cohen ?? qué pasa con su música, que seguro que es comprendida y disfrutada por mucha gente que no sepa una palabra de lo que está diciendo. Será que para este príncipe la música es un arte menor. Menor que los toros, a los que sí acude. Bueno, ya he ido dejando caer mis opiniones sobre la monarquía.
Kapuscinski, por cierto, ganó ese premio hace unos años, y parece que sí se lo dieron en su especialidad. Despues de la desbordante demostración de sentido común que llena las páginas de Ebano, que debería ser lectura obligatoria para cualquiera mínimamente interesado en lo que pasa en este planeta, recreo uno de sus muchísimos recordables pasajes cuando me entero que la oposición de Yemen bombardea el palacio presidencial y hiere al presidente. Lo que debería ser una noticia en la que me parase y reflexionase, gracias al plus que leer Ebano me ha facilitado, es simplemente una corta reflexión : ciertos procesos, ciertos pasos que nos llevan a ellos, aún no hemos hecho lo suficiente para evitar que se repitan.
Y ya acabo : aviso a la población de Vietnam que una muy guapa chica se pasea por allí. Cuando ríe, los ojos podrían hacerla pasar por lugareña, pero no lo es. Gracias, desde BCN.
Quizás la encuentren debajo de uno de los pocos árboles, ese mango que se utiliza como escuela, para proteger niños, adultos y hasta ganado (si en la aldea hay ganado) en las horas que el calor es insoportable...y donde en la tarde se reúnen los mayores...ese árbol que tanto cuidan... las aldeas que lo tienen
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