Yo debería estar hablando de otra cosa. De una cuenta atrás que ahora estaría en ese 3,2,1 final tan premonitorio, tan de señor pistola en alto, tan de manos sobre el tartán y musculatura de pierna en absoluta tensión.
Pero tengo esas cosas: tras algún tiempo en el que, Vampire Weekend aparte, me ha costado mucho concentrarme en búsquedas de nuevos sonidos, resulta que apenas un par de minutos de un inquietante vídeo del cual todavía no soy capaz de sacar ninguna conclusión, más el correspondiente sonido, sí, claro, me sitúan en pie de guardia ante la posibilidad de que Arca pueda ser el nuevo salvador de la deprimente (por repetitiva, por uniforme, por estereotipada) escena electrónica. Curioso, un músico alejado de los perfiles habituales. ¿Cuántos venezolanos conocemos, que estén metidos tan a fondo como para tener dos grandes referencias en su CV? Diseñar el sonido de FKA Twigs, que podríamos decir que son, casi, una mezcla bastarda de lo mejor que podrían ofrecer Kelis o Mrs, Dynamite en sus mejores momentos, más lo que parecían prometer AlunaGeorge y un tracklist estropeó. Y participar en Yeezus, único disco que he soportado de Kanye West, aportando ruido, distorsión, reverberación, corpulencia. Eso es todo lo que sé del tipo este, porque, hoy escribía en otro lado y a cuenta de algo que no era un disco, la mitomanía forma parte del pasado y si busco una foto del tipo, y me decido a comprobar su nombre es porque, Francesc, un mínimo, Francesc, vamos. El nombre es Alejandro Ghersi: también dicen que anda metido en lo nuevo de Björk, cosa muy coherente, dado que Björk ya obtuvo una cúspide de su carrera con Mark Bell jugueteando con ritmos y cuerdas en Homogenic. Y eso es lo que parece que Arca obtiene de su sonido. Podría citar una referencia obvia en lo estético, Richard D. James alias Aphex Twin y otros 300 alias más. Hasta esa curiosa filia por los vídeos perturbadores, que contienen figuras asexuadas (o multisexuadas, que me despisto), que retuercen órganos y extremidades, que parecen evoluciones de tumores plasmadas a cámara fija, hasta eso parece emparentarlos. Y el uso de las figuras infantiles. Condenado Youtube, condenadas cámaras en infrarrojos. Michael Cunningham, cuánto te debe la cultura visual moderna.
Y aunque Thievery, que así se llama este experimento de sensualidad equívoca, sea un hito solitario de apenas tres minutos dentro de un disco que no dura ni cuarenta, pues resulta que le noto alguna cosa que no había notado hacía tiempo.
Pero yo debería hablar de otra cosa, lo sé. Para qué insistir en el tema, pienso. Cartas sobre la mesa, excitación como no recuerdo antes. Lo intentamos de una manera, de otra, quizás haga falta otra treta, apenas 60 horas para comprobar si, ya que nuestros políticos demuestran ser iguales a otros en ciertos aspectos, les da por ser diferentes de otros en valentía, en firmeza, en sentido de la determinación.
En cualquier caso, hay que ir conociéndome. Aún oigo muy a menudo esa maravilla que es el speech inicial de Giorgio en ese disco de Daft Punk que ahora nos parece que es de la prehistoria. Aún me sorprendo oyendo a un tipo hablar del sonido del futuro y cómo el sintetizador estaba agazapado en una pista de la mesa de mezclas, esperando a ser descubierto. Oigo como la música se incorpora por capas bajo sus palabras y como esas cuerdas hacen que la música adquiera una especie de calidez nocturna que no sé llamar de otra forma.
Puede que Arca sea el futuro, pero puede que mañana yo diga que ya es el pasado. Ya me iréis conociendo, ya veréis.
Impresionante 'Thievery', vídeo + canción. Gran descubrimiento.
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