Y, de repente, decido coger un autobús y acercarme a Plaça Catalunya. Son las 3 de la tarde, y unas cuantas nubes hacen esa mala hora más o menos llevadera. Pensaba que todo el centro de la ciudad estaría poco menos que bajo sitio, y habría coches de la policía por todas partes. Que las puertas de los comercios estarían repletas de impacientes comerciantes y dependientes, a la espera de que entrase algún cliente, aunque fuese atemorizado por el terrorífico ambiente que, pensaba, reinaría en la calle. Pues no. Los únicos que están en las puertas de los comercios son los empleados que fuman, apurando ese pitillo de después del descanso de la comida. Todo es completamente normal. Si la gente no compra es porque no les apetece.
En el centro de la plaza apenas hay esas bandadas de palomas (queda muy mal que diga que me molestan, pero lo digo), y curiosamente no localizo ni los puestos donde venden comida para ellas, junto a golosinas y chucherias, ni el sempiterno vendedor de globos a la caza de padres con poca cintura. Pero nadie se preocupa de ellos, esa es una microeconomía sumergida y bohemia que no le preocupa a los políticos. Les preocupa El Corte Inglés, y las tiendas del grupo Inditex. Y algún otro, siempre que tenga recursos.
Precisamente he accedido a la plaza desde la entrada que hay frente a una de las puertas del Corte Inglés. Pancartas y carteles por todas partes, todos sumamente caseros. Uno de ellos anuncia que jubilados y gente mayor son bienvenidos. No me doy por aludido. Parece que el cartel no tiene mucha capacidad de convocatoria. La gente acampada, a esa hora, es, en su mayoría, joven: como mucho en la media treintena. Ya hay, recordemos ciudad, lugar y fecha de los que hablamos, turistas que hacen fotos. Los buses turísticos que recorren la ciudad parten a menos de 20 metros del centro de la protesta. Camino entre los puestos y voy viendo, para mi disgusto, que todo está más o menos como esperaba. Mucha rasta, mucho piercing, incluso un chiringuito donde hacerse tatuajes (no dejo de preguntarme quien se fiaría de la garantía sanitaria de un tatuaje hecho en estas condiciones). Quizás un tatuaje yo estuve allí sea mejor que una camiseta. Diversidad de razas. Alguna gente duerme, son las tres y esto es Barcelona, tot bon catalá té fred després de dinar. En un chiringuito preparan un brevaje para recuperar sales minerales, que ofrecen en botellas recicladas; pero mi interés no llega ni para indagar si es gratis o a cambio de la voluntad. En otros no ofrecen nada, allí piden materia prima para preparar comida, en aquel otro piden todo tipo de material, ordenadamente relacionado, cosa que revela que no descartan permanecer un buen tiempo. Piden módems. Hay huchas donde uno puede aportar dinero para la causa. Varios tenderetes recogen firmas con diversos fines. Si te zurraron el día de la limpieza, ahí tienes el servicio jurídico. Si quieres cambiar alguna ley o pedir alguna dimisión (Felip Puig es el completo número 1 en este ránking ) firma y espera pacientemente, que tu petición un día será atendida. Hay tiendas de campaña cerradas (no hay carteles de no molesten), y tiendas abiertas, sin puertas. Muchas son del Decathlon. Una especie de carpa acoge varios grupos de gente sentada en el suelo, aquí tres, allá seis, allí cuatro personas. En uno de esos grupos alguien toca una guitarra. A mí me da miedo ese grupo, me da miedo que vayan a cantar Grande es el Señor, o alguna de esas horribles canciones de acampada. Hay notebooks y netbooks, webcams y algo que parece como una emisora de radio, por supuesto que alternativa. No sé si pondrían a los Radiohead, que grababan para Parlophone. Todo se anuncia en esos cartones característicos, de color marrón, garabateados a toda prisa con rotulador, y con un curioso dominio del idioma castellano.
Un cartel critica los nacionalismos, habla de Capitalunya y de Catalibania. Me sorprende no haber caído yo en el juego de palabras. Todo es muy global.
Sólo hablo con una persona, un finlandés con rastas rubias y cara tiznada de azul, que no habla apenas una palabra de castellano, no digamos de catalán. Optamos por el inglés. He acabado sentado a su lado en un banco donde pretendía poner un poco de orden en mis ideas, pero al preguntarle (educado que es uno) si no le importaba que me sentase ahí, la conversación ha surgido poco a poco. Obviamente nada que ver con mi plan inicial de entrevistar a varias personas y hacerles preguntas sobre su situación y su existencia diaria en la acampada. Así que me dice que no hay líderes, que ese pequeño conato de organización existente ha brotado de forma espontánea. Que no está lejos de su tierra (en su Finlandia natal dudo que pudiese aguantar descalzo como está aquí a mi lado), pues su tierra, su hogar, puede que sea, en este preciso instante, justo esos metros cuadrados donde están acampados. Cuando le comento que esperaba ver gente mayor (él debe andar por la treintena) me dice que quizás si me quedo un rato pueda ver si más tarde llega gente de otras edades. Nos damos la mano al despedirnos. No sé si ha confiado en mí o no. Mi aspecto relativamente pijo, sobre todo en ese entorno (tejanos, polo de color blanco, zapatos de piel vuelta que llevan un tiempo sin ser limpiados), puede que no le haya parecido el de un policía de paisano, pero seguro que tampoco el de una persona dispuesta a quedarse allí, inmediatamente. Yo paseo agarrado a mi libro de Kapuscinski, como para adquirir caché y esperando encontrar algunas migas de su inspiración.
Ahora pienso en el tipo y creo que le llevaré una copia de lo que escriba, dado que le hablé del motivo que me llevaba allí. No deja de ser mi primera entrevista.
Si realmente ese movimiento no está liderado, en lo que concierne a la acampada de Barcelona, no lo sé. Hay una mesa tras la cual la gente lleva unas también artesanas acreditaciones que les identifican como personal de comunicación. Portavoces, líderes, representantes, lo que sea. Recuerdo que le he hablado al finlandés de la palabra caudillo y lo poco que me gustaba. He recordado el soporte de Falange a este tema y lo chocante que me resultaría ver aquí a uno de esos tipos con la camisa azul. Dudo que encajase en este curioso magma que se ha generado. Oí, creo, algo de reggae. El ambiente predominante es el del movimiento de estética okupa, esa amalgama curiosa de punks y hippies (mezcla completamente heterodoxa : el punk fue una respuesta al adocenamiento hippie del rollo del rock sinfónico y los interminables solos de 25 minutos). No sé si ellos caen en esa aparente incoherencia. No veo drogas, ni apenas tabaco, acaso alguna cerveza. Todo está lo más pulcro que una instalación de este tipo puede estar.
Me siento decepcionado. Esperaba ver algo más heterogéneo y me he encontrado una especie de parque temático del movimiento okupa / antisistema. Confiaba en que otro estereotipo menos estigmatizado fuese el elemento dominante aquí, o, por lo menos, un elemento perceptible. Si lo es, no lo parece. En una caseta colgaba un letrero que decía Anger is a gift (La ira es un don) y en otro cartel se leía que el 11-S era una mentira. No creo que ése sea el camino. Por otra parte me gustaría que de esto pudiera obtenerse algo positivo, pero, con o sin líderes visibles, no veo a nuestra abominable clase política negociando nada con ellos. No, desde luego, sin volver a toda prisa a sus pisos en Sarrià-Sant Gervasi a ducharse y cambiarse, no sea que el peludo ése les haya contagiado algo.
Como ya he dicho, a esa hora de este clima que se precipita hacia el verano, algunos de los acampados duermen tendidos en sus improvisadas camas. Otros atienden, sin excesivo entusiasmo, los puestos en los que están. Se ofrecen y demandan curiosos servicios, desde idiomas hasta cursos de todo tipo. Parece una feria, no las de los pueblos, sino esas que se hacen para promocionar determinados sectores, pero a diferencia de stands atractivos y rótulos lujosos y azafatas despampanantes, que es un cierto tipo de efimeridad, todo aquí parece apunto de desmoronarse. Muchas cosas y algunas personas. No sé que puede aportarles firmeza, pues la ira puede ser un don, pero acaba cansando.
Al irme, me he cruzado con un tipo que llevaba una camiseta, algo desgastada, de la última película de Indiana Jones. Hollywood está en todas partes.
Atravesando la calle veo este enorme letrero (quizás 6Q hizo que esté justo allí). Parece adecuado, premonitorio, pero lo único que pretende es venderte un coche.
Enfilado el camino de vuelta a casa entro en el primer bar y pido una Coca-Cola.
Un cartel critica los nacionalismos, habla de Capitalunya y de Catalibania. Me sorprende no haber caído yo en el juego de palabras. Todo es muy global.
Sólo hablo con una persona, un finlandés con rastas rubias y cara tiznada de azul, que no habla apenas una palabra de castellano, no digamos de catalán. Optamos por el inglés. He acabado sentado a su lado en un banco donde pretendía poner un poco de orden en mis ideas, pero al preguntarle (educado que es uno) si no le importaba que me sentase ahí, la conversación ha surgido poco a poco. Obviamente nada que ver con mi plan inicial de entrevistar a varias personas y hacerles preguntas sobre su situación y su existencia diaria en la acampada. Así que me dice que no hay líderes, que ese pequeño conato de organización existente ha brotado de forma espontánea. Que no está lejos de su tierra (en su Finlandia natal dudo que pudiese aguantar descalzo como está aquí a mi lado), pues su tierra, su hogar, puede que sea, en este preciso instante, justo esos metros cuadrados donde están acampados. Cuando le comento que esperaba ver gente mayor (él debe andar por la treintena) me dice que quizás si me quedo un rato pueda ver si más tarde llega gente de otras edades. Nos damos la mano al despedirnos. No sé si ha confiado en mí o no. Mi aspecto relativamente pijo, sobre todo en ese entorno (tejanos, polo de color blanco, zapatos de piel vuelta que llevan un tiempo sin ser limpiados), puede que no le haya parecido el de un policía de paisano, pero seguro que tampoco el de una persona dispuesta a quedarse allí, inmediatamente. Yo paseo agarrado a mi libro de Kapuscinski, como para adquirir caché y esperando encontrar algunas migas de su inspiración.
Ahora pienso en el tipo y creo que le llevaré una copia de lo que escriba, dado que le hablé del motivo que me llevaba allí. No deja de ser mi primera entrevista.
Si realmente ese movimiento no está liderado, en lo que concierne a la acampada de Barcelona, no lo sé. Hay una mesa tras la cual la gente lleva unas también artesanas acreditaciones que les identifican como personal de comunicación. Portavoces, líderes, representantes, lo que sea. Recuerdo que le he hablado al finlandés de la palabra caudillo y lo poco que me gustaba. He recordado el soporte de Falange a este tema y lo chocante que me resultaría ver aquí a uno de esos tipos con la camisa azul. Dudo que encajase en este curioso magma que se ha generado. Oí, creo, algo de reggae. El ambiente predominante es el del movimiento de estética okupa, esa amalgama curiosa de punks y hippies (mezcla completamente heterodoxa : el punk fue una respuesta al adocenamiento hippie del rollo del rock sinfónico y los interminables solos de 25 minutos). No sé si ellos caen en esa aparente incoherencia. No veo drogas, ni apenas tabaco, acaso alguna cerveza. Todo está lo más pulcro que una instalación de este tipo puede estar.
Me siento decepcionado. Esperaba ver algo más heterogéneo y me he encontrado una especie de parque temático del movimiento okupa / antisistema. Confiaba en que otro estereotipo menos estigmatizado fuese el elemento dominante aquí, o, por lo menos, un elemento perceptible. Si lo es, no lo parece. En una caseta colgaba un letrero que decía Anger is a gift (La ira es un don) y en otro cartel se leía que el 11-S era una mentira. No creo que ése sea el camino. Por otra parte me gustaría que de esto pudiera obtenerse algo positivo, pero, con o sin líderes visibles, no veo a nuestra abominable clase política negociando nada con ellos. No, desde luego, sin volver a toda prisa a sus pisos en Sarrià-Sant Gervasi a ducharse y cambiarse, no sea que el peludo ése les haya contagiado algo.
Como ya he dicho, a esa hora de este clima que se precipita hacia el verano, algunos de los acampados duermen tendidos en sus improvisadas camas. Otros atienden, sin excesivo entusiasmo, los puestos en los que están. Se ofrecen y demandan curiosos servicios, desde idiomas hasta cursos de todo tipo. Parece una feria, no las de los pueblos, sino esas que se hacen para promocionar determinados sectores, pero a diferencia de stands atractivos y rótulos lujosos y azafatas despampanantes, que es un cierto tipo de efimeridad, todo aquí parece apunto de desmoronarse. Muchas cosas y algunas personas. No sé que puede aportarles firmeza, pues la ira puede ser un don, pero acaba cansando.
Al irme, me he cruzado con un tipo que llevaba una camiseta, algo desgastada, de la última película de Indiana Jones. Hollywood está en todas partes.
Atravesando la calle veo este enorme letrero (quizás 6Q hizo que esté justo allí). Parece adecuado, premonitorio, pero lo único que pretende es venderte un coche.
Enfilado el camino de vuelta a casa entro en el primer bar y pido una Coca-Cola.
Nos debimos cruzar, yo también estaba allí a esa hora...mi pensamiento fue quizás muy drástico...cuanta gente joven sin hacer nada, con aspecto de ocupas, muchos carteles en ingles y casi ninguno en catalán...sin estudiar ni trabajar (es difícil encontrar trabajo, pero si no se busca lo es mas) ...la gente mayor (en la que me incluyo) no podemos estar allí, si estamos bien, tenemos que cuidar o de nuestros mayores, ayudar a nuestros hijos, o a nuestros nietos...si los jóvenes hacen una buena propuesta la votamos...pero 25 quejas al mismo tiempo “nos desbordan”
ResponEliminaLas intenciones son buenas...pero el hecho de que no haya un "lider", o mejor diria , un "portavoz" (la palabra líder me recuerda a una secta..), un orden , una lista de propuestas, cambios y cómo realizarlos... poco se podrá hacer. Seria partidaria de que, este movimiento, "the spanish revolution" o "democracia real" , se convirtiera en partido politico, la unica forma "Real" de cambiar las cosas, incluso la ley electoral. Coincido con ellos que la democracia que hay hoy en día , no es una democracia real, pero para poder cambiarla, no veo otra forma que utilizar las reglas que nos da esta "democracia" para convertirla en lo que mucha gente, jovenes y no tan jóvenes, queremos. Tumbados en una plaza con 4 pancartas y sin un objetivo por el que empezar a trabajar...dudo que se consigan muchas cosas. Si se convirtieran en un partido politico, todas estas personas que estan en paro, que el sistema les afecta injustamente, que tienen TIEMPO (algo de lo que otros carecemos por las obligaciones diarias)... este TIEMPO que estan tumbados reivindicando, con razón, lo que piensan y que podrian gastarlo haciendo algo constructivo...entonces, entonces estoy segura que más de uno y de una les votariamos...
ResponEliminasaludos desde el 2º piso (que ahora se llama carretera)