Tuve unos años un jefe que se parecía a Jarvis Cocker. He tenido, o tengo jefes con distintos parecidos : de Flavio Briatore a Jorge Valdano, pasando por el Conde Drácula. El del parecido con Drácula no se limitaba sólo a un parecido físico. Despues de volver a ver el vídeo de Common people, me acuerdo del que se parecía a Jarvis Cocker. Gafas de pasta, pelo ligeramente pegado a la cara, aspecto un pelo alterado. Hay que ver las caladas que Jarvis Cocker le pega a su cigarrillo en el documental sobre Scott Walker. Literalmente parece que vaya a absorberlo de una sola de ellas. Para quien quiera comprobar lo reducido que es mi universo, en ese documental también sale Goldfrapp, y los Radiohead. Si Bowie saliese con treinta años menos, ya estaríamos casi todos. Por simpatía o por cuestión de afinidades, el que se parecía a Jarvis Cocker fue el mejor. Lástima que la empresa pensase de otra manera.
Hace días que leí un artículo sobre los hipsters, aquí llamados gafapastas. Tenía ganas de escribir sobre ésto, aunque no sé si quedará todo dicho en este post. Lo de ayer está reciente, y puede que tenga continuidad pues volveré allí, buscaré al finlandés, y le daré su copia. Precisamente esperaba encontrar allí a unos cuantos gafapastas. No sé si su escasa presencia allí no acabará confirmando ciertas reticencias generalizadas (que los gafapastas son simplemente pijos alternativos que han leído ciertos libros y escuchado ciertos discos), pero me hubiese alegrado ver alguno, quizás una chica que se pareciese a Isabel Coixet, o a Russian Red (que en realidad no necesita gafas pero se las ha puesto para alguna foto). Si hubiese sido la misma Isabel Coixet le hubiese pedido al menos una película donde la temática no se retuerza e invite al lloro. A Russian Red no sé que le preguntaría. Me corto ante las chicas guapas, a veces.
Volviendo a los hipsters, está claro que desde estas líneas comparto más con ellos que con los mozos de la acampada. Aunque no he ido suficientes veces al Borne, ni he leído a Zizek (pero lo busqué en la biblioteca). Ocurre que si realmente están metidos en sus cosas, allí no pintan demasiado, en el fondo. La apreciación de Lydia, que compartió el espacio y el momento conmigo (sin saberlo ninguno de los dos, lo cual debe hacernos reflexionar sobre amistades virtuales), me ha dado un poco de lástima. No sé si quieren estudiar o trabajar, o esperan que su presión cambie las cosas. Sé que allí no había un sitio donde pidiesen ideas pero sí donde pedían comida. Es decir, se puede prescindir del cerebro pero no del estómago. Sé que todas esas células, cada una en su tienda, me hizo pensar en esa estrategia de Al Qaeda, de las células durmientes. Me desagrada que se orqueste una campaña en su contra, como intuyo que empieza a fraguarse. Porque no dan una buena imagen de esta nuestra ciudad que necesita del turismo. Pero es que no sé si todos tenemos cadenas de hoteles. Creo que no.
En un comentario tuyo me dices...quien quiera pan que lo sude...cuando lo leí pensé, estoy de acuerdo...dentro de las tiendas se debe sudar, pero...es esta la forma??
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