Ya sé que hay quien empieza a estar ya muy hartito de la constante reaparición de cierto tema en estas páginas, en estas semanas. También, posibilidad existente, que si todo queda en agua de borrajas, el recuerdo se reducirá a esas erráticas entradas donde sí, y no, y quizás, y ojalá, serían síntesis perfectas para tanta palabrería definitivamente, estéril. Pero pocas veces algo hierve en tu cabeza como lo hace en la mía esta necesidad de describirlo hasta el último detalle.
Dos frases del viernes en la portada de LV.
Mas : "Es kale borroka."
Particularmente desafortunada la mención a la realidad vasca ahora que, parece, todo está más tranquilo. Mas tiene que mencionar la soga en casa del ahorcado. Pero esto a él eso se la trae floja. Mas tiene que insistir (aleccionado, pero dirá aconsejado, cohartado, pero dirá, asociado, por el PP) para que el peso de la ley caiga sobre los detenidos que, en función de aplicarles no se qué puñetera ley, se exponen a penas de 3 a 5 años de prisión. Muy proporcionado. Muy justo. Toca a un político y te enteras. Nosotros y las instituciones que representamos somos la leche, somos sagrados.
Puig : "Ha habido una simpatía política e intelectual excesiva por el 15-M."
Obviamente lo de Puig es ya digno de análisis propios de ramas de otras ciencias. Una sería la psiquiatría. Ya se permite el lujo de marcar a la gente hacia qué o quién debe dirigir sus sentimientos ??. Pretenderá teleprogramar la simpatía de las personas. O está algo celoso de que no sea él el receptor de esa simpatía?. Celitos a estas alturas, Felip ??. Puede que a mi me caiga antipático porque se pone corbata con camisas con botones en el cuello, o porque su mirada me recuerda la de un corrupto como Camps. Y puede que los de las acampadas me caigan simpáticos porque se preocupan de que no les pase nada a unas centenas de libros viejos. Implántanos un chip, Felip, y ponte delante de una enorme pantalla a controlar hasta lo que nos excita sexualmente. Que no creo que seas tú, precisamente.
Para rematar un número muy deprimente, LV entrevistaba al diputado al que casi roban el perro lazarillo. Apelan a un sentimentalismo amarillista hablando de lo que le pregunta su hija de cinco años. Digno del Sálvame, y no pensaba verme escribiendo esto acerca de un medio como LV. Pero me revienta tal amago de sensacionalismo.
Yo debería volver a los libros y a nutrir mi espíritu para poder compartirlo con quienes me leen. Pero todos mis esfuerzos se diluyen. Podría hablar de Impostura, una corta novela de 1984 de Enrique Vila-Matas, que sin grandes pretensiones subraya cuestiones como el aislamiento, la frontera con la locura, las segundas oportunidades. Que en algún punto me ha traido a la memoria imágenes de Mia Farrow en La semilla del diablo, lo cual es siempre una enorme ventaja. Por ese viejo del individuo cuerdo al que los locos ganan por mayoria.
O mencionar el entronizado documental The devil and Daniel Johnston, que me veo incapaz de valorar en su totalidad, pues donde cierto perfil de críticos caen como moscas, fascinados, repartiendo toda clase de superlativos, a mi la música de Daniel Johnston me parece de una cutrez escandalosa. Errática, malsonante rozando lo cacofónico, monótona, mal interpretada. Me sobra ese morbo: vemos al protagonista con las gafas puestas en 3D: cualquier día se nos suicida este. Considero que con el pretexto de la divulgación de su enfermedad (una esquizofrenia maníaco-depresiva a la que el uso de ciertas drogas acabó de echar la mano ), acabamos retozando en nuestra normalidad. Qué bién estamos al lado del gordinflas éste adicto a la Coca-Cola y con la camiseta llena de lamparones. Qué exótico y qué entrañable. Por eso, pasada como una media hora larga de reportaje y canciones tontorronas grabadas de manera tosca, paso a otras cosas.
Lo intento con En las nubes de Ian McEwan y me pasa lo mismo que con Chesil Beach. No me creo esa cursilería. No me gusta la constante amabilidad de su prosa, como buscando una elegancia que a mi se me hace anacrónica. Elegancia de carreras en Ascot y recepciones con la reina, sin palabras malsonantes, con todo el mundo asexuado como angelitos del cielo. Me gustó Sábado y algún dia leeré Expiación, pero creo que ya tengo bastante de McEwan. Quizás en el fondo es por lo que me gusta más el pop que la clásica.
Siguiente parada, que estamos en días de Sónar : Richie Hawtin en unos cascos de perfecta estereofonía. Muy cerca del paraíso, aunque no sea el hábitat mas propicio para el disfrute de su música. Compré Closer (siempre pensaré que no es nada casual que se llame igual que la masterpiece de Joy Division) en una tienda de CDs en Sitges. Ahora la tienda vende ropa y complementos de orientación skate/surf. Pero las cataratas de bajos subsónicos me fascinan. No hay que buscar una melodía, es tan simple como dejar fluir la música y notar que los ritmos pueden hipnotizarte hasta hacerte pensar que no son meros ritmos. Como las nubes del fallido e infantil libro de McEwan, Closer actúa pareciendo siempre igual pero sin dejar de moverse. Puede que John Self me recrimine tan osada comparación, pero el espíritu de Hawtin me recuerda a ciertos jazzmen. Crear a la vez que disfrutar.
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