diumenge, 2 de març del 2014

LA PROPORCIÓN ÁUREA

Si es que debería tenerlo más calculado. Es una cuestión de proporción. A más días demoro publicar de nuevo, tras dos meses, mayor es la presión. Uno no puede ir de rentrée y presentarse con lo puesto, o dejar a las claras, con un espectacular bajón de nivel (me lo pienso, pero dejo ahí esa frase tan presuntuosa), que la inspiración se esfumó y no digo nada porque no tengo nada que decir.
Así es la cosa, y a la larga el blogger es tan cruel como el twitter. No participas, no alzas la voz ni hablas bajito, la gente te olvida, no del todo, porque habrá quien diga, mira, vuelve a la vida, pero sí que deja de tenerte presente. Como si fueran ex-compañeros de trabajo con los que se agotan los temas de conversación, como los compañeros del servicio militar con lo que lo único que funciona es tirar de anecdotario y de atíquétaltefue
No creáis que no andaba en nada. Hubo dos temas que casi me traen de vuelta, pero quedaron en el casi.

Los temas del Barça y de Rosell. A punto estuve de hacer una falsa reseña de su infumable libro Bienvenidos al mundo real recriminándole su escasa entereza como personaje público y su desafortunada elección del momento de su renuncia. Muchacho, no vale largarse cuando se pone en duda dónde ha acabado un montón de dinero. ese era el mensaje. Pero no: para ser sincero, el mero planteamiento de ilustrar un post con una foto del individuo me resultaba repulsivo. 
Lo de Catalunya y lo que se ha venido en llamar el proceso. Pues qué queréis que os diga. Sigo pensando que falta una voluntad firme, que la cosa va de bravata y la bravata es lo más peligroso que existe. Señores: si uno echa el puño hacia atrás, se ha de disponer de fuerza para dar el puñetazo. Aún así, el 9 de noviembre está muy lejos. Para todo.

Podría haber hablado de alguno de los libros que he andado leyendo, y de hecho planeé hacerlo sobre el soberbio Limónov de Emannuel Carrére, auténtico portento narrativo basado en la vida de un escritor ruso que recomiendo a todo el mundo leer. Vamos a pensar que la literatura francesa contemporánea no solamente depende de Houellebecq (sin abandonar las pregarias por que éste se decida a volver algún día).
De hecho, esa lectura y los recientes acontecimientos en Ucrania no dejan de ser una especie de sutil recordatorio (los aviesos guardan el típico silencio del padre que calla para que el hijo vea el desastre que ha organizado y tome su propia conclusión) de las consecuencias derivadas de los jugueteos fronterizos, identitarios, y todas esas cosas que acaban sirviendo, de paso, para que los amantes del apocalipsis aviven recuerdos de la guerra fría y de la existencia arraigada de dos bloques por debajo y para siempre.

Pero al final se ha llevado el gato al agua un pequeño recordatorio del reguero de cadáveres ilustres que vienen dejando estos meses del 2014. Con especial recuerdo para Philip Seymour Hoffman, que siempre recordaré, entre otras cosas, por la esplendorosa secuencia inicial de Antes de que el diablo sepa que has muerto, y por haber participado en muchas buenas películas (eso, las buenas películas, que tanto escasea últimamente. Nos queda Joaquin Phoenix y dos o tres más. Aviso.
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