Las islas Malvinas.
Tres cuestiones confluyen hacia el mismo tema, que no puedo seguir evitando.
La situación general.
Mi progresivo acercamiento argentinizante, del cual hay que señalar con dedo acusador a Casciari; aunque otros no pueden considerarse menos que cómplices necesarios.
La casualidad de leer recientemente cierto libro, motivado por pura curiosidad literaria. Y la coincidencia de que Horacio fuera a hacerlo también.
Porque debo reconocer que, en el año 1982 yo iba a cumplir 18 años y los entresijos de la política internacional estaban bastante atrás en mi lista de prioridades. A pesar de lo cual retengo ciertos recuerdos. El affaire con Ardiles, fino centrocampista que jugaba en Inglaterra. La canción de Robert Wyatt que cantaba Elvis Costello (y muchos años más tarde versionaban los Suede). Poca cosa más. Lo chocante que, a esas alturas del siglo XX dos naciones civilizadas se enzarzaran en una guerra que sonaba sucia y lejana. Ni siquiera recordaba que en ese año era una junta militar golpista la que ostentaba ilegítimamente el poder en Argentina.
Y Thatcher en Inglaterra.
Con lo cual el asunto de las Malvinas me viene casi de nuevo. Como una cena recalentada tras 30 años acudo ahora a fuentes de información, fuentes que la perspectiva del tiempo transcurrido deberían ayudar a objetivizar. Deberían.
Primero, lo nuestro, por eso.
Leí Los pichiciegos a raíz de recomendaciones de amigos bloggers: universos ligeramente coincidentes con el mío, que empujan a la búsqueda de sensaciones parecidas. Creo que era Mr. Blue en www.pesquisassalvajes.blogspot.com quien lo incluía en cierta lista de libros breves que son la bomba.
Breves y bomba puede sonar a una cierta aliteración, pero justo es eso lo que ando siempre buscando.
Los pichiciegos es, casi, una novela gráfica. Aún sin un solo dibujo. Pues los personajes son de unas trazas casi esperpénticas, y su puesta en escena roza lo caricaturesco. Unos cuantos argentinos enviados a las Malvinas montan una especie de escondite (la pichicera, a la que se accede por un tobogán) a caballo entre los dos bandos, donde trafican con cosas y pasan el rato. En medio del absurdo de la guerra, ellos se sientan, muertos de asco y escondidos en una suerte de madriguera (el pichiciego es una especie de animal parecido al armadillo), a esperar que la tempestad amaine y ellos puedan recuperar su normalidad. unos miembros entran y otros salen y, en trueques estrafalarios, son entregados al enemigo. Un enemigo al que se intercambia información; por tabaco, por pilas, por lo que sea. La situación es de un costumbrismo que roza el absurdo, de una manera premeditada por el autor, Rodolfo Fogwill, argentino (que escribió el libro en Brasil) de apellido con ecos anglófilos. Para rizar el rizo. Sumamente ameno, lleno de diálogos cargados de dinamismo y de resignación a un destino poco halagüeño. No hay ni planteo de que el conflicto vaya a ganarse o vaya a servir para algo. Sin crispación: los soldados ingleses sólo son otros hijos de puta con mala suerte a los que su gobierno ha enviado allí. Pienso en Generation kill, sublime mini-serie de David Simon donde unos cuantos soldados americanos vagan por Irak aburridos y asqueados del monstruo burocrático al que se enfrentan. Un ejercicio de picaresca antibelicista, un canto (no épico: ebrio y desafinado) a la adaptación del hombre, como especie y como grupo, a las más bizarras condiciones. Una ácida crítica política, casi una especie de suicidio por ingestión no de un veneno rápido y letal, más bien de una especie de lejía adulterada o rebajada, que sabe a rayos, pero ni te mata, ni te deja igual. Un veneno barato y asequible, y, por tanto ineficaz. Nada de pastillas que matan apenas se disuelven en la lengua. Libros que ayudan a comprender como van las cosas. Como iban, quiero decir. ¿Como podrían volver a ir?. Como siempre, no sé.
¿Qué pienso de lo absurdo de mantener colonias a miles de kilómetros por el mero hecho del derecho de conquista?.
Primero: que hay que preguntarle a quien ha elegido vivir allí. Luego hay quien discutirá si tal o cual territorio ha sido literalmente rellenado de extraños, y han sido, en la práctica, sus oriundos, cuando no aniquilados, meramente reducidos a una minoría que sólo conserva nombres y tradiciones que a la larga solo les sirven para mostrar pedigree de exotismo.
Habría que preguntarle, entonces, a los que residen en las Islas Canarias, a los de las Azores, y a los de las Malvinas. Pero también a los de las Hawaii, y a los de Ceuta y Melilla, y, claro a los de Gibraltar. Lo cual es implícitamente reconocer su legítimo derecho a la autodeterminación. Aunque uno se preguntaría al final qué diría un habitante de Somalia si le plantearan si quiere ser norteamericano, en uso de su derecho a la autodeterminación. Parece que todo el mundo se obstinaría en pertenecer al mejor país que le fuera posible. Ignoraría el concepto de patria, que no deja de ser una cuestión combinada de raíces sentimentales y de orden administrativo.
No sé que dirían los habitantes de las Malvinas. Me huelo que, acostumbrados a ese status, preferirían quedarse como están. No porque les guste lo inglés o desprecien lo argentino. Porque la gente es así. Con miedo al cambio. Conscientes de que unas islas frías en medio del océano, no son el mejor destino turístico. Aunque si hay petróleo la cosa cambia. Claro, cómo no iba a cambiar.
Luego: si ese absurdo conflicto fue instigado de un lado por una junta militar tiránica y asesina, en todo caso, no producto de la voluntad del pueblo; si la locura de enfrentar dos ejércitos descompensados fue una maniobra de despiste, un intento de cohesionar un país a costa de llamar héroes a lo que en realidad fueron víctimas, con las cartas marcadas, de obtener el favor del olvido.
Y la ONU, que es una mafia. Cómo no va a serlo existiendo algo tan descabellado como el derecho de veto.
En cualquier caso, pasados treinta años, parece que haya, no sé a qué o quién agradecérselo, mucha más gente dispuesta a rebelarse: Soy civil, no militar profesional, y no voy a matar a nadie ni a dejarme matar yo porque a un político se le meta entre ceja y ceja entrar en un conflicto absurdo.
Cuanto más escribo, menos sé.
Como los que oyeron esta canción, y no pensaron en astilleros construyendo buques de guerra, sino en familias yendo de crucero. Será verdad que la ignorancia es un bonito lugar para pasar en el unas vacaciones. Pero hay que volver a trabajar.
Hace poco hablé con mi padre (que vive en Argentina) y le pregunté qué pasaba, por qué ahora de repente la presidenta quiere recuperar las islas. "Petróleo" me contestó. Tan triste como eso.
ResponEliminaYo también pienso que habría que preguntarle a los que viven ahí, pero también pienso que seguirían eligiendo Inglaterra.
Leíste el cuento de Cortázar "Reunión"(http://www.literatura.us/cortazar/reunion.html)? Me lo recordaste, aunque no sé si será del estilo de "Los pichiciegos". Igual me dieron ganas de leerlo.
Saludos!
Pues mira que sabía lo del petróleo y te creerás que no recuerdo si lo mencioné o no. Mal asunto si hay intereses por el medio: siempre acaban palmando los menos pensados. Los de Gibraltar también elegirían Inglaterra.
EliminaNo leí el cuento de Cortázar, y eso se arregla pronto !!
Gracias por leer, y ya sabes que tenemos pendiente una laaaaarga disertación sobre música algún día.
Sí, mencionaste lo del petróleo, por eso me acordé. Es la historia de siempre...
EliminaLeete el cuento, es muy bueno. A mí no es de lo que más me gusta (de lo que ha escrito), pero reconozco que el desgraciado genera una atmósfera imposible de olvidar.
Hablando de música, le mostré a mi chico un tema que pusiste en otro post, creo que se llamaba 1988, y le encantó. Otro punto para Francesc! :)
A ver si lo leo ya de una vez !!
EliminaPues no sabía que salían los títulos de los tracks que colgaba... prefiero no ponerlos para evitar las preconcepciones. Este ni me acuerdo de donde salió. Supongo que de la web de los XX, que es una inspiración absoluta.
Hay que oir a los XX !!
No, no salen, pero cuando se lo quise pasar a Axel le dí a download y ahí me apareció. Así que no te preocupes que no se ven.
EliminaLos XX? Tomo nota
No es preocupación: me hago el interesante a base de mantener el misterio sobre la música. Un recurso patético, lo reconozco.
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