LUJO Y LUJURIA

Reconozco que lo de la novela gráfica no es exactamente lo mío. Bueno, para los profanos, novela gráfica es el eufemismo proto-mega-cool que se le otorga a lo que en mi generación habíamos llamado cómic. O sea, historias, más cortas o más largas, apoyadas fuertemente en imágenes, normalmente. Novela gráfica, pensándolo bien, quizás lo describa mejor, pues todos los otros nombres... historietas, tebeos, etc...  hacen que parezca una cosa ligera e intrascendente. Cómic parece una palabra donde sólo encaje aquello destinado a hacer reír. En novela gráfica ya caben dramas y llantos y sexo y desgracias. La palabra cómic ya pierde sentido aplicarla sólo a eso, una vez existen las conferencias de prensa de ministros del PP y las declaraciones de Cristiano Ronaldo. Llamándolo así, novela gráfica, le estamos dando un empaque serio, lo estamos elevando a la categoría de deporte olímpico.

Bueno, Ultraviolencia no sé si encaja al 100% en esa descripción, pues, aunque en ocasiones se complementan, hablamos de textos y de imágenes que van muchas veces cada uno por su lado. De sketches, prácticamente, de apenas dos páginas, de algún muy aislado texto sin imagen y de unas cuantas imágenes con pie o con pequeños diálogos. No sé si fueron publicados previamente o si la idea del autor y de la editorial que ha hecho su cuidada edición, Blackie Books, era entregar una obra nueva en su integridad, más de 280 páginas cuajadas de ideas y desvaríos que resultan entretenidos y ligeramente transgresores, si bien he de confesar que muchos de ellos me han dejado algo frío, pues los más provocadores, aquellos basados en lo escatológico o en lo puramente sexual o en la mezcla de las dos temáticas, acaban pareciendo eso, puras provocaciones gratuitas, con el objeto, sí, de la ultraviolencia de que habla el título. Pero no una violencia física; se trata de sentirse uno violento cuando lee lo que parecen propuestas, ensoñaciones, lo que en español se llama idas de olla (diría, salidas de tono, eso que decía antes, desvaríos), una tras otra, sin un hilo demasiado claro más que una cierta agrupación temática muy pero que muy tenue. Leerlo es sencillo y rápido; las ilustraciones de Noguera no tienen más vocación que acompañar, son de una técnica extremadamente simple, y uno, aunque siga el experimento hasta el final, pues yo no soy, precisamente, de los que va a escandalizarse a estas alturas (en el fondo Noguera no pasa de ser lo más parecido al amigo gamberrete que se atreve más que otros, que elucubra basándose en premisas estrambóticas y ligeramente freakies), pues, como dice el de Astrud, ya llega una edad en la que uno da el aprendizaje por finalizado. Insisto, soy un pez fuera de la pecera, soy un ávido lector de páginas llenas de letras donde las imágenes las pone mi cerebro, y son en colores y no en ese blanco y negro cutre: Ultraviolencia es un libro, sí, es una especie de compendio de cortos relatos gráficos, porque está en papel y lleva una tapa dura y una portada negra y una presentación con vocación de underground chic delux, pero merece otra palabra para definirlo. Si lo definimos como literatura, si lo exponemos a ese ring donde hay tantos oponentes y que pegan tan duro, podemos acabar por ser muy crueles.