LA ENSAIMADA DE PROUST

- Sabes, el saim es como llaman en Mallorca a una especie de grasa, procedente del cerdo, que se usa para hacer las ensaimadas. De ahí saca su nombre. Es una grasa que no tiene sabor ni color. Sólo ayuda en la textura de la masa.
- Anda.
- Así que la ensaimada no es ni kosher ni halal.
- Vaya.
- Menudo entusiasmo el tuyo.
- Bueno, pensé que te gustaría, te la traje. No esperaba que te gustase tanto ni que te recordara tantas cosas.
- Cariño.
- Me salen las cosas así.
- Como el libro.
- Sí. No hay que darle importancia.
- Para mí la tienen.
- Son puras coincidencias.
- Claro. ¿Vamos a dar una vuelta?
- ¿No estás bien en casa?
- Me gustaría dar una vuelta por librerías, quiero encontrar un libro.
- ¿No te gusta el que te traje?
- ¡Claro que me gusta!. Pero me puede gustar otro, ¿no?. Este se llama Los pichiciegos.
- Pensaba que primero acabarías el que te dí.
- Y ya lo acabé.
- ¡Qué pronto!
- Te dije: lo había leído hasta casi el final cuando me lo robaron. Me faltaban treinta páginas, y lo acabé. Ya.
- Y ahora quieres otro porque ése no te gustó.
- ¿Cómo no me va a gustar? Joder, no seas tonta.
- Te comprarás otro y olvidarás ese.
- Me compraré muchos más y Cien años de soledad siempre será el libro que me regalaste sin ni siquiera imaginar que ya lo tuve y me iba a encantar volver a tenerlo.
- Te olvidarás de él.
- Nunca. Ni de la música que sonaba mientras acababa de leerlo. La del tipo que tocaba sintetizadores sentado en la terraza de su casa.
- Ya. Es lo que dices ahora.