Entregado como ando a los posts políticos (que antes me hacían triunfar en términos de comentarios, ahora ni así), la verdad es que se hace difícil que existan ficciones que superen la realidad imperante.
Leo en la columna de Quim Monzó que alguien en Egipto le ha puesto de nombre de pila Facebook a su hijo. Despues de Madonna, Barça, Garycooper - todo seguido -, y otros, ya no me extraña nada. Ya ayer mencionaba (visionario que es uno, o Monzó ha alterado el sentido de la influencia) a la red social como un poderoso factor, si no de cohesión, sí como vehículo de convocatoria. Igual que los móviles con cámara (si es que quedan móviles sin cámara), que son esa especie de metaperiodista gráfico al que no le puede velar el carrete el agente de turno. Hay que reconocer que ésto hace cambiar el mundo, no sabemos hacia dónde, pero seguro que no queda como estaba. Y por qué los italianos no se revelan contra Berlusconi, por ejemplo ??. Claro, el ciudadano medio italiano tiene mucho más que perder que el ciudadano medio libio. O dicho de otra manera, no está tan jodido. Y en medio de entradas sobre individualismo, sobre emperadores, sobre líderes visionarios con empacho de carisma (habría que definir el carisma), ayer fue 23 de febrero, día favorito para que los de cierta generación más o menos gobernante recuerde que hacía justo en ese momento. Todo me empacha un poquito. Y particularmente me empacha esa unanimidad (y cuando la unanimidad te empacha, la alternativa es la amargura o la sociopatía) en atribuir al reyezuelo de marras su serenidad y su compostura y su firmeza (aunque yo diría que tenía alguna maletita preparada con lo necesario aquel día) para oponerse al golpe. Yo no espero que este blog me dé dinero (apañado estaría), pero para que no me lo cueste vía demandas, voy a consultar con mi gabinete jurídico antes de escribir lo que pienso de la monarquía. A ver si aparte de toda la inversión (son horas de recursos las gastadas aquí) debo afrontar el peso de la ley.
La de frases que se me escapan, cuando la cabeza no para pero no te da para retenerlo todo. Sigo viendo a 6Q hacer progresar a su hijo virtual, y resulta que su influencia se esparce con más rapidez que la mía y ya ha dado para otro blog. La que he liao.
En días como éstos, con una sesión de John Peel para fabric sonando a todo trapo, yo debería racionar mi vertiente creativa y repartir esos extensos post en varios trocitos, dejarlos guardados para los tiempos de vacas flacas. No va conmigo.
Tengo una prima que, en su juventud, tenía un retrato de David Bowie en su habitación. Creo recordar que lo había dibujado ella, a lapiz, quizás carboncillo.
Creo que Bowie debería haber dejado de publicar discos hacia 1981, con Scary monsters. Como mucho, le hubiese dejado editar algunas canciones de Modern Love, como la versión de China girl de Iggy Pop, quizás alguna otra como la que colgué de la película con Sean Penn, pero ya basta, David. Cuando el dinero entra por la puerta, el talento salta por la ventana. Y con una mujer como Iman en casa es difícil aburrirse. Por lo que tengo entendido es un inversor en bolsa con buen ojo, aunque ésta no es una información muy actualizada. La influencia de Bowie sigue presente, por eso. En algún momento pensé que Prince podría eclipsarlo, pero no. Y ya no sabría decir cuándo Prince debería haber dejado de editar discos, pero aventuraría que fue cuando le cogió por cambiar su nombre por aquel extraño símbolo (iba a usar la palabra estrambótico pero tengo un post pendiente para hablar de esa palabra). Bowie es una influencia hasta para la academia de imagen que tengo al lado de casa. Ashes to ashes sigue siendo una canción de esas que acabas cantando a grito pelado en el coche, sobre todo ese puente i've never done good things, i've never done bad things.
Fín del momento fan. Y en días normales este post acabaría aquí, pero hay incontinencia que eclipsa criterios estúpidos de productividad.
He de hablar de Boardwalk Empire. Bueno, he de escribir sobre Boardwalk Empire.
Nunca he faltado tanto a promesas como por culpa de esta serie. Me dije que no la vería con demasiado entusiasmo, pues me abrumaba (y desconfiaba) la opulencia de su planteamiento, como si de una especie de dream team de las series se tratase. Luego, cuando incumplida esta promesa empecé a ver sus capítulos, me atreví a prometer verla de una tacada una vez hubiese concluida la primera temporada. Tampoco. Lunes la dan, creo que por Canal+, martes la descargo, miércoles la veo, si puede decirse que la veo a devorarla con fruición. Sólo os diré, como siempre a los mínimamente interesados en series con chicha (los demás ya saben las opciones de que disponen) que esta es la oportunidad que HBO nos brinda de vivir en directo el clímax de una serie. No sólo por el culto que se genera tras temporadas de existencia y fama y prestigio acumulado - como The Sopranos o The Wire. Con Boardwalk Empire podemos vivir eso online. Yo no lo he podido resistir. Y por eso mismo, porque creo que es tan genial (con la opulencia y el exceso que me pusieron tan a la defensiva, tan estérilmente a la defensiva), creo que voy a dedicarle un post íntegro, que no será éste.
...resistiré, resistiré, resistire,....
ResponEliminaTe estás pasando conmigo. Pero aguantaré. De entrada ya he comenzado a esquivar estanterías en el videoclub. Han traido The wire. Pero no cederé, no. No lo haré....
6Q