Curioso post: la obstinación de la gente de Youtube por hacer inaccesibles los vínculos que voy colgando hacen que cada vez que accedo a renovarlos me decida a añadir algún concepto a mi opinión sobre el disco.
No sé cuánto rato va a durar este juego.
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Algo de ojo tendré para esto. Los cuatro años que ha tardado Frank Ocean en entregar su segundo disco no han hecho más que confirmar lo magnífico de Channel Orange y cómo éste creció con el tiempo y caló entre la gente. De qué, si no, una expectativa de tal tamaño y toda esa liturgia habitual de anuncios de fechas, anulaciones, retrasos, que sólo suele darse cuando se habla de algo importante. Y Ocean ha demostrado, por lo menos, madurez y personalidad como artista, la suficiente para no ceder a lo sencillo en apariencia, que hubiera sido confeccionar un disco de estructura parecida al anterior, consiguiendo evitar el fácil recurso de buscar equivalentes a las canciones más destacadas de esa obra magna.
Y eso es algo que aquí se respeta mucho.
No sé cuánto rato va a durar este juego.
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Algo de ojo tendré para esto. Los cuatro años que ha tardado Frank Ocean en entregar su segundo disco no han hecho más que confirmar lo magnífico de Channel Orange y cómo éste creció con el tiempo y caló entre la gente. De qué, si no, una expectativa de tal tamaño y toda esa liturgia habitual de anuncios de fechas, anulaciones, retrasos, que sólo suele darse cuando se habla de algo importante. Y Ocean ha demostrado, por lo menos, madurez y personalidad como artista, la suficiente para no ceder a lo sencillo en apariencia, que hubiera sido confeccionar un disco de estructura parecida al anterior, consiguiendo evitar el fácil recurso de buscar equivalentes a las canciones más destacadas de esa obra magna.
Y eso es algo que aquí se respeta mucho.
Qué difícil, es, por eso, evaluar de primeras un disco que apenas se ha podido escuchar entero unas pocas veces. También en eso se ha demostrado la importancia de Ocean. Cuántas reseñas de primera escucha, cuántas impresiones iniciales, posiblemente precipitadas, que no hacen más que demostrar que este mundo ya ha sido cambiado, para siempre, por la presencia de internet. Horas tardó en estar disponible para descargas, horas para asimilar la sorpresa relativa, y vamos, oigamos el disco, juzguemos los primeros, que el que da primero da dos veces. Incluso con el juego del despiste al que se entregó Ocean publicando ese experimento de outtakes llamado Endless.
Blond no tiene el impacto inmediato de su antecesor. Pasma que la canción que lo abra contenga una parte vocal inicial con el pitch acelerado. Sorprende que las partes vocales sean tan dominantes, que las instrumentaciones sean en algunos momentos tan escasas, tan espartanas. Aunque las capas se van revelando, y un oído bregado pronto empieza a descubrir detalles que fascinan. Es posible que sea uno de esos discos a los que mucha gente le va a costar entrar. Los ritmos están algo relegados, son lentos y perezosos, estructuran las canciones, pero no se hacen con ellas. Las canciones son cortas, nada de diez minutos con cambios de ritmo. No hay Pyramids, y los equivalentes a grandes cumbres como Sweet life son más en espíritu que en sonido. Puede, por eso, que sea algo pronto para que Ocean entregue su Behaviour particular. Pero lo que no ha hecho, seguro, ha sido ceder a entregar un disco borracho de gloria previa. A lo mejor se trata de un acto de prepotencia muy sutil. Cuántas suposiciones. Qué pasará en unas semanas, en unos meses, calará algo tan hondo como esos golpes de ritmo que abrían Super Rich Kids.
De momento, la guitarra en Ivy me recuerda tanto a Prince como a algunos temas de los primeros Style Council, el piano percusivo y la deliciosa subida de cuerdas en Pink + Blue parecen extraídos de alguna decadente película francesa de los 60 musicada por Michel Legrand, y lo que suena en Skyline to, que empieza a capella y se eleva al paraíso, (noto un extraño y cosmopolita aire de Rufus Wainwright), puede, no sé, cuánta hipótesis, que sea un theremin. Todo el disco está envuelto de un halo de irrealidad, de riesgo, pues lo que parece es que Ocean se ha planteado el disco como un proyecto personal completamente ajeno a exigencia comercial alguna. Lo demuestra la elevada presencia de canciones lentas, no baladas al uso, más bien exhibiciones nada narcisistas de introspección, y ahí Ocean experimenta en lo vocal y experimenta en lo instrumental, y las influencias surgen de debajo de las piedras. Y aunque la más visible sea la del Prince más rebelde, montaraz e íntimo, no creo que sea exagerado comparar algunos pasajes con las atmósferas malsanas del primer disco de Goldfrapp o con bandas sonoras planeadoras (desde el Vangelis de Blade Runner hasta los experimentos noctámbulos de bandas sonoras como Lost in translation o Drive).
Pronto para decirlo: la inspiración tiene caminos muy caprichosos, y más aún lo son los que tomamos los oyentes ante un disco. Importa la secuencia, importa la presencia de temas centrales a los que referirse, importa que no haya canciones que nos despierten las ganas de usar el skip, pero importa la actitud, la intención. Y la actitud de Frank Ocean aquí es la adecuada, qué digo, la perfecta: la de un músico (como el Kanye West de los dos últimos discos) que no permite que otros tomen las riendas de su carrera. Por eso, no voy a comparar aquí sus dos discos. Sería injusto. Estoy seguro de que merecen mucho la pena ambos, que los dos son seguramente hitos a diferente niveles, y estoy seguro de que la carrera de Ocean va a dar más alegrías en el futuro. Porque este disco es un triunfo, a la vez desmarcándose del pesado lastre del disco anterior, de la tendencia superproducida del r'n'b actual, incluso de las exigencias del insaciable mundo de la innovación permanente, Blond, con sus ritmos sutiles, sus colaboraciones que cuesta identificar, con su renuncia al hit, nos lo confirma. Que ninguna estúpida etiqueta os aleje de disfrutar esta fascinante música.
Post-facio: dos cuestiones que me atribulan respecto a este disco. La insistencia de Apple Music en perseguir cualquier medio de reproducir sus canciones sin el previo pago. Y la cuestión del tracklisting suicida que, especulo, Ocean ha impuesto, con sucesiones de canciones que son ejercicios vocales despojados de ritmo y, por tanto, que lo alejan aún más de la escena hip-hop. Esto resulta desconcertante porque cambia el paradigma de la música "negra" publicada en USA, donde el racismo latente aún espera que cualquier tipo de color vaya calzado con zapatillas y se lance a bailar al primer chasquido de batería.
De momento, la guitarra en Ivy me recuerda tanto a Prince como a algunos temas de los primeros Style Council, el piano percusivo y la deliciosa subida de cuerdas en Pink + Blue parecen extraídos de alguna decadente película francesa de los 60 musicada por Michel Legrand, y lo que suena en Skyline to, que empieza a capella y se eleva al paraíso, (noto un extraño y cosmopolita aire de Rufus Wainwright), puede, no sé, cuánta hipótesis, que sea un theremin. Todo el disco está envuelto de un halo de irrealidad, de riesgo, pues lo que parece es que Ocean se ha planteado el disco como un proyecto personal completamente ajeno a exigencia comercial alguna. Lo demuestra la elevada presencia de canciones lentas, no baladas al uso, más bien exhibiciones nada narcisistas de introspección, y ahí Ocean experimenta en lo vocal y experimenta en lo instrumental, y las influencias surgen de debajo de las piedras. Y aunque la más visible sea la del Prince más rebelde, montaraz e íntimo, no creo que sea exagerado comparar algunos pasajes con las atmósferas malsanas del primer disco de Goldfrapp o con bandas sonoras planeadoras (desde el Vangelis de Blade Runner hasta los experimentos noctámbulos de bandas sonoras como Lost in translation o Drive).
Pronto para decirlo: la inspiración tiene caminos muy caprichosos, y más aún lo son los que tomamos los oyentes ante un disco. Importa la secuencia, importa la presencia de temas centrales a los que referirse, importa que no haya canciones que nos despierten las ganas de usar el skip, pero importa la actitud, la intención. Y la actitud de Frank Ocean aquí es la adecuada, qué digo, la perfecta: la de un músico (como el Kanye West de los dos últimos discos) que no permite que otros tomen las riendas de su carrera. Por eso, no voy a comparar aquí sus dos discos. Sería injusto. Estoy seguro de que merecen mucho la pena ambos, que los dos son seguramente hitos a diferente niveles, y estoy seguro de que la carrera de Ocean va a dar más alegrías en el futuro. Porque este disco es un triunfo, a la vez desmarcándose del pesado lastre del disco anterior, de la tendencia superproducida del r'n'b actual, incluso de las exigencias del insaciable mundo de la innovación permanente, Blond, con sus ritmos sutiles, sus colaboraciones que cuesta identificar, con su renuncia al hit, nos lo confirma. Que ninguna estúpida etiqueta os aleje de disfrutar esta fascinante música.
Post-facio: dos cuestiones que me atribulan respecto a este disco. La insistencia de Apple Music en perseguir cualquier medio de reproducir sus canciones sin el previo pago. Y la cuestión del tracklisting suicida que, especulo, Ocean ha impuesto, con sucesiones de canciones que son ejercicios vocales despojados de ritmo y, por tanto, que lo alejan aún más de la escena hip-hop. Esto resulta desconcertante porque cambia el paradigma de la música "negra" publicada en USA, donde el racismo latente aún espera que cualquier tipo de color vaya calzado con zapatillas y se lance a bailar al primer chasquido de batería.